Tarde o temprano: Mia Doi Todd - "Come Out of Your Mine" (1999)

Me han regalado muy pocos discos escogidos sin la certeza de saber si conocía al artista o no, si me interesaba, si resultaba que ya lo tenía en mi discoteca... Así, a bote pronto, recuerdo La Flauta del Sis Barrufets (madre mía, ¡si para mí era un single infantil y hoy leo que lo firmaba Michel Legrand!) y I Will Be de Dum Dum Girls. Yo tampoco arriesgo con los amigos cinéfilos y aún menos con los ratones de biblioteca: el miedo a no acertar, a regalar una obviedad o algo que no he advertido que es malo y vulgar simplemente me paraliza. Además de porque proyecto la imagen de entendido en la persona que lo recibirá, creo que esto ocurre porque asumo que, como yo, otro devoto de lo que le apasiona tampoco podrá escapar el punto de cautela paranoica sobre lo que deja entrar en ese universo cultural, particular y propio, que tiene permanentemente en construcción y del que es un cuidadoso curador, guiándose por sensaciones muy íntimas. Un artefacto desconocido que escoge un tercero, por mucho que te conozca bien, puedes recibirlo con suspicacia si se supone que tiene que entrar en un campo que para ti es casi sacrosanto. Kristin Hersh lo dice: pedirle a alguien que adopte tu banda sonora es como pedirle que se cambie a tu religión. De todas maneras, lo que me llevó a Mia Doi Todd es un poco distinto, porque no vino elegido por recomendación ni con referencias. Quien me lo regaló la vigila de Reyes de 2016 creyó que sería divertido merodear por la sección de cantautores folk en la tienda y confiar en aquello que le resultase interesante a la vista, como un juego que no importaba cómo saliese. No solo fue divertido poner el disco sin saber qué me esperaba, sino que con el tiempo tuve que agradecerle la osadía. 

Reconocí en Mia los rasgos exóticos. Un sombrero parecido a un casco militar de la Segunda Guerra Mundial dejaba sus ojos en la sombra y la tinta roja sobre papel mate resultaba ser una pista superficial sobre su artesanía. Investigando un poco aprendí que ya había oído su voz sin saberlo, en una pieza de Dntel llamada 'Rock My Boat', y que el asombro ante su talento había llevado a David John Haskins (Bauhaus), The Folk Implosion o Beachwood Sparks a pedirle que colaborase con ellos. Come Out of Your Mine (1999) es el segundo volumen de una improvisada trilogía de discos en formato estrictamente acústico con los que dio comienzo su carrera, casi fortuitamente, cuando tenía veintiún años. "Empecé a ir a un club de indie rock y a seguir a una banda local llamada Further", explicaba en 2008, "y empecé a escribir canciones más seriamente en la universidad, un montón. (...) Ellos tenían un estudio pequeño en un garaje. Así que fui a grabar maquetas para un álbum que pretendíamos hacer, pero me puse enferma y no pude seguir grabando. Las maquetas ya capturaban muy bien lo que estaba haciendo, la extraña aventura musical de esta mujer joven. Y editamos [The Ewe and the Eye, 1997] así". Nacida y criada en Los Ángeles (California), hija única de un escultor y una jueza que se divorciaron cuando tenía ocho años, Mia había tomado lecciones de canto de una vecina cantante de ópera en la primera etapa de su pubertad, pero fue alrededor de los dieciséis cuando cogió una guitarra que su madre había comprado en los años 60 y desarrolló su voz en otra dirección. 

En la Universidad de Yale en New Haven (Connecticut) coincidió con el músico y compositor Holcombe Waller, quien grabó las canciones de este segundo álbum "el 14 de noviembre de 1997, entre las 2 y las 5 de la madrugada" dentro de una pequeña capilla en el propio campus, sin permiso. "Nos colamos pasada la medianoche y lo preparamos todo. Un policía asomó la nariz en un momento dado pero no olió que estuviésemos molestando. Siguió a lo suyo, y nosotros a lo nuestro". El apunte figura de su puño y letra en el libreto como una nota dirigida al oyente. Para ella es el recordatorio que termina de documentar una noche única, pero para nosotros la información trasciende la anécdota y se hace inseparable de la música. Para mí entinta esta colección de temas en sombras espesas y baja temperatura, acercándome más a su voz pero aún sin poder verle los ojos, sin poder verla, preso de la misma ceguera que sufres en las noches de insomnio cuando miras a tu alrededor a oscuras. Emanando de la penumbra, me concentro en el timbre de esa voz que evoca de forma extraña a sus ancestros orientales por el lado materno, y me acuerdo de Naomi Yang (Damon & Naomi) cuando sobrevuela como un pájaro un paisaje de folk enigmático, pero parece que Mia Doi Todd pueda despertar espectros todavía más antiguos. 

Pasaron muchos meses hasta que el disco vio la luz gracias a Communion Label, en mayo de 1999. Estando el fin de milenio a la vuelta de la esquina, que pudiese publicarse antes de que acabase el año parecía importante, pues en varias de las letras Mia hace referencia a las expectativas ante el cambio de ciclo, admitiendo su intranquilidad desde la inicial y solemne 'Independence Day', un desfile de imágenes enrarecidas, inspiradas en las celebraciones del día de fiesta nacional americano, que le sirve para insinuar que la humanidad repetirá muchos errores: "Y las señales de humo secretas, secuela de la pólvora / parecen la indicación más significativa de lo que está por venir". Doi Todd ha explicado que siempre le han fascinado las fuerzas opuestas; el tercer disco, Zeroone (2001), se abría con la canción 'Digital', donde cantaba: "Sistema binario, unos y ceros, oscuridad versus luz / Yin y yang, X y Z, mi madre y mi padre me hicieron una noche", admitiendo con este último verso que heredó cosas muy diferentes de cada progenitor. En Come Out of Your Mine también se pregunta "¿Cuál es la diferencia entre nada y todo? ¿Entre nadie y todo el mundo? ¿Entre ningún lado y todos los sitios?". Anhela la libertad, pero parece atemorizarla.

'Your Room' y 'Sunday Afternoon' suenan seguidas a la mitad del álbum, envolviendo escenas cotidianas en una placidez romántica y folky que aquí es casi una excepción. En este disco puede soplar el viento templado que revolvía el pelo de cantautores surgidos a finales de los años 60, pero la pulcritud de su tono vocal está al servicio de reflexiones que desasosiegan, yuxtapuesto a la ocasional nota discordante y a unos acordes sujetados sobre todo en las cuerdas más gruesas, detalles que sellan la estrecha relación entre la parquedad sonora y el contenido. El nervio de 'I've Got a Gun' llega a un extremo que no acaba de funcionar, pero en 'Strawberries', en cambio, consigue capturar el ansia sobre dos acordes obstinados que parecen de una canción tradicional griega: "Llamé a tu puerta, respondiste bastante rápido / dijiste que no podía entrar / pero que podíamos pasear juntos por el jardín...". Paseando por un huerto del brazo de alguien a quien desea, sabiendo que él no le da luz verde, empieza a describir la exuberancia de cada hortaliza, alimentando la tensión admirablemente. Cuando suenan 'Save Me', 'Spring' o 'Strange Wind' es como si la Marianne Faithfull jovencita hubiese podido cantar el repertorio de What Would the Community Think de Cat Power; una criatura con una voz pura discurriendo sobre los males emocionales del siglo XX: "Mi cuerpo domesticado / y mi mente domada por la moderación / hierven dentro de mi piel fotocopiada / y le pregunto: '¿Toda libertad es oscura?'".

El confort canalizado a través de la reverberación natural de la capilla y el potencial poético te hacen olvidar la impresión monocromática que puedes tener al principio. Cuando acaba 'Age', minuto y medio a capela donde dice que no son tiempos para doncellas y pastores pero que todavía existen, aún queda 'The River & the Ocean': "Ahora soy algo más grande, aunque menos de lo que era / el día que descubrí que era un río que había desembocado en el océano / Soy un pájaro silbando en la oscuridad, atrapado en esta mina cavernosa / cuando se hace el silencio, sabes que es hora de empezar a correr". Interrumpido por un segmento de pesadilla primero, y por la canción de cuna 'Row Your Boat' después, este tema que casi se estira hasta los siete minutos resume una lección aplastante sobre identidad y vida que seguirá vigente en el próximo cambio de milenio, si ha sobrevivido la especie.

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