Escenarios: Suzanne Vega + Russian Red - Palau de la Música (Barcelona), 8 de julio de 2008


A veces, ir a según qué concierto puede tratarse de un ajuste de cuentas personal, o puede ser como tachar de una lista con una gran cruz algo que finalmente has hecho y que creías que no llegaría a suceder. Suzanne Vega no visitaba Barcelona desde 1997, cuando los afortunados asistentes la pudieron ver presentando -acceso solo mediante invitación- lo que para mí es la cumbre de su expresión artística, el álbum Nine Objects of Desire, su obra más equilibrada entre la textura orgánica de hojalata y el dulce anhelo. Gracias al éxito 'Luka', Suzanne siempre ha sido cultura pop que ha habitado en nuestro subconsciente durante años. Fue en 2003 cuando descubrí que su catálogo había tomado un rumbo mucho más arriesgado a principios de los años 90 y me dediqué a explorarla y a descubrir su poesía, su lenguaje musical increíblemente personal. En su discografía brillan especialmente esos discos y grabaciones desperdigadas que hizo con Mitchell Froom como productor, osado genio con el que llegó a casarse. Tras la ruptura, Suzanne volvió a concentrarse en la composición a la guitarra de manera más tradicional, como siempre había hecho, pero hasta hoy ha demostrado haber aprendido de esos senderos mas estrambóticos que recorrió en su día para aplicarlo a esas nuevas composiciones folk que remiten más claramente a sus principios.

Paradójicamente, Barcelona se benefició de que Suzanne no pasara por aquí el año pasado con la gira de presentación del más reciente Beauty and Crime, en la que llevaba una banda completa y se centraba en ese trabajo. Como escribió en su blog, después de tocar esas canciones repetidamente durante todo el año pasado, y quizás teniendo en cuenta esos once años de ausencia en esta ciudad, le apetecía dar un espectáculo más lleno de sorpresas, tocar canciones más antiguas. En el Palau de la Música abrió la noche con 'Rock In this Pocket', la pieza que introdujo al mundo de lleno en su reinvención más arriesgada en 1992 y que habla desde la malintencionada perspectiva de David cuando le va a lanzar la piedra a Goliat, y la siguió 'Stockings', una de esas obras maestras de 1996 que habla del deseo -en este caso, por una mujer que se está subiendo las medias. Vega se presentó acompañada solo de bajista y batería, y es lógico que sean precisamente esos músicos que la acompañen en un concierto más "básico", pues si algo la distingue especialmente es su querencia por la rítmica tanto en la métrica de los versos como en la cualidad interna de las composiciones. La voz... Basta con decir que nunca se le ha escuchado a Suzanne una afonía o una nota desafinada; es un instrumento cálido y preciso, impecable, aunque ayer el sonido hiciese demasiado vertiginoso el contraste entre los pasajes que acentúa y los que susurra.

Como decía, para los que habíamos estado años deseando verla, el repertorio hizo justicia al revisar momentos de todas sus épocas en forma de éxitos ('Luka' y 'Tom's Diner' cierran el set, pero luego en los bises están 'Marlene On the Wall' y 'Small Blue Thing') y de genialidades recónditas ('Room Off the Street', 'Cracking', 'Fat Man and Dancing Girl' o 'The Queen and the Soldier' y su épica narrativa). De hecho, de su último trabajo sonaron tres temas entre más de una veintena. Lo hizo todo por secciones; tras una traca de canciones familiares -una vez ya tenía toda la atención del público- se permitía adentrarse en terrenos más pantanosos ('Calypso' después del jolgorio de 'When Heroes Go Down'; 'Left of Center' en versión de bajo y voz antes de 'Blood Makes Noise').

En la primera fila de palcos del piso de abajo, la miraba fascinada Lourdes Hernández, y es que Russian Red volvió a cruzarse en nuestras vidas como telonera. Ayer se presentó sola y el showcase fue breve -cinco canciones-, lo cual le permitió variar un poco el formato. Todo fueron canciones inéditas excepto 'Cigarettes', y tocó también su versión de 'Crying' de Roy Orbison. Para el recuerdo el momento en el que irrumpió en el enorme escenario, se colgó la guitarra, se hizo un silencio demoledor y empezó la noche con esa canción nueva en la que recuerda a alguien que le decía que su pelo era como una ciudad en la que perderse. Russian Red, por cierto, otra chica a la que nunca le he oído temblar la voz ni en situaciones que imponen tanto como la de ayer.

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