Imperdible: The Sugarcubes - "Life's Too Good" (1988)

Entre los vinilos y casetes que había por casa cuando era pequeño, en muchos casos no teníamos los discos que se consideran clásicos indiscutibles de cada uno de los artistas: de Patti Smith estaba Radio Ethiopia pero no Horses; de The B-52's teníamos Wild Planet pero no el disco homónimo; teníamos Pretenders II pero no Pretenders; teníamos incluso un disco de Vangelis que a nadie le importa y que a mí me gusta mucho, See You Later (ahí está 'Memories of Green', que acabó en la banda sonora de Blade Runner). En cierta manera, era algo bueno porque tú no sabías que eran discos difíciles de digerir, decepcionantes o directamente malos. Los recibías sin ninguna referencia y dependía de ti convertirlos en clásicos. De The Sugarcubes, la banda que sirvió de tarjeta de presentación mundial a Björk (voz, teclados), teníamos Here Today, Tomorrow Next Week! (1989). Pasaba una cosa extraña; cuando metían la cinta en el radiocasete del coche por la cara A se aceleraba durante la primera canción sin un motivo razonable y escuchábamos a unos nerviosos Alvin y las Ardillas durante dos minutos. Tiempo más tarde, cuando Björk empezó a publicar discos por su cuenta y leí las primeras entrevistas y libros sobre ella me enteré de que el mundo no había recibido muy bien ese segundo álbum del grupo islandés. Daba igual que ahí estuviesen 'Planet', 'Regina' o 'Speed Is the Key': era la secuela de un disco por el que los críticos se habían derretido en halagos y The Sugarcubes no podían acertar; nada iba a complacerles, ni repetirse ni salirse por la tangente. Visto en perspectiva, por mucho cariño que le tenga y aunque es un disco resultón, puedo entender que las costuras de Here Today, Tomorrow Next Week! se le hiciesen indiscretas a quien se hubiera sorprendido con Life's Too Good (1988): menos cohesión (demasiadas canciones, algunas realmente flojas); la sensación de que se recreaban en una excentricidad más ensayada; y una presencia más intrusiva de Einar Örn (voz, trompeta), un bufón tan importante en la receta de la banda como cualquier otro miembro que daba la cara junto a Björk, tolerable si recita en algún interludio de manera sosegada pero a menudo irritante como un bebé que gruñe para pedir comida.

El planeta, empezando por el Reino Unido, descubrió a The Sugarcubes en 1987 pero el colectivo que formaban sus cinco componentes -agitadores culturales en Islandia por vías que trascendían la musical- no estaba formado por debutantes. El batería Siggi Baldursson, Björk y Einar ya habían coincidido en Kukl, banda que llegó a fichar por el emblemático sello Crass Records y bien conocida en los circuitos europeos de música siniestra durante los tres años que les duró la aventura, entre 1983 y 1986. Lo último que hicieron fue aparecer en un especial de media hora en la televisión local islandesa, actuando Björk embarazada de siete meses y con la panza al descubierto. Unas semanas más tarde, juntándose con Thor Eldon (guitarra y padre del inminente retoño) y Bragi Ólfasson (bajo), montar The Sugarcubes fue la respuesta a su ocurrencia de tener un grupo de pop intrascendente. En ese sentido podríamos afirmar sin miramientos que les salió el tiro por la culata. Kukl fue una escuela valiosa de complejidad post-punk y claustrofobia atmosférica que enriqueció y dio un toque inaudito a lo que para ellos iba a ser un pop festivo y fácil sin más.


Enseguida se habló de unos The B-52's del indie pop y como referencia inicial es válida: se da el intercambio entre la voz masculina y las disparatadas melodías de Björk y el propósito festivo, pero en comparación con la el grupo de Athens (Georgia) el papel de Einar es más anecdótico que primordial -es como el monstruo con buen corazón de un cuento, que sigue a la niña y quizás acabe domesticado- y lo de ella no bebe del kitsch sino que despliega una sensibilidad más asilvestrada, desatándose, riéndose para sí misma y arrastrándonos mientras descubre con ojos curiosos todo lo que le rodea. El tinte de fábula infantil de muchas canciones, sumado a su innegable aspecto de pequeña esquimal, le valdría los espeluznantes calificativos de duendecillo y niña mayor que definirían su imagen pública y tanto la incomodarían durante años. Life's Too Good es una colección sólida y entretenida de diez canciones de pop tan saltarín como ingenioso que parte de su punto más oscuro ('Traitor', una narración de Einar que hace las veces de inquietante introducción: "Con los ojos vendados al amanecer / oyendo los tambores de los catalanes marcando el tiempo que me queda") para salir a la luz y presentar a personajes en situaciones pintorescas como la de 'Motorcrash', una pieza jocosa y bailable donde Björk presencia un accidente de moto, se abre paso entre la gente para secuestrar a la afectada y curarla, devolviéndola más tarde disfrazada a su casa para sorpresa de su marido. En la misma línea desenfadada nos encontramos otros temas como 'Delicious Demon', el pop con un toque autómata de 'Blue Eyed Pop' o la concluyente 'Fucking In Rhythm & Sorrow', un rockabilly donde se dirige a suicidas y deprimidos para decirles que no se tiren por la ventana, resumiendo el significado retorcidamente hedonista del título del álbum. 

Por supuesto están 'Birthday' (su primer single, que grabaron primero en islandés) y 'Deus', las canciones que hicieron preguntarse a todo el mundo de dónde salía esa voz y esa música, donde los entretelados de guitarras muestran su máxima expresión preciosista y singular. Los elementos se recrudecen para echar a las brasas la tensión sexual y pegajosa de 'Coldsweat', y en medio de todo ello no hay momento tan emocionante como la búsqueda de cobijo materno de la Björk de rompe y rasga en 'Mama', sobre el bajo repetitivo y la batería casi tribal. Estas últimas cuatro, dentro de lo estrambótico, son las piezas que más destacan y le dan al disco un grado de perdurabilidad y magia incontestable, presagio de todo lo que daría Björk al empezar su carrera en solitario. Mucho más que una fiesta de arties ligeramente borrachos en Reikiavik.

Para escuchar en Spotify:

Comentarios

La Menor Intención ha dicho que…
Qué divertida es motorcrash! Hacia mucho tiempo que no los escuchaba, y ahora me has vuelto a hacer pensar en ellos.
Estanis Solsona ha dicho que…
'Motorcrash' es un chiste, la he escuchado una docena de veces estos días, siempre esperando el final de la historia: que la secuestre para curarla ya es, pero que la meta en un taxi disfrazada camino a casa luego es impagable, jaja.