Escenarios: Camera Obscura - Sala Upload (Poble Espanyol, Barcelona), 28 de septiembre de 2024

Tracyanne Campbell, Lee Thomson (izquierda) y Nigel Baillie (derecha), fotografiados por Ricard Cabrera.


Ya lo había confesado Tracyanne Campbell (voz, guitarra) en una de sus canciones más antiguas, allá por 2001: "Soy más suave de lo que mi cara sugiere"; algo que recordé durante la actuación de Camera Obscura ayer en la barcelonesa sala Upload. Su semblante cuando canta y toca la guitarra, resaltado por unos sus ojos claros imponentes, es serio y me remite al de la Nico que se paseaba por Europa dando conciertos en 1985 (irónicamente, presentando el álbum Camera Obscura), pero aunque creo que a todos nos choca un poco ese contraste entre la aparente severidad de la mensajera y el derroche de amor y vulnerabilidad que siempre ha colmado su música, me di cuenta de que es bueno que las cosas no sean como creerías que deberían ser por lógica, para darte una lección. Es como cuando alguien toma por antipática a una persona que en realidad es extremadamente tímida y está bloqueada; la cuestión es poner de tu parte para leer a quien tienes delante sin precipitarte, y por si las canciones no hubieran sido suficiente, como anexo pudimos ver que Tracyanne no escatima sonrisas de pura alegría entre interpretaciones, como el resto de la banda; más en una noche en la que el público los deja estupefactos con su energía. Más allá del gusto personal de cada uno, ¿por qué Camera Obscura sí y tantos otros grupos que emprendieron una ruta similar con inspiraciones retro no? Justamente, porque Tracyanne Campbell siempre ha tenido un sexto sentido afinadísimo para una economía de recursos que tiene como valores en alza la sutileza y el corazón abierto frente a la afectación y el melodrama; porque por mucho que recurra a las progresiones de acordes que más se utilizaron en los años '50 y '60 para componer, su personalidad impide que todo se quede en un ejercicio de estilo superficial. En otras manos, en otras mentes, con otras voces, fracasan en eso sin más.

Como si me hicieran falta motivos antagónicos para ensalzar a Camera Obscura como algo deslumbrante, su concierto tiene lugar entre dos situaciones repugnantes: pasar por delante de la Plaza Mayor del Poble Espanyol para entrar en la sala Upload (donde hay montada una discoteca hortera como parte de un evento cervecero; sic) y ver cómo volviendo a casa nos escupía un chaval de un pelotón de cinco que conducían patinetes eléctricos, y hasta se giraba para ver si había acertado y se había montado algún revuelo. Así que mientras sigo andando pensando en el asco que me da una vida nocturna de la que estoy alegremente desconectado, me reafirmo en que lo que ha ocurrido entremedias paga todas las penas; un concierto soberbio que me ha dado la oportunidad de reubicarme con una banda que no había podido volver a ver en directo desde 2006 (como cabezas de cartel de una maravilla benéfica llamada Els Reis Són Rockers, que durante más de 10 años sirvió para recoger juguetes para niños desfavorecidos) y que desde entonces se ha recobrado lentamente de la pérdida de la teclista Carey Lander, que falleció en 2015 a causa de un cáncer óseo. Iba a encontrarme ante un grupo que había dado un estirón de madurez, y que había publicado tres discos a los que no había prestado atención, siendo el más reciente el primero que graban desde que falta Carey.


Junto a Tracyanne siguen estando Kenny McKeeve (guitarra, voz), Gavin Dunbar (bajo), Lee Thomson (batería) y Nigel Baillie (trompeta, percusión), y se ha añadido Donna Maciocia a los teclados y para dar réplica a la cantante armonizando exquisitamente. Con las entradas agotadas, la anticipación del público era palpable cuando empezaron a silbar alrededor de las 21:30h y su entusiasmo fue in crescendo desde que el grupo subió al escenario al son de ‘Lady Luna’ de Nora Orlandi, conforme se iba desarrollando un setlist que fue prácticamente una tripartita entre la presentación de su último trabajo, Look to the East, Look to the West (2024); la celebración de cómo todo el mundo sigue recordando con frenesí el álbum Let's Get Out of This Country (2006); y la reivindicación del colorido repertorio de My Maudlin Career (2009), una continuación espléndida a ese trabajo tan celebrado que me perdí en su día y que ahora estoy disfrutando como si hubiese salido ayer. Así, la noche arrancó con la caja de ritmos de la reciente y balsámica 'Liberty Print' pero enseguida pasaron a disparar cartuchos cargados de anhelos y vivacidad del calibre de 'Let's Get Out of This Country', 'Swans' y 'Honey in the Sun'. Hay géneros musicales que tienen que dejar espacio para las fisuras por donde se cuelan esas imperfecciones que reflejan la propia naturaleza humana con sus arrebatos emocionales, pero en el pop de inspiración clásica como el que hacen Camera Obscura esa humanidad se traslada justamente mediante una ejecución cuidada que no se permite improvisaciones ni que las piezas desengranen, donde los detalles están al servicio del tono ensoñador que tienen esas melodías al punto de caramelo, y que conste que esto no equivale a asepsia ni al piloto automático con el que se manejan tantos grupos; es más bien como que en la interpretación sublime, nota por nota, está la magia que te lleva a la emoción más pura.

Así, van desfilando piezas que van desde la balada con ese órgano que le da una mordida de ironía ('Tears for Affairs') al trote de influencia country ('Big Love', dedicada a un afortunado que cumplía años), de la sensualidad arrimada al soul de 'This Is Love (Feels Alright)' (única mención a Desire Lines, de 2013, que ha quedado como una pequeña desviación en su discografía) a ese himno sigiloso e insistente que es 'We're Going to Make It in a Man's World'. "Si esto fuese un partido de futbol", dijo Tracyanne en un momento dado, "Barcelona ganaría a Madrid por goleada. No le digáis a nadie que lo he dicho". Y es que el grupo ya llevaba un rato contentísimo de ver cómo la gente estaba rendida ante ellos, probando los límites de ese entusiasmo encadenando cuatro singles incontestables en el tramo final: 'The Sweetest Thing'; un 'French Navy' coreado de pe a pa; y el binomio formado por 'Lloyd, I'm Ready to Be Heartbroken' e 'If Looks Could Kill', recibidas con el fervor propio de los momentos inolvidables. Si en medio de todo esto ya se ha inmiscuido la añeja 'Teenager' (que conserva toda su frescura) y para el bis se deciden por 'Eighties Fan', único rescate de su primer álbum y un privilegio del que no han disfrutado en todas las ciudades, no queda más que aplaudir a rabiar. La deconstrucción al ralentí de los acordes y la melodía solemne de trompeta con la que acaba 'Razzle Dazzle Rose' puso punto y final a un concierto al que debería haberme llevado un folio y lápices de colores, para dibujar la estampa de los seis miembros al vuelo como hacen en los juicios, doblarlo en cuatro y guardarlo en el bolsillo de la chaqueta que queda delante del corazón, probablemente para no sacarlo jamás.


Setlist:
Liberty Print / Let's Get Out Of This Country / Honey in the Sun / Denon / Tears for Affairs / Teenager / The Light Nights / Big Love / This Is Love (Feels Alright) / Swans / The Sweetest Thing / French Navy / Lloyd, I'm Ready to Be Heartbroken / If Looks Could Kill // Come Back Margaret / Eighties Fan / Razzle Dazzle Rose

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