Escenarios: Nina Nastasia - Sala Apolo (Barcelona), 7 de octubre de 2010


Un concierto en un formato determinado no es garantía de triunfo o fracaso, desde luego; ¿cómo podría algo tan genérico decidir la maestría del intérprete? Aún así, hay combinaciones que parecen ser infalibles a la hora de aguijonear nuestro sistema nervioso, y ahora ya debería saberlo. Cuando quedan minutos escasos para que Nina Nastasia tome el escenario de Apolo, me extraña que no haya una batería tras la pequeña mesa donde le dejan la bebida, con todo lo que expresan sus estruendos y caricias en los discos. Al poco, sé que da igual; violín y guitarra acústica: uno de esos formatos sobrecogedores (suspiros), minimalista pero intenso y no impermeable a la teatralidad de la que se empapó la interpretación de Nina, que dio inicio a la velada con algo que para muchos sería impropio de ella: bailando claqué y dando al traste con las conjeturas de que debe ser sombría y no tener ningún sentido del humor.

Ya sentada, deconstruyó 'How Will You Love Me?' (goteando como miel dentro de un reloj de arena) y la añeja 'Underground', dotadas de un colchón irreconocible de acordes, y a partir de ahí descubrió viñetas de toda su discografía, desde las más aterradoras (el acecho de un desconocido en 'I’ve Been Out Walking', la neurosis de 'I Write Down Lists') a las más delicadas (una sublime 'Treehouse Song' que me aceptó por petición). La riqueza ambiental de sus trabajos no menguó ni un ápice, simplemente recayó en el trabajo de Matthew Szemela, un violinista cautivador que tanto podía ser el rechino de una puerta vieja azotada por el viento como la misma madera de esa puerta golpeando el vano, melaza romántica o ruido enloquecedor; versatilidad epatante, en definitiva. Vocalmente, Nina sonó vehemente y parece explorar un terreno más dramático pero nunca artificial que se resumió en la versión de 'This Familiar Way', ese tango que reducido a violín y voz pareció el lamento de una mujer rota cantando para sí misma en casa. Carga emocional en los bises: el aire tradicional de 'In the Graveyard' enlazado con la tensión en Mi menor de 'Outlaster'; y ya sola, 'All Your Life', la primera canción que escuché de ella en el lejano 2002, que funcionó igual de bien sin el esplendor de una sección de cuerda, por eso puedo concluir apuntando que Nina también tiene el don para hacer de otro formato habitual, el del artista a solas con su instrumento, algo realmente memorable.


* Esta reseña apareció originalmente en el número 12 de I Like Magazine.


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