Imperdible: Lisa Germano - "Lullaby for Liquid Pig" (2003)
En las primeras fases de un hábito de esos que esconden un vacío irresuelto detrás, y que por lo tanto tiene un punto autodestructivo, hay una etapa particularmente escalofriante. Es cuando empiezas a reconocer la naturaleza cíclica del impulso adictivo y todavía conservas la capacidad para ser el narrador omnipresente de tu propia circunstancia: te alertas de cómo ese comportamiento tabú está apropiándose paulatinamente de tu tiempo y tu disciplina, pero a la vez sientes que no puedes evitar sucumbir a ese espacio negativo que satisface en ti no sabes muy bien qué. Obtienes un placer que te hace sentir más mal que bien; un placer siniestro porque lo asocias a lo inmundo, a lo clandestino y a tu desequilibrio. Por supuesto, envuelves en ruido la mínima reflexión sobre qué carencia estará íntimamente conectada a esa conducta que te intoxica y que empieza a repercutir en lo que te rodea. El diálogo contigo mismo es incoherente: ese hábito es como una respuesta en un idioma que no enti