Escenarios: El Último Vecino + Presumido - Salamandra 2 (L'Hospitalet de Llobregat), 25 de marzo de 2017

Fotografía de Magda Martínez

El Salamandra 2 de L'Hospitalet de Llobregat dio asilo, el sábado, a un doble cartel marcado por la fina vanidad, eso que una vez tituló una canción de Extraperlo poseedora de una poesía -en boca de Borja Rosal- que se echó en falta en varios momentos de esta noche programada dentro del Let's Festival. Reflexionar sobre cosas que no te convencen y hacerlo de forma constructiva es el verdadero reto de escribir sobre música e, imagino, de cualquier otra disciplina artística que te apasione. Si cuando algo está en sintonía con lo que nos gusta conectamos rápidamente referentes que respetamos, revivimos emociones potentes y con ello multiplicamos lo especial que nos parece, el caso contrario puede llevarnos a tener la misma habilidad para hacer conexiones en negativo y con vehemencia. Me ocurrió esporádicamente según se desarrollaba la velada, es cierto. Pero si solo tuviese veneno que repartir con crueldad, no tendría inquietud por escribir este texto y no lo haría; a esa conclusión he llegado.

Hablar de fina vanidad es hacerlo sabiendo que el adjetivo es un eufemismo, porque lo cierto es que se trata de un rasgo descarado de los líderes de ambos grupos, aunque le dan salida con maneras y resultados bien distintos. Tarci Ávila (voz, programaciones, teclado, guitarra) incluso lo estampó en el nombre de su proyecto, Presumido, que comparte con Nacho Dafonte (sintetizador, batería). Los gallegos se asomaron primero al escenario en el que han denominado su primer concierto importante, presentando un álbum de debut que ha salido hace a penas dos meses (Vendetta), aunque Tarci ya editó un EP con este seudónimo en 2013. Mencionan influencias exquisitas de pop electrónico y muestran osadía suficiente como para afirmar que han actualizado el synthpop, sana autoconfianza que el resto debemos tomar, por lo menos, con suspicacia. La canción que abrió el concierto lo hizo con el impacto necesario para introducir un espectáculo cuidado y bien ensayado: negro de uniforme, proyecciones, luces en sincronía con los ritmos, arreglos electrónicos meticulosos. En el repertorio destacan detalles refrescantes de tecnopop en piezas como 'Vendetta' y 'Necrotú y Yo', pero pronto se reveló que el romanticismo de unas letras pedestres le gana a una oscuridad más anhelada que intrínseca. Aunque el verdadero anhelo para Ávila pareció ser que el grupo tenga el tipo de fans que tienen Dorian o Love of Lesbian lo antes posible. Se le huele ese hambre, en sus tics interpretativos (pelín histriónico) y en un modo poco atractivo de pedir -demasiadas veces- que la gente se animase a cantar. Puede que lleguen esos fans; hay golpes de efecto y estribillos en segunda persona dirigidos a forzar esa comunión emocional y generacional con su audiencia. Dejar al descubierto esa prisa puede repeler.

Ironías de la vida, el 'Cualquier Otra Parte' de Dorian -pinchado en la sala y coreado por la gran mayoría del público como a Ávila le hubiera gustado que apoyasen a Presumido- fue lo último que sonó antes de que pisase el escenario uno de los frontmen más analizado y levantapasiones de nuestro país. Gerard Alegre Doria (voz) está viviendo la segunda juventud de Morrissey en cada concierto que da El Último Vecino, donde en las primeras filas todo es sudor, gritos, toqueteos, lujuria en los ojos y hasta una pizca de histeria. En directo suenan más sólidos y tajantes, también menos sintéticos, que en disco (algo más evidente en los temas rescatados de su debut homónimo), y el repertorio rara vez baja la velocidad de bpms conforme desfilan canciones como 'Tu Casa Nueva', 'Antes de Conocerme' o, en la recta final, 'Culebra, Columna y Estatua' y la audiencia se desquita enfervorizada ante el cantante, que baila con la mirada quizás fijada en alguien pero perdida. Complació como le interesó: se abrió la camisa y enseñó pezón para el que lo esperase pero privó de la versión de 'Mi Chulo' (La Zowi), que tan popular se ha hecho las últimas semanas, a los insensatos que se la estaban pidiendo a gritos ya antes de acometer el segundo tema. Su carisma es potente y se traslada a la audiencia como congénito, no como una farsa, pero la verdadera hazaña fuera de las tablas recae en la economía de su música, sobre todo en unas letras que no necesitan de perífrasis -ni de prescindir del cripticismo- para capturar emociones de euforia y angustia, a veces simultáneas. Como muestra, un botón: "Antes siempre esperaba tu risa cansada / antes siempre esperaba a que llegaras aunque fuera tarde / Y así eran todas mis noches / y así eran todos mis días / aunque fuera tarde", casi todo lo que canta en 'Antes Siempre Esperaba', uno de los momentos más singulares en su discografía y más magnéticos en directo. Solo le pondré una pega: la sensación de linealidad hacia el final en la secuencia del set. Pero no seré yo quien hunda a Narciso.




Comentarios

Pereiro ha dicho que…
Agree 100%
Estanis Solsona ha dicho que…
¿Hay algo que tampoco te cuaja en la propuesta de estos paisanos tuyos? Jeje. Un saludo.
Pereiro ha dicho que…
No me convencen ni mis paisanos ni el tuyo. Cuando uno está tan pendiente de la estética y de las formas acaba por descuidar el fondo. Jeje.
Si la propuesta es rompedora y maravillosa esa actitud de estrella por encima del bien y del mal puede ser la guinda (Morrissey o Jarvis Cocker en su día), pero si no es así lo mejor es una actitud humilde.
El Último Vecino tiene canciones muy resultonas, pero es ver un video suyo y lo descarto de inmediato.
También puede ser la edad. Siempre me ha gustado la actitud de grupos como Le Mans o La Buena Vida, que casi pedían permiso para salir al escenario.
Un saludo!