En el trastero: Strawberry Switchblade - John Peel Session (1982) + Robin Millar Session (1984) / Pagan Babies - Demo (1985)


Estoy casi seguro de que en 1982, cuando Courtney Love contaba con apenas dieciocho años y andaba merodeando por Liverpool recién llegada de Portland (Oregón), tuvo oportunidad de percatarse de la existencia de Strawberry Switchblade y sentir en los dientes molares un par de pinchazos familiares, el de una caries y el de la envidia, provocados por la melosidad que ella anhelaba a toda costa en secreto y que la música del dúo escocés emanaba sin esfuerzo. Por entonces, Love todavía no se había visualizado al frente de una banda; se dedicaba a regalarle los oídos a Julian Cope (el hombre al frente de The Teardrop Explodes, que la acogió en su casa), a perder el norte cada vez que veía un concierto de Echo & the Bunnymen, y a extrañar a todos con las historias de su errática trayectoria, teniendo aún frescos un par de años de reclusión en un centro de menores después de pillarla en un tienda robando una camiseta de Kiss.

Cuando regresó a los Estados Unidos y en 1985 se instaló en San Francisco, conoció a Kat Bjelland (guitarra, voz) y con ella (además de Jennifer Finch al bajo y Janis Tanaka a la batería) formó un grupo, Pagan Babies, del que hace unos años pudimos escuchar la única maqueta casera que grabaron en diciembre de ese mismo año, un documento que revela la natural predilección por la ensoñación melódica de la señora Love. A principios de los años noventa sofocó sus gustos de tinte romántico (Fleetwood Mac, R.E.M., The Smiths) para -siempre según ella- ganar credibilidad en la escena alternativa, que dice iba a ridiculizarla si se salía de los márgenes del ruido y el dolor, algo que cuesta creer como justificación si tenemos en cuenta que el trabajo de los grandes nombres del indie rock americano nunca ha estado reñido con la pegada melódica. Fue cuando ya estuvo asentada en el star-system que empezó a admitir esas influencias de manera abierta y pasó de ningunear a Pagan Babies a dignificarlas comentando que "buscábamos ser la versión sofisticada de un grupo que deconstruyera enteramente una mezcla de Cocteau Twins, Echo & the Bunnymen y Bauhaus".

De la carnicería que después orquestaron ella en Hole y Kat Bjelland en Babes in Toyland dijo que "hicimos de los gritos primitivos una profesión", al tiempo que lamentaba que dieran por terminada la historia de Pagan Babies tan rápidamente. La verdad es que escuchando los cuatro temas de la maqueta (haciendo un esfuerzo para obviar la deficiente calidad de sonido de una cinta que ha dado miles de vueltas), el combinado de nombres dado por Courtney Love como descripción robot no resulta descabellado, basculando entre la belleza anestésica ('Bernadine'), la desenvoltura aparentemente optimista ('Cold Shoulders') la decadencia y la angustia juvenil ('Best Sunday Dress'); un pop estéticamente post-punky que resulta una verdadera sorpresa viniendo de quien viene, pero del que tenemos un claro precedente en las primeras grabaciones de Strawberry Switchblade para el programa de radio de John Peel en 1982. ¿Se llevaría consigo su recuerdo Courtney Love al marcharse de Gran Bretaña?

En 1982 Rose McDowall (voz, guitarra) y Jill Bryson (guitarra, voz) podían codearse con The Teadrop Explodes y Echo & the Bunnymen tanto como Courtney Love, pero a diferencia de ésta- que les abordaba con LSD o para darles la brasa sobre cómo dirigir sus carreras- el dúo lo hacía despertando entusiasmo por su proyecto musical y simpatías materializadas en gestos que les facilitaron mucho las cosas en sus inicios. Aunque existieron brevemente como banda íntegramente femenina de cuatro miembros a principios de ese año, Rose y Jill no acabaron de encajar con la sección rítmica y decidieron seguir adelante por su cuenta. El primer cable se lo echaron sus paisanos, músicos de Glasgow que ya empezaban a tener cierta relevancia como Jim Kerr (Simple Minds), que mencionó su nombre en una entrevista que le realizó Kid Jensen en su programa de la BBC Radio 1, algo que propició una propuesta formal a las chicas para grabar una sesión de cuatro canciones para su espacio. John Peel, figura superior si cabe en la misma emisora, consiguió su teléfono y les propuso lo mismo enseguida. Ninguno de los dos quiso escuchar una maqueta siquiera: Jensen no necesitó más referencias que el aval de Jim Kerr y a Peel le bastó con ver el interés de su compañero de la radio. Empezaron a ensayar rápidamente para realizar ambas sesiones, ayudadas por James Kirk (bajo, de los también escoceses Orange Juice) y Shahid Sarwar (batería de The Recognitions). Finalmente fue John Peel el primero que las tuvo grabando en un estudio, el 4 de octubre de 1982.

El caso de Strawberry Switchblade es llamativamente ilustrativo del carácter afanoso y depredador de la industria musical en la década de los ochenta cuando se encontraba con artistas que no sabían muy bien qué dirección tomar o que no se empecinaban en que se respetara su visión como debían. Rose y Jill se dejaban aconsejar y permitían que se metiera mano a su música a menudo, una flexibilidad motivada por su inseguridad y por el hecho de que fueran un dúo que permitió a productores y asesores de marketing comer terreno según les conviniera para sus estrategias comerciales. La sesión de John Peel hizo que Bill Drummond tuviera interés en ser su manager (ya lo era de The Teardrop Explodes y de Echo & the Bunnymen; el mismo círculo de nuevo) y trazó un plan que tenía el punto de partida en la publicación de un single en una compañía independiente, algo que buscaba certificar la autenticidad de la banda en el circuito indie a pesar de que ya sabía que Korova -una subsidiaria de Warner- estaba interesada en ficharlas y tenía planes muy distintos para ellas.


A partir de la aparición de su primer single Trees and Flowers (1983), fueron saboteando su personalidad hasta dejarla irreconocible. Todo lo que las definía musicalmente (las canciones de tres acordes tocadas con Rickenbackers, las armonías vocales, la humedad pastoral) fue oscureciéndose con caducos sintetizadores en favor de un sonido que despojó el carácter atemporal de sus composiciones e hizo de ellas un producto de barato y rápido consumo. El electro-pop gracioso pero con la pulpa raspada de su primer álbum Strawberry Switchblade (1985) buscaba repetir el éxito por sorpresa del single Since Yesterday (1984) con excesiva ansiedad, y para ello el productor del mismo reconvirtió todo su repertorio. Es curioso; cuando ves en las fotografías de promoción a esas dos chicas que mediante los lunares y el plástico se fabricaron esa imagen tan vistosa, híbrido entre Lene Lovich, Nina Hagen y Boy George, lo sorprendente es escuchar lo melancólica y natural que sonaba su música en sus principios. Ese contraste era único. En cambio, todo el equipo de su compañía discográfica logró hacer de la música algo previsible e insípido, común en un momento de la década de los ochenta en que la imagen aparatosa y la frivolidad del subtexto habían calado hondo en el mundo del pop. De repente sus canciones respondían a la superficialidad que se les presuponía en las fotos.

De no haberse perdido en un mar de concesiones, les hubiéramos escuchado un disco de debut (el único) muy diferente. Lo demuestran, por ejemplo, dos tomas inéditas de una sesión desechada con el productor Robin Millar en 1984 (que había producido también a Everything But the Girl o Weekend): aquí uno puede apreciar la esencia de sus inicios beneficiada de un refrescante brío jangle-pop que podría haberse medido con los mejores momentos de The Go-Betweens o The Bats, pero las imposiciones de su sello dejaron a estas lecturas despejadas de 'Secrets' y 'Poor Hearts' en una caja, como una suerte de excelente single que nunca se publicó. Necesario es también recuperar la decisiva  primera sesión de John Peel para empaparse del carácter delicado y extrañamente bucólico que irradiaban y que comentaba más arriba: la primeriza versión de 'Secrets', más new-wave, es el momento más saltarín entre piezas introspectivas, trabajadas en cristal fundido con sus armonías y el roce puntual de la guitarra acústica. Entre ellas destaca irremediablemente la que les dio a conocer, 'Trees and Flowers', una canción que tras un lenguaje inocentón ("Odio los árboles, y las flores, y los edificios / cómo me sobrepasan en altura... / (...) nadie parece asustado, solo yo") esconde la historia de la agorafobia diagnosticada a Jill Bryson. Anhelantes y apegadas emotivamente a la familiaridad de su entorno cotidiano, '10 James Orr Street' y 'Little River' no desentonarían en las recopilaciones del sello Cherry Red. Una camino que podían haber seguido deliciosamente pero que abandonaron tentadas por el espejismo de la diversión y el dinero, cuales Hansel y Gretel de su época entrando en casa de la bruja.


Comentarios

swangsongforyou ha dicho que…
No conocía esas sesiones, me lo apunto para bajarlas, tengo curiosidad por ver como sonaban al principio. Toda la razón en lo del LP, se nota que tienen potencial y, sin embargo, una vez más la producción 80s se carga lo que pudo ser un buen disco.
Estanis Solsona ha dicho que…

Sus primeras grabaciones son muy especiales, vale la pena tenerlas. Con suerte, en unos meses quizás se publiquen oficialmente; justo lo mencionaron la semana pasada sus paisanos The Pastels, que tienen un pequeño sello y están licenciándolo todo para que vea la luz en condiciones. Espero que se cumpla.

Un saludo!