Minutos: Paseos 2010 (y 3ª Parte)


Descoser, mirar, comprender. Las últimas ocho composiciones de esta extraña lista que me he sacado de la manga y con la que Picadura de Abeja cierra el año 2010. Feliz año.


(On Leaving, 2006)



Se cruzó en mi camino esta canción de Nina Nastasia en un momento en el que sus palabras encajaban exactamente con una situación que se acababa de esfumar. Jugando con el concepto de la casa en el árbol, narra la cegadora sensación de comodidad y acomodamiento que uno encuentra en la vida doméstica compartida, mientras se debilita todo lo demás. La brisa que recorre las estrofas crea remolinos de hojas secas en el estribillo con el añadido del piano. “Cada noche te prometía / que bajaríamos a ver a los amigos que conocimos una vez / pero cada noche me inventaba una excusa / y nunca me bajé del tejado”.


(Crazy For You, 2010)



Creo que si a varias webs musicales se les dio justamente esta canción meses antes de que se publicara el debut largo de Best Coast es porque Bethany Cosentino debió quedar entusiasmada con la mezcla final, consciente de que era una de sus mejores composiciones hasta entonces, y no podía esperar. Camas vacías por la mañana y conversaciones no tenidas “porque ese no es nuestro acuerdo” en un medio tiempo enjuagado en ecos vocales, que con la elegancia de sus detalles destaca en Crazy For You como un vestido a medida entre camisas de fábrica.


(... Off the Bone, 1983)



2010 supone para mí el descubrimiento de The Cramps, quién lo iba a decir después de verles tantos años en las revistas. ‘The Way I Walk’ es un ejemplo buenísimo de lo que me perdía: esta chulería con delay (que quede claro: “Mi manera de andar es mi manera de andar”), batería de tres piezas, un riff blues de toda la vida, sí, pero te hará sentir por encima de cualquiera mientras retumba en tus tímpanos bajando por la calle (que es lo que hice, básicamente, cuando visité a mi madre en verano y me aburrí una noche que no tenía plan).


(Los Punsetes, 2008)



Y a la tercera fue la vencida. Mi tercera cita bajo la luna con Los Punsetes, una noche de julio cerca del mar, consolidó el romance. Se reveló ante mí la de veces que había oído sus canciones aquí y allí y cómo me gustaban más de lo que me había dado cuenta. La irreverencia y el “esto es lo que hay, aquí te quedas si no quieres” de ‘Fondo de Armario’ inflamaron mi autoestima y me desahogaron durante días seguidos; sentaba muy bien. “Con las cosas así planteadas / tu teléfono no sirve de nada / voy a ahorrarme esa llamada / sé muy bien que no estás preparada / (…) Toma nota de un detalle: / cuando apunto es imposible que falle”. Lo mejor: la caída libre de esa última frase en la explosión final.


(She Hangs Brightly, 1990)



El patrón es el de un tema clásico cantado por Hope Sandoval: batería y puntual pandereta austera, guitarra acústica con su gemela eléctrica brotando algo enterrada y esa reverberación sensual tan propia en su voz que uno creería que le sale de la misma garganta. Con su singular talento, que salga airosa de una nostálgica canción de ruptura –menos sombría que en otras ocasiones- no debe dudarse. El amalgama de sensaciones que va desde la negación a la resignación, las ganas de saber sin poder entender y los engaños que van desde la careta de superación a la ligera esperanza de darle la vuelta a lo irreversible suena aquí tan delicado y seductor que cualquiera salía por la puerta dejándola sola.


(The Wishing Chair, 1985)



La banda que comandaba Natalie Merchant puede parecer de esos grupos inofensivos, zumo de auténtica pulpa demasiado rebajado con agua, agradables pero no dados a malabares sin red, pero en su catálogo se esconden algunas piezas facturadas con notable artesanía, como esta rozagante ‘Everyone a Puzzle Lover’, mecida por la mandolina y, más bajo en la mezcla, el acordeón. La letra está escrita en boca de un señor que le habla a una camarera de las diferencias entre las clases sociales –y rechina un poco-, pero lo mejor es que acaba con un: “Lo dejó con un traqueteo / tos, tos / me llevé la taza de café frío / y una senda de cenizas de Camel cayó al suelo”. Menuda chapa le metió a la chica.


(Souvlaki, 1993)



A veces, cuando tengo pendiente descubrir a un grupo del que conozco poco pero lo suficiente como para saber que me interesará, escucho algunas canciones aleatoriamente decidiendo por la impresión estética que me provoca el título: si la palabra es bonita, o resuena de manera especial en mí o las letras que la configuran crean determinadas gamas cromáticas en mi cerebro. ‘Dagger’ significa ‘Puñal’, y me atrajo. Uno siempre juega a imaginarse cómo será la canción por su nombre, pero no podía sospechar su aliento acústico (alejado de las tormentas primaverales de otros temas suyos) y el símil de puñal y herida con dos amantes imposibles. El puñal y la herida están hechos el uno para el otro, pero el daño es ineludible.


(Have One On Me, 2010)



Sigo intentándolo con Have One On Me. Me pierdo en su minutaje; ya no es que pretenda escuchar los tres discos seguidos, es que me cuesta ponerme con cualquiera de ellos por separado. Así que durante el año he ido escuchando las canciones aleatoriamente, y entre ellas, la concisión de ‘’81’ sigue ganándome muy por encima de las demás. Me remitirá a la Newsom que más me gusta, la que raspaba en el primer disco; aunque a parte de por el hecho de que está ella sola con el arpa, la nitidez de la voz y la cualidad celestial –no agreste- de la melodía indican que estamos en otro lugar. Para mí, habla del “volver a empezar” y poner todos tus esfuerzos en consolidar ese nuevo comienzo.



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