Escenarios: Patti Smith - Palau Reial de Pedralbes (Barcelona), 5 de julio de 2024



Esta no me la esperaba. Los músicos subieron puntuales al escenario que a lo largo del mes de julio ampara la fachada del Palau Reial de Pedralbes y, después de un saludo efusivo de Patti Smith agitando el brazo, la velada empezó con 'Summer Cannibals'. En términos objetivos, es una canción emblemática porque cuando faltaban pocas semanas para estrenar el verano de 1996 avanzó la publicación de su primer disco en ocho años; un retorno del que se hacía crónica con emoción en todos lados porque Gone Again la devolvía a los escenarios -todavía no lo sabíamos, pero el tiempo ha confirmado que de manera permanente- y a la actividad artística más extrovertida, eso que no consiguió el álbum Dream of Life (1988), un islote justo en la mitad de la etapa en la que se dedicó a escribir, estudiar, criar a dos hijos y disfrutar de la vida doméstica con su marido. Fue precisamente una anécdota de él, Fred 'Sonic' Smith, lo que inspiró la letra de esta pieza tan física, llena de imágenes plásticas primitivas (carne cruda, un caldero hirviendo, gente retratada como animales al acecho) porque a Fred "le encantaba tocar música y era un verdadero músico, pero el estrés y el exceso de estar en la carretera le estaban pasando factura. Ya se sentía, a los veinte años, como si le devoraran". Patti regresaba al rock decidida a ofrecerse a los caníbales: "Y puse encima de la mesa otro trozo de carne / y les abrí mis venas y dije: 'Vamos, ¡comed!". Lo que pasa es que tal era su determinación, y tan fuerte sigue siendo su compromiso con el arte, que no la ha devorado la negatividad sobre la que Fred reflexionó con ella; en cualquier caso, en cada concierto es devorada por la veneración de una audiencia que ve en Patti poco menos que a una guía espiritual.

En términos más subjetivos, a mí 'Summer Cannibals' me devolvió a ese verano de 1996; a las imágenes de su actuación en el Doctor Music Festival gracias a las que empecé a entender, a los doce años, la dimensión de esta figura extraordinaria de quien había un vinilo y un par de casetes por casa. Han pasado casi 30 años y sigo viendo en ella aplomo, generosidad y quizás un extra de ternura; su singular fuerza evolucionando con la edad. A su izquierda, su hijo Jackson Smith la acompaña convertido en un guitarrista ágil y elegante, y me acuerdo de la misma actuación en Escalarre, donde salió a tocar una versión de 'Smoke on the Water' siendo un adolescente. Esta noche, en un par de ocasiones, Patti se alejará a un lado del escenario mientras él toca un solo, mirándole con orgullo y desplegando una sonrisa en cuanto lo resuelve ante los aplausos del público. A su derecha, Tony Shanahan se reparte entre el bajo, el teclado y los coros, otro miembro fijo desde el retorno de 1996. Patti se pone seria, gesticula con sus dedos alargados, sonríe y te saluda con la mano. A 'Summer Cannibals' le siguieron la saltarina 'Redondo Beach' y un 'Ghost Dance' para el que Shahanan se calzó una segunda guitarra acústica y que fue uno de los momentos más escalofriantes de la noche, con la repetición coreada de ese refrán ("Volveremos a vivir") que no solo invoca a los difuntos y lamenta el dolor de los pueblos oprimidos, sino que proyecta un rayo de esperanza sobre los muertos en vida. 


Fue una velada rica en tributos, nada raro en un concierto de Patti: Bob Dylan (versión de 'Man in the Long Black Coat'); Johnny Cash (recuperando 'Cash', escrita sobre él; una de las dos paradas de la noche en el álbum Trampin', que ha cumplido 20 años); el promotor de conciertos Gay Mercader (el primero que la trajo a Barcelona en 1976, cuya historia recitó como si narrase la leyenda de un héroe al introducir 'Nine', la canción que le dedicó); o el pueblo palestino (a través de la emotiva 'Peaceable Kingdom', escrita con Rachel Corrie en mente, una activista asesinada en la franja de Gaza en 2003; gritos espontáneos de "¡Palestina libre!" se mezclaron con una enfadada revisión de 'Pissing in a River'). Pero los recordatorios de peso fueron para sendos fallecimientos que este año cumplen su 30 aniversario: Fred Smith y Kurt Cobain. Para el primero, enlazó una versión de 'Summertime Sadness' de Lana del Rey (extrayéndole una melancolía quebrada, como cuando Marianne Faithfull cantó 'As Tears Go By' pasados los 70 años, aunque más descafeinada que dolida por la edad) y el épico 'Because the Night' que escribió sobre él, tejiendo un hilo que las conectó mediante el fuerte sentimiento de anhelo. Para Kurt rescató la pieza que le dedicó en Gone Again (el sublime remolino lúgubre de 'About a Boy') y la enlazó con la lectura de 'Smells like Teen Spirit' que grabó para Twelve (2007). El clásico de Nirvana lleva fácilmente a la gente a la sublevación en cuanto lo reconocen, pero en un concierto parcialmente secuestrado por el protocolo de permanecer en la silla eso no significa más que levantarse y atreverse a andar hasta el pie del escenario. Y aunque suene a poca cosa, hay que dar las gracias a quienes lo hicieron.

La incomodidad formal de nuestra posición era como el elefante en la habitación desde el principio. Lo extraño en un concierto de Patti Smith hubiera sido que, ni que fuese solo al final, el público no se hubiese entregado al desorden para romper esa cuarta pared que se interpone entre ellos y los artistas de rock en estos conciertos organizados con tanto corsé en el Palau Reial. A Patti se le iluminó la cara como a una niña cuando finalmente ocurrió, y me hizo preguntarme cuánto más nos hubiéramos llevado de ella de haberle podido proporcionar ese feedback desde el principio. Pero la sensación que prevalece, igualmente, es de que nos lo dio todo, incluida una 'Gloria: In Excelsis Deo' ya interpretada con el extra de tener a la gente cerca, jaleándola, vitoreándola. La embajadora madre de la belleza y la víscera, la humanidad, la rebelión y el respeto; una mentora filosófica y políticamente hablando para una civilización que ha perdido el norte social. Había un regusto de contradicción en el hecho de saberla tan necesaria para que el mundo enderece su nefasto rumbo y la realidad de que solo estuviésemos atendiendo a sus mensajes quienes habíamos podido pagar unas entradas carísimas en uno de los enclaves más esnobs de Barcelona. Verla fue un privilegio, una suerte que viví con cierta culpabilidad entre tanta paradoja. Pero la recuerdo repartiendo rosas antes de marcharse con esa sonrisa triunfal medio escondida entre las greñas blancas, y siento que incluso en una situación enrarecida como esta ha vuelto a inspirarnos desde un lugar honrado.


Setlist:

Summer Cannibals / Redondo Beach / Ghost Dance / Man in the Long Black Coat / Cash / Nine / Summertime Sadness / Because the Night / Fire / Dancing Barefoot / Peaceable Kingdom / Pissing in a River / About a Boy / Smells Like Teen Spirit // Gloria: In Excelsis Deo

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