Escenarios: Aroah + Lidia Damunt - La [2] (Barcelona), 21 de junio de 2008


Irene Tremblay (voz, guitarra y Clark Kent de Aroah) ha dejado caer en su blog que está un poco harta, que tras los conciertos que está dando estos días dios sabe qué ocurrirá. Si lo de ayer en La [2] de Apolo tuviera que ser finalmente una despedida -el tiempo lo dirá, y espero que sea una negativa-, fue una de las más bonitas que nos pudiera dar. Hace un año, con su último disco El Día Después recién publicado, vino a presentarlo con una banda completa que se intuyó imprecisa, e Irene estaba un poco dispersa -curiosa fue la revelación que hizo ayer, antes de atacar una versión del 'Heartbreak Hotel' de Elvis, de que el verano pasado no sabía qué hacer con ella misma y que se estaba volviendo loca. Cuando empezó la velada, al entonar las primeras notas de 'Amarillo' y olvidarse de la letra, uno no sabía qué podría pasar. Pero a partir de ahí, a pesar de algún pequeño problema técnico ajeno a ella, todo sonó impecable (esta vez acompañada de una violinista y un bajista). La elección del repertorio, que tocó palos de todos sus discos y EP's, bien podría ser debida a la libertad de girar sin estar presentando un disco o bien por hacer una retrospectiva justa antes de ese supuesto adiós. Además de esa canción de Elvis que le salvó la vida, también versionó a Tom Petty y a Neil Young, y presentó un par de temas nuevos (bella y significativa 'Bored with Life'). Todo lo demás, pequeñas visitas a rincones emocionalmente familiares ('Blue Room', 'Pastoral', 'Horoscope', 'Madrid', '320') y un golpecito especialmente conmovedor, el cierre con 'La Historia Más Triste' ("Esta creo yo que es mi clásico"), una de las primeras canciones que me acercó a ella en el cada vez más lejano 2001.

Para cerrar la noche, la confirmación definitiva ante mis ojos de Lidia Damunt. Tan sencillo como atarse una pandereta al tobillo, colgarse la acústica, soplar la armónica y contar espasmódicamente historias de habitaciones de hotel, pueblos fantasma, desiertos y bares del oeste sobre una base brutal de rockabilly-punk. Ella sola montó un espectáculo increíble e hilarante (el "¡Gracias, jóvenes!" con el que se dirigió a la audiencia) ejerciendo de cómplice y excéntrica narradora de aventuras en primera persona, y nos envió a casa más contentos que unas pascuas.


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