Por el atajo: Lush - "Blind Spot" (2016)

Si bien hay reuniones de bandas que se han ratificado como definitivamente irrealizables a lo largo de los años (Cocteau Twins, The Smiths, Talking Heads), dejando por el camino incontables cadáveres de rumores que en algunos casos rozaron la confirmación, la reunión de Pixies en 2004 fue la primera que nos permitió aventurarnos a soñar que incluso lo más improbable podía suceder. Frank Black se pasó la década de los 90 respondiendo con un resentido "No way, José" cada vez que un periodista le preguntaba por la posibilidad de volver a capitanear a Pixies, y sonaba lo suficientemente rotundo. Poco a poco fue relajándose, y a principios de la década siguiente ya no le fastidiaba introducir canciones de su antigua banda en el repertorio de sus conciertos... y una cosa llevó a la otra. Su reformación (que a pesar de las continuas giras, hasta 2014 no brindó nueva música) dio paso a muchas otras: de Blur, Pavement y My Bloody Valentine a Mazzy Star, Slowdive o Belly, los últimos en animarse. Algunas se han celebrado como una gran fiesta de aniversario, estrábicos de nostalgia; otras, con la intención de reactivar una carrera que quizás empezó a ser apreciada con retraso y que ahora puede brindar una sustanciosa remuneración económica, o que acabó demasiado temprano porque así lo dictaminaron las complejas relaciones personales que amparan todos los grupos con el tiempo.

En febrero de 1998, Lush anunciaron que se separaban. En sus escasas conversaciones con periodistas desde entonces, Miki Berenyi (voz y guitarra) también soltaba frases lapidarias que negaban la posibilidad de volver a verla actuar con la banda que encabezó junto a Emma Anderson (guitarra y voz). La muerte de su mejor amigo y batería Chris Acland (hallado ahorcado en la casa de sus padres el 17 de octubre de 1996, a la edad de 30 años) le hizo abandonar por completo la idea de que Lush volviese a funcionar. En las notas que acompañaban el retrospectivo Ciao! The Best of Lush (2001), comentaba: "De ninguna manera podía haber seguido con Lush sin Chris, porque siempre creí firmemente que sin su influencia benigna Emma y yo nos habríamos hecho añicos hace años". Cuando se le hacía saber que muchos seguían anhelando volverla a ver en activo, como en una rara entrevista concedida en 2007, decía: "No sé cómo sería de entusiasta el apoyo si descubriesen que tener de vuelta a Miki Berenyi supondría entregarles a una oficinista cuarentona con el pelo canoso que sigue peleando para perder el peso de su último embarazo", e insistía, "sin Chris me sentí aún más aislada [en el negocio musical] y, francamente, cualquier cosa que hubiese hecho musicalmente me hubiera hecho notar aún más su ausencia".


Un artículo en The Quietus de abril de 2010, donde el autor se preguntaba por qué se había subestimado su legado y realizaba una controvertida comparación con la pleitesía que se rendía a My Bloody Valentine, fue el preludio insospechado a una ola de renovado interés por los sonidos de Lush y otros de sus coetáneos -dada por esa extraña naturaleza cíclica, intrínseca en la música- que se ha extendido en el último lustro como una polvareda, entre bandas noveles que les señalan como influencia y periodistas musicales que les destacan cuando estudian la época en que surgieron. El calor del reconocimiento ha sido clave para que Miki, Emma y Phil King (bajo) administrasen las cuestiones logísticas de sus vidas actuales y se pusieran a planear un retorno que se confirmó a finales de 2015, con el anuncio de dos conciertos en Londres que pronto fueron más y la promesa de nueva música a no tardar. Cuando uno pulsa el botón de pausa en un reproductor es porque hay otra cosa más allá de los auriculares que requiere su atención. La música espera, la vida sigue, la música se retoma. Escuchar por primera vez Blind Spot (2016) de un tirón me hizo pensar en eso: un sonido y una sensibilidad absolutamente singulares y reconocibles, conservados con una belleza que ha permanecido inmóvil; y a la vez, el incontestable hecho de que la pausa ha sido de 20 años (¿el "punto ciego" al que alude el título?) y el aroma de las experiencias y la madurez golpea desde las letras y desde el afinado criterio con que Lush han bebido de lo que, a día de hoy, les parece más reivindicable de su libro de estilo. Es un EP de cuatro canciones que desoye la simplicidad pop del inmediato Lovelife (1996) con que se despidieron (aunque la trompeta que adorna la desenfadada 'Burnham Beeches' remite a esa época de arrimo al brit-pop) y se acerca a los rincones más emocionales del elaborado Split (1994), un álbum del que guardaban un mal recuerdo por su difícil concepción pero que ha quedado para la posteridad como el que mejor estampó el equilibrio entre contundencia y abstracción.

Justin Welch, ex-batería de Elastica y buen amigo del fallecido Chris Acland, se ha unido al grupo y el EP lo han producido Jim Abbiss y Daniel Hunt (productor y miembro de Ladytron, respectivamente), que han demostrado conocer bien el legado de Lush para esculpir cada una de las piezas. La novedad en las composiciones mismas es que Emma ha escrito toda la música y Miki todas las letras (antes cada una completaba su trabajo por su cuenta), dando la simbiosis unos resultados espléndidos. Aunque ambas eran bastante versátiles componiendo, quizás las canciones más singulares de Emma eran esas que tenían una rica complejidad melódica y un subtexto envuelto en delicadeza, y esa vía es la que ha seguido labrando. Miki, por su lado, ha suprimido para bien la ironía sobre los desencuentros chico-chica que dominaban su última época en la banda, un tipo de relato que a veces chirriaba por demasiado unidimensional. Escribiendo estas letras se ha fundido con la música.

Mientras  'Out of Control' se desliza danzando en un compás 3/4, Berenyi despliega su aliento helado para tocarle la fibra a una hija adolescente superada por las vicisitudes de la edad, haciéndose tangibles el confort y su entrega. En 'Lost Boy', los inusuales cambios de acordes de Emma dirigen la melodía y con ello la narrativa, espeluznante y entristecida, que constituye una elegía sombría para Chris. El EP se cierra con idéntica solemnidad; en 'Rosebud' rasgan esa guitarra tan acuosa como cruda, suena un arreglo de cuerda sobrecogedor como el que creó Martin McCarrick en su día para 'When I Die' y la letra no deja de inquietarme: "Una gota de sangre es todo lo que hace falta / para cerrar los ojos y sellar tu destino / (...) Estoy aguantando la respiración / acercándome a la muerte / esperando mi oportunidad". Ahí está la urgencia del ahora o nunca. Una revancha; el beso justiciero que simboliza su retorno.


Para escuchar en Spotify:

Comentarios