Escenarios: The Rapture + La Sécurité - Razzamatazz 2 (Barcelona), 23 de noviembre de 2025

Contaba con acordarme del John Lydon que entonaba el 'This Is Not a Love Song' de P.I.L. si The Rapture llegaban a tocar (lo hicieron) la canción que tituló su primer álbum Echoes (2003), pues de ahí fusiló Luke Jenner (voz, guitarra) el fraseo demente y el par de notas que tiene la melodía. Con lo que no contaba al salir de Razzmatazz 2 era con acordarme del John Lydon que aún se hacía llamar Rotten, y de la famosa frase que dijo a micrófono en el último concierto de Sex Pistols en 1978: "¿Alguna vez habéis tenido la sensación de que os han engañado?". Cuando se anunció el regreso a los escenarios de una de las bandas capitales del revival post-punk de principios de los 2000, solo Luke Jenner aparecía en las fotos; el resto era una incógnita. Si bien estaba al tanto de que hace unos años habló abiertamente de los traumas familiares que le habían llevado a tener serios problemas de salud mental y a hacer terapia para mantenerse completamente sobrio, no tenía ni idea de que todo eso también había dinamitado la relación con los miembros originales de la banda. Para lo que yo soy, me presenté en este concierto habiendo hecho muy poca labor de investigación. Resulta que Jenner también es ahora un life coach profesional.
Hacia las 21:15h de la noche, apagándose el 'Tonight's the Night' de Neil Young en el sistema de sonido, descubrí que la formación actual de The Rapture se reduce a trío, con un bajista jovencísimo (Conor Kenahan) y un batería que es un portento (Sam Bey) como únicos acompañantes de Jenner. Hasta ahí bien; el combo es más que solvente, él conserva la voz aguda de antaño y la lleva al límite mientras se corta los dedos con la guitarra (desde los cuchillazos al estilo de John McKay en Siouxsie and the Banshees que introducen 'Sister Savior' hasta las palpitaciones funkies de 'Whoo! Alright - Yeah... Uh Huh') y hasta nos retan con un par de detalles como empezar con una de sus canciones más crudas y recónditas ('Confrontation', del EP Out of the Races and On to the Tracks, de 2001) o rescatar 'The Chair that Squeaks', de su primerísimo single. Pero la sensación de encerrona no me abandonó a lo largo de un set con sensación de apresurado y aleatorio en el que hubo buenas recreaciones de las piezas más salvajes de Echoes (aunque ni rastro de 'Olio' o 'I Need Your Love' ni intención de recrear la pátina de sofisticación que DFA le dio a 'Sister Savior', interpretada ayer en autopiloto, o 'Killing', sin la gracia del pulso maquinal electrónico) alternadas con canciones terriblemente tediosas como una versión de 'Swingtown' de la Steve Miller Band o 'Blue Bird'. La sensación de desencanto se hizo definitivamente patente al marcharse del escenario sin previo aviso cuando no llevaban ni 45 minutos, mientras su técnico de sonido sembraba el escenario de rosas en cuatro puntos distintos y levantaba los brazos para que nos animáramos a pedir el bis que, yo creo que por la misma incredulidad, no pensábamos que tuviéramos que pedir todavía. Acabar con los singles 'How Deep Is Your Love', con su reminiscencia house, y la incendiaria 'House of Jealous Lovers', es un movimiento obvio para dejarlo en lo alto y comprar hasta al más escéptico, pero de verdad que costaba olvidarse de la jugarreta que nos han colado con esta gira.
Así que no pasa nada, siempre tendré un mejor recuerdo de la velada gracias al concierto de La Sécurité, un quinteto de Montreal que sacó su primer álbum hace un par de años y que de haber existido hace dos décadas podría haber sido de las bandas más queridas de la ola post-punk de la que salió The Rapture. Entre las líneas típicamente angulosas o tétricas del género y la vocación de divertir, con una instrumentación inventiva entre las dos guitarristas, el teclado áspero y el acento en la percusión, La Sécurité ponen en práctica las mejores enseñanzas de The B-52’s, The Slits, Devo, Plastics, ESG... y las canalizan mediante la carismática Éliane Viens-Synnott, que se subió de nuevo al escenario más tarde para tocar el cencerro y cautivarnos bailando a lo loco en el apoteósico ‘House of Jealous Lovers’ de los cabezas de cartel.

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