En el trastero: Cat Power - "Dear Sir" / "Myra Lee" (1995-96)


Hay en You Are Free (2003), uno de los discos más queridos de Cat Power, una pieza al piano llamada 'Names' que se desenvuelve a través de cinco estrofas inspiradas en amigos que se quedaron por el camino ("no sé dónde está, no sé dónde están", remata en su recuerdo al último). El retrato robot que hace de cada una de esas presencias fugaces en su vida, ordenadas de los diez a los catorce años y presentadas por sus nombres de pila, siempre incluye una marca de ternura pero, bajo la sombra húmeda de las notas que pulsa en el teclado, revela los malos tragos que sufrían en silencio: el abuso sexual de un padre, el maltrato sádico de otro, el consumo precoz de drogas y la prostitución como salida a todo el bagaje disfuncional que pesaba sobre chicos que eran demasiado jóvenes para soportarlo. Con lo que Suzanne Vega llamaba "bad wisdom" ("demasiado joven para saberlo, demasiadas cosas de golpe / mala sabiduría"), bastan cinco minutos para que Chan Marshall te encoja el corazón como lo hacía la adolescente Christiane F. en el libro biográfico Los Niños de la Estación del Zoo (1978). La discontinuidad de las amistades citadas en 'Names', en realidad, nos da pistas sobre su propia situación familiar a esa edad temprana, donde no tenía más remedio que adaptarse a la inclinación errática de su madre, una mujer con un problema de alcoholismo y una delicada condición mental que tras separarse arrastró a sus hijas por varios lugares del sur de Norteamérica desde Atlanta (Georgia). "Fui a diez colegios distintos. Nos mudábamos mucho porque iban ascendiendo a mi padrastro en la empresa de llantas donde trabajaba", explicaba en 1998. En otro medio el mismo año, decía: "Mi abuela cree que mi tatarabuelo era un inmigrante de Irlanda pero no sabemos nada. En mi familia solo hay ilegitimidad y alcoholismo. Quizás el alcoholismo debería ir primero". Chan también era una joven que veía torpedeado su desarrollo por la amargura a su alrededor. 

Mucho antes de enfundar la guitarra para sentarse más a menudo en la banqueta del piano, de acomodar su voz en un registro ahumado que honra el soul y el R&B que escuchó de niña y de adquirir el oficio para destilar una tristeza sobria de historias como las de 'Names', Marshall ya nos hacía confrontar el lado más sombrío de la vida, pero sin atenuantes, sin filtro. En sus primeras actuaciones no era raro verla dando la espalda al público, quizás porque exponerse como lo hacía en la música ya era bastante abrumador como para sumar las miradas de terceros. El lenguaje asilvestrado con el que capturaba lo que más le dolía quedó inmortalizado en los discos Dear Sir (1995) y Myra Lee (1996), publicados con escasos meses de diferencia y grabados en un único día; discos cuyo material costaría encajar en una antología asequible para los que se iniciaron con trabajos como The Greatest (2006). Chan Marshall pertenece a la estirpe de cantautores que muchas veces nos han dejado pronto, como Nick Drake o Vic Chesnutt; aquellos que disponen de una sensibilidad muy especial para reconocer sus vulnerabilidades en su arte, demostrando una humanidad extraordinaria. Su empatía con las almas frágiles les permite articular lo que no está al alcance de cualquiera, y Chan, cuando a los dieciséis años decidió dar un respiro a la complicada relación que tenía con su madre volviendo a Atlanta para vivir con su padre, siguió creando vínculos estrechos con personas con el corazón tan noble como abatido. "Pensé que probablemente tomaría una decisión muy mala si me quedaba en Atlanta y me juntaba con mis amigos para meterme heroína, así que decidí no quedarme. No sabía que la heroína ya había llegado a Nueva York porque era joven", explicaba en 2018. "En 1992, cuando tenía 20 años, vivía en Nueva York y un amigo mío murió de SIDA, mi novio era yonqui, mi mejor amiga y otro amigo también -las cosas eran muy desalentadoras"

A Nueva York se marchó habiéndose estrenado tocando música sobre un escenario con el nombre Cat Power. No fue porque su padre Charlie Marshall la alentase; aun siendo músico profesional, no hizo nada por estimular la curiosidad natural que ella tenía, más bien se mostró extrañamente territorial, como si no quisiera que se entrometiera en algo que era suyo. Chan empezó a ir a conciertos y a trabajar en una pizzería donde se reunían muchos amigos que estaban en grupos musicales, y con dieciocho años uno de ellos le vendió una guitarra que pasó de tener expuesta como una obra de arte a tocar de manera autodidacta. "Empecé en mi día libre", recordaba en 2012. "Había días que solo quería estar sola, coger la guitarra y tocarla. No sabía cómo, y todos los del trabajo se ofrecían a enseñarme, pero quería hacerlo yo. Pensaba que si me enseñaban ellos, tocaría como ellos, y no quería tocar así". Cat Power empezó siendo una banda con cinco miembros que improvisaban haciendo bastante ruido, pero cuando Chan decidió irse a Nueva York se redujo a ella y Glen Thrasher (batería), que se mudaba allí a la vez y quien reclutó a Bob Bannister (guitarra, violín) como apoyo. Glen solo se quedaría unos meses en la ciudad, pero su influencia fue clave para arrastrarla a dar conciertos en clubs pequeños y grabar su primer single Headlights (1994) para el sello de su compañero de piso Craig Flanagin (God Is My Co-Pilot), que también lo produjo. Cuando Glen regresó a Atlanta y ella se quedó sola como Cat Power, la simpatía que ya había despertado en el underground local propiciaría la oportunidad de telonear a The Raincoats y Liz Phair en The Academy, el mismo día de abril de 1994 que se había encontrado el cuerpo sin vida de Kurt Cobain. Tim Foljahn (guitarra y líder del grupo Two Dollar Guitar) y Steve Shelley (batería de Sonic Youth, que esa noche tocaba con The Raincoats) la abordaron intrigados. Cuando les confirmó que no tenia banda ni álbum publicado, se ofrecieron para tocar con ella y comenzó una colaboración que duraría tres años, siendo la formación más estable de Cat Power hasta entonces. 



Dear Sir y Myra Lee surgen de dos propuestas a las que Chan respondió matando sendos pájaros de un tiro. Por un lado, un sello italiano llamado Runt la había tentado con la posibilidad de publicar un álbum después de hacerse con el primer single, y por otro, el propio Steve Shelley había fundado Smells Like Records un año antes y tenía un interés evidente en contar con ella para su catálogo. Edward Douglas registró una veintena de canciones en una única jornada de diciembre de 1994, en el local de Mott Street donde ensayaban, y Chan las repartió para dar un disco a cada sello. Las portadas y los títulos codificaban cierta insania que solo ella podía descifrar. En la cubierta de Dear Sir figura la reproducción a máquina de una carta hecha polvo que guardaba una amiga suya; se la dio un vecino del hotel donde solía vivir el día que se lo estaban llevando al sanatorio. "Nadie le quería saludar y ella siempre le decía hola y, ya sabes, le tenía aprecio", contaba Chan en 1996. "Un día vio cómo se lo estaban llevando los de la bata blanca. Él estaba muy triste, buscó en su bolsillo y le dio la nota antes de que se lo llevasen", una retahíla de incongruencias sin puntuación entre las que parece que podemos adivinar un subtexto de homosexualidad clandestina. La portada de Myra Lee, en cambio, tiene en el centro el recorte de un jarrón rebosante de flores, pero el título es el nombre de su madre, un tributo que no deja de sugerir malestar teniendo en cuenta el contenido del álbum y la relación inestable que tenía con ella. En un artículo de New York Magazine publicado en 2007 se afirma que no se hablaron durante ocho años desde que Chan se fue a los dieciséis, y que nunca han discutido el significado detrás de haber titulado así este disco. En el mismo reportaje valora el material que compuso en esta época: "Yo sentía que esas canciones eran triunfantes. Para poder sobrevivir tenía que explicar la realidad. Esas canciones eran una forma de sentir y ver cosas, y había una narrativa. Ahí había alguien que era capaz de pasar por ello para contarlo"

La música no tiene trampa ni cartón; es un fiel retrato de lo que era Cat Power ese día de diciembre de 1994, con Chan dirigiendo a Steve Shelley y Tim Foljahn sobre la marcha -y en ocasiones a micrófono abierto- para acotar mínimamente sus aportes improvisados. La batería y la voz suenan en el centro, separando las dos guitarras a izquierda y derecha; la de Tim zigzagueando con notas encontradas conforme rastrea los acordes que Chan toca en círculos, la receta base de todas las canciones que componía en esta época: era como si repitiendo dos, tres, máximo cuatro acordes por tema encontrase el lecho donde acomodar el sentimiento concreto que necesitaba expresar. El enfoque de la grabación es fresco, pero la naturaleza de la música, incluso contagiada de la claustrofobia del local de ensayo, hace que pese una turbiedad que casa con la narrativa. Además de contar con sus propias composiciones, Chan da una primera muestra de cómo puede hacer peculiares versiones de cancionero ajeno -algo que disfruta especialmente y ha desarrollado a lo largo de su carrera-, tanto tradicional como recóndito: 'Yesterday Is Here', de Tom Waits y Kathleen Brennan; 'I Can't Help It if I'm Still in Love with You', de Hank Williams (para mí, en esta manera de interpretarla yace una melancolía tipo '(Sitting on the) Dock of the Bay'); y 'The Sleepwalker', de los neozenlandeses This Kind of Punishment (una balada de 1984 à la The Replacements con versos como "No puedo ver ni oír la salvación en ningún lado", que ella se lleva a un terreno menos convencional). La versión de Waits y Brennan, arrastrando el tempo cabaretero original por una acera negra como un tizón, tiene todo el sentido, apropiándosela para articular el dolor con el que se marchó de Atlanta: "Si quieres dinero en el bolsillo / sombrero de copa en la cabeza / un plato caliente en la mesa y una manta en la cama / ve a Nueva York, yo me marcho en un tren / si quieres quédate, espera a que vuelva yo / porque todos nuestros sueños se cumplen", canta, y al final ya alza la voz a la desesperada diciendo "Hoy cielos grises, y mañana... y mañana... y mañana...", quedándose en un hipo privado de optimismo. 

La sensación de no guardar grandes esperanzas para el futuro, sabiendo lo descompuesta que estaba la gente a su alrededor, llena también sus propias canciones. A veces no necesita más que el tintineo de cuatro notas, alguna desafinada ('Faces'), para capturar su preocupación. Solo un instrumental con aires a los Sonic Youth más distendidos ('No Matter') aporta un poco de aire, pero pronto se desvanece como si lo pasases de largo viajando en coche de madrugada. Cerrando Dear Sir está una versión menos arty de 'Headlights', la pieza del primer single, ahora dirigida por un ritmo firme que la pule como tributo a unos amigos que murieron en un accidente de tráfico el domingo de Pascua de 1992, cuando el conductor borracho de una caravana se les echó encima. "Los cuervos estaban reunidos en un árbol que había cerca, graznando, y de repente callaron todos cuando empecé a llorar, cuando fui a visitar la tumba de [uno de los fallecidos] el día que me marché a Nueva York", recordaba en 2019. Es un ejemplo del tipo de experiencias que sublimaba transformándolas en música. En ocasiones las encierra en un blues rock espeluznante, panorámicas desoladoras como las que sugieren 'We All Die' ("¿No sabrás tú de dónde soy? / estoy perdida, lejos de mamá / (...) demonios, todos morimos a veces / demonios, todos lo intentamos en algún sitio") o la turbulenta 'Itchyhead' ("Tengo 65 años, nadie en mi familia sabe que estoy viva"). Si 'Mr. Gallo' es el rubor en las mejillas hecho canción (la escribió sobre Vincent Gallo, con quien flirteó en esos tiempos), 'Wealthy Man' y especialmente 'Not What You Want' (que parece grabada a traición con un micro de ambiente cuando Chan está sacándola por primera vez) explican la intriga amorosa desde una dolorosa desesperación, con la autoestima tocada. 'Enough' tiene el toque experimental y libre del primer single, sonando tan siniestra como intimista, adjetivos que describen también 'Great Expectations', que en Dear Sir suena en una versión de guitarra y voz -la más poderosa- y en Myra Lee en una toma donde tocan los tres. 

'Rockets', la única grabación que quiso en ambos álbumes, expresa la angustia existencial con tal pasión que bien sirve como sinopsis del espectro emocional que cubren estos trabajos ("¿A dónde van los sueños de los niños pequeños? (...) ¿Dónde encuentran planetas los cohetes?"). "'Rockets' solo era un himno, en plan, quedaos en el colegio, no os metáis drogas", decía en 1996. Cuando un año más tarde le preguntan si suele escuchar sus primeros discos, responde: "La verdad es que no, pero si lo hago escucho la primera canción de Dear Sir. Probablemente escucharía 'Ice Water' de Myra Lee". A día de hoy siguen siendo grandes elecciones que yo mismo suscribo si tuviera que quedarme con un título de cada álbum: '3 Times', que detalla la presencia tan incómoda como fascinante de una chica más resuelta que ella mientras está con alguien ("es china / quizás sería más amable si dijese japonesa / viene donde estamos tú y yo / y cuando te plantes delante de mis ojos / desviaré la mirada"), desprende una sensualidad hipnotizadora, más viva si cabe por no esconder la pelusa; y 'Ice Water' es quizás la máxima expresión de belleza entre estas canciones; concisa, armada con una tristeza de vidrio y una confusión salada como las lágrimas, llegando hondo sin estridencias. Un momento de vulnerabilidad reconocible que te ablanda, y aguantas la mirada al frente confiando que ella te la devuelva para que vea que no es la única. Pero Chan miraba poco al frente entonces y pronto tampoco quiso mirar atrás, comprensiblemente: "Me entristece. Sé en qué estaba pensando en esa época (risas). ¡No necesito que me lo recuerden esas canciones! (...) Cuando miras adelante y no quieres pensar en el pasado, es como, '¡Me alegro de no estar allí!', ¿sabes a qué me refiero? Confundida... preguntándote qué estás haciendo y todo te parece tan desesperado, vacío. Simplemente... perdida"

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