Escenarios: Tulsa - La [2] de Apolo (Barcelona), 23 de febrero de 2023


Oí a Miren Iza (voz, teclado, guitarra) decir en una entrevista no muy antigua que alguna vez -y parafraseo- se preguntaba si tenía derecho a estar; si entre la frescura que empuja a las generaciones más jóvenes lo suyo no dejaría de ser relevante y habría que considerar una retirada a tiempo. Es algo, esto de ser mujer en la cultura pop y llegar a cierta edad, en lo que vengo pensando últimamente; cuando en los periódicos generalistas se firman artículos de opinión discutiendo la salud mental de una Madonna que no se jubila -en su caso, además, ciñéndose a juzgar cuestiones extramusicales- pero también cuando tengo delante a una Christina Rosenvinge radiante de felicidad y segura como nunca sobre el escenario hace unas semanas; o cuando escucho Negative Capability, álbum que Marianne Faithfull grabó habiendo cumplido los 70, y me conmuevo sobremanera porque en general nadie nos está explicando cómo son las emociones en esa a etapa de la vida. Todas son mayores que Miren Iza pero a todas se las empezó a cuestionar antes de cumplir los años que ella tiene hoy. El jueves la tenía a corta distancia por primera vez y me acordé de la madrugada de 2000 que trasnoché frente a la tele para grabar la aparición de su primer grupo, Electrobikinis, en Los Conciertos de Radio 3: el bajo, la minifalda rosa, la mirada airada... La frescura de la juventud, sin duda, y además empacada en punk rock. Sin embargo, el concierto de Tulsa en La [2] de Apolo me confirmó lo que cada vez veo más claro: que la madurez trae consigo una manera desprejuiciada de jugar y una afinación de las aptitudes que, de verdad, agarra el alma con mucha más fuerza que la desfachatez del novato. Por favor; que nunca nos creamos que el pop tiene edad ni topes, porque nos perderíamos a autoras como ella conquistando cimas de oficio y arte que ni huelen en sus inicios, mieles que saboreamos y nos nutren a todos. Todo un país pierde si esta no es su cultura de masas. 

Puntual a pocos minutos de que tocasen las nueve de la noche, Miren atravesó el azul eléctrico del escenario sola, se sentó al teclado, y con un foco anaranjado sobre su figura nos inmovilizó por el estómago interpretando 'Amiga', la crónica de una amistad enrarecida por una deslealtad que dejó un daño irreparable; un ejemplo temprano en la velada de su talento para escoger las escenas cruciales de una narración y llevarte directo a sentir el golpe de los hechos. Para el primer concierto de Tulsa en Barcelona desde que presentase Centauros en 2018, Miren vino rodeada de un trío sensacional -Clara Collantes (guitarra, voz), Mariana Mott (batería, voz) y Javi Betacam (teclados)-, sobrado de genio para recrear fielmente las texturas de Ese Éxtasis (2021) y proyectar nuevos reflejos sobre las selecciones que nos llevaron a mirar atrás en su catálogo. Después de la introducción arrebatadora de 'Amiga', una primera sucesión de canciones del último disco nos situó en un plano desvergonzadamente pop, donde Miren ha hallado un tono de humor afilado con el que observa tanto lo que nos incumbe a todos (la sátira encabronada a costa de los ricos que es 'La Boda') como lo que ocurre en el marco más íntimo (en la balada 'La Piscina', la desincronización de los dos sujetos de una relación; en la brillante 'Destrucción Mutua Asegurada', los que tienen una guerra abierta de suspicacias en vez de una cita). 'En Tu Corazón Solo Hay Sitio en los Suburbios' supuso el primer aviso de violencia emocional, sonando más agresiva que en La Calma Chicha (2015), antes de que Miren se calzase la guitarra acústica para abordar otra viñeta crítica con el capitalismo ("Una vez me tocó la lotería y perdí el décimo, y por eso escribí esta canción", dijo para presentar 'Dinero Caído del Cielo') y dejarnos en una nube pero tocados con 'Os Oigo Follar', donde la comparación entre el amor recién estrenado y el de largo recorrido deja un regusto agridulce de nostalgia.

Con la guitarra acústica todavía colgada atacó 'Bilbao', una de las piezas más rotundas de su discografía, que tuvo un pico gemelo de oscuridad en 'Verano Averno' (que tocaron seguida), un blues dominado por un deseo ponzoñoso que sonó más maligno que el original; como 'Bilbao', que sustituyó el ajetreo sintético del (soberbio) arreglo de Centauros por una encarnación más cruda y contundente. 'Autorretrato' vino a apaciguar esas emociones más sombrías y sobresalió como un pico blanco tras la dos cimas negras, una de sus canciones más desnudas y valientes. Fue entonces cuando se quitó la chaqueta y se enfundó un par de guantes azules, como hacía Cristina Lliso cuando actuaba con Esclarecidos (de quienes Tulsa ha versionado 'Arponera' al menos en una ocasión), y no sé si esa asociación me hizo proyectar más de la cuenta, pero quiero pensar que no es casual que tal complemento aparezca para interpretar piezas como 'Los Amantes del Puente', 'Gran Fuerza Domadora' u 'Oda al Amor Efímero', que explican cómo nos dominan las ganas de querer a alguien con una elegancia y una sensibilidad que me remitió a todos los aciertos de Esclarecidos en ese campo. Pero al final el setlist volvió a adentrarse en superficies espinadas con el ritmo tórrido de 'Centauros' -una suerte de himno comunal para alentarnos a aceptar nuestras contradicciones- y con 'Atalaya', una intimidación parida en la noche, apuntalada por alaridos que hielan la sangre. Fue entonces y también viendo con qué tono dinamitó 'Yo No Soy Penélope' junto a la banda cuando los guantes ya no me remitían a Cristina Lliso; me parecían el atrezo de una Diamanda Galas que estaba allí para asustarte con el fin de destapar algo en ti. 'Los Volcanes Avisan' fue, en ese contexto, la catarsis final perfecta.


Setlist:
Amiga / La Piscina / Destrucción Mutua Asegurada / La Boda / En Tu Corazón Solo Hay Sitio en los Suburbios / Dinero Caído del Cielo / Os Oigo Follar / Bilbao / Verano Averno / Autorretrato / Los Amantes del Puente / Gran Fuerza Domadora / Matxitxako / Oda al Amor Efímero / Centauro / Atalaya // Yo No Soy Penélope / Los Volcanes Avisan

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