Momentum: Blake Babies "Sunburn" (1990) / The Juliana Hatfield Three "Become What You Are" (1993)


No es la primera vez que, llegados a este punto del verano, el inconsciente me lleva a la búsqueda de uno de estos dos discos, en mi opinión los momentos más inspirados de la carrera de Juliana Hatfield y publicados ambos en el primer lustro de la década de los 90. Uno salió bajo el nombre del grupo en el que empezó; el otro con una etiqueta que venía a cubrir la incomodidad que le suponía presentarse en solitario, y es que rodearse de una banda estable y sonar dura se convirtió en una verdadera fijación para Juliana, que intentaba refutar a toda costa la imagen de persona aniñada que se tenía de ella. Separados por a penas tres años en los que sin embargo ocurrieron muchas cosas, ambos tienen en común que son trabajos eminentemente pop que sortean los excesos melindrosos y conservan algunas aristas, algo que no puede decirse en otros puntos de su trayectoria.

Hatfield se matriculó en la Berklee College of Music de Boston (Massachusetts) con la intención de encontrar a gente que quisiera formar una banda con ella y allí conoció a John Strohm (guitarra) y a Freda Boner (batería) en 1986. El mismísimo Allen Ginsberg bautizó al grupo cuando se lo pidieron durante el turno de preguntas de una conferencia que el poeta dio en la misma universidad; se lo pensó unos segundos y les propuso Blake Babies, en referencia a William Blake y al libro Songs of Innocence and Experience de éste (que años más tarde daría título a la única recopilación retrospectiva de la banda). Tras unos meses de ensayos empezaron a hacerse un hueco en la escena local junto a nombres como Dinosaur Jr., The Lemonheads (Evan Dando estuvo intermitentemente en las filas del grupo) o Throwing Muses. En sus inicios, Blake Babies hacían un pop de guitarras tan optimista como destartalado, de corte decididamente intrascendente y divertido (hay que escuchar títulos como 'Swill and the Cocaine Sluts' o 'Julius' Fast Body' de su primer mini-LP, Nicely, Nicely [1987]), sellado con unas letras que -en el caso de Juliana, cuando empezó a soltar su vena confesional- ahondaban en la parte más inocente y virginal de la adolescencia (pre y post), algo que siempre llamó mucho la atención: una chica entrada en la veintena que exponía sus experiencias en el mundo real con la hipersensibilidad y la flaqueza de un púber. Tras otro mini-LP y un primer álbum (Earwig, 1989), puliendo virtudes y limpiando elementos chirriantes el trío llegó a la sublimación de su estilo con Sunburn (1990). El disco tardó dos años en ser importado a Europa; para entonces ya se habían separado y Juliana había dado comienzo a su carrera en solitario.

Se juntó la labor del productor Gary Smith -que capturó un sonido limpio donde los golpes de efecto centellean sin aditivos- con el notable desarrollo de Juliana y John como compositores. Sus puntos fuertes se perfilaron: ganchos melódicos por doquier, no ceñidos a los estribillos, y letras que ya versaban sobre las primeras experiencias amorosas (anhelos prácticamente secretos, irrealizables) y sobre las expectativas y temores que despierta la voltereta mortal hacia la vida adulta, sintiendo en el estómago el vértigo del final de un verano. Con esa voz, uno pensaría que Juliana articula pequeñas travesuras pero solo hace falta rascar un poco para sorprenderse: cuando pide hacer las paces en 'Kiss and Make Up' y se entrega ciegamente ("sea lo que sea lo que hice, no lo haré nunca más / moriré por ti, dime cuándo") ¿esa ansiedad no refleja una honda falta de seguridad? ¿Habla en 'Out There', mientras suenan esas cándidas guitarras, de lo difícil que es vencer la timidez para hablar con quien le gusta o se describe a ella misma? En la urgente 'Watch Me Now, I'm Calling' aborda el tema de las autolesiones, algo impensable en ese contexto de pop mayúsculo, y su arrojo para desarrollar ese tipo de narrativa es algo que (creo) no se le reconoció lo suficiente. El storytelling, musical y escrito, es admirable. También sabe darle la vuelta a su registro, sonar fuerte y dominante en 'Star' (el deseo sexual: "Me gusta ese sabor salado en la boca / Diez minutos en los labios, diez días sin probarlo") o el directo rapapolvo feminista que es 'I'm Not Your Mother' ("No soy un maldito hogar de acogida / (...) no soy tu madre").

'I'll Take Anything' (una agitada descripción del ansia por marcharse de una pequeña ciudad donde ya no tienes nada que hacer: "Miro por la ventana desde la cama / sopeso todas mis opciones pero ninguna destaca") y especialmente 'Look Away' (en un tira y afloja emocional) combinan muy bien desasosiego y melancolía tornasolada, y no hay que desmerecer las composiciones que firma John Strohm en solitario, donde Juliana se limita a ser el contrapunto agudo que le da soporte: en el nostálgico medio tiempo 'Train', las emociones se desbordan (guiño a 'I Melt With You' de Modern English en el puente) y en el clásico 'Girl In a Box' lo simplifican a guitarra eléctrica y voz. 'Sanctify', que tiene el estribillo de un himno, y 'A Million Years' ("Solo quiero mirarte mientras duermes / (...) Esperaré aquí un millón de años"), recogen un aire épico, en el caso de la segunda con un toque ensoñador. En Sunburn no hay sitio para las canciones de broma como antes, el trabajo de las guitarras es impecable y el bajo de Juliana suena como si tuviera las cuerdas de regaliz de cereza del más gordo, con una presencia melódica tan importante como la de las voces. Un trabajo que merece un lugar entre los mejores de sus paisanos contemporáneos.


Publicado Sunburn, Blake Babies hicieron una última gira de promoción por Europa (sin Freda) en marzo de 1992, pero ya llevaban meses separados formalmente. Juliana publicaría en nada Hey Babe (1992), un primer intento en solitario que presentaba un repertorio irregular y un sonido constreñido, débil que la dejó enormemente insatisfecha. Con vistas a remediarlo, Hatfield reclutó a Dean Fisher (bajo) y a Todd Phillips (batería) como formación permanente bajo el nombre de The Juliana Hatfield Three a finales del mismo año. A esas alturas ya se había convertido en la comidilla de los semanarios musicales británicos tanto por sus declaraciones al respecto de su virginidad y de sus líos amorosos con Evan Dando como por la abierta temática de sus letras más recientes, que abordaban temas como el autodesprecio ('Ugly'), la anorexia ('Feed Me') y la depresión ('Here Comes the Pain'). Con la nueva formación establecida entró en el estudio y entregó el que retrospectivamente parece su trabajo en solitario más completo. Become What You Are (1993) puso a Juliana en lo alto del panorama musical alternativo y le hizo sacar el hocico en la radiofórmula norteamericana, ayudada por su presencia regular en la MTV y por la inclusión de uno de los temas en la banda sonora de Reality Bites, película de Ben Stiller que venía a aprovecharse del filón mediático de la Generación X protagonizada por Winona Ryder y Ethan Hawke.

La mayoría de las doce canciones de Become What You Are se aleja de la narrativa estrictamente verídica y confesional, al menos aplicada a su autora. Aunque habla en primera persona, es evidente que el hecho de que la prensa quisiera inmiscuirse tanto en su vida le hizo esmerarse por escribir desde otras perspectivas. Así, aparecen situaciones que parten de la realidad en esencia pero que nacen en su imaginación: habla de lo ignorada que se siente por una hermana que ni siquiera tiene ('My Sister'); denuncia lo inmoral de la industria de la moda tomando como sujeto a una modelo ('Supermodel'); se pone en la mente de una mujer que quiere vengarse de su violador ('A Dame with a Rod'); o coge como inspiración, en 'Mabel', el personaje interpretado por Gena Rowlands en Una Mujer Bajo la Influencia (1974) de John Cassavettes para hablar de su enfermedad mental. Como compositora estuvo más inspirada y acertada que en Hey Babe: las canciones tienen una estructura sin fisuras, muy bien calculada (además de estrofas y estribillos, es parte de su sello personal rematarlas con un puente pensado al milímetro para añadir un toque inesperado) al tiempo que Phillips y Fisher, punzantes en la sección rítmica, le proporcionan a los temas la crudeza y la distancia de Blake Babies que tanto anhelaba. Al contrario de su omnipresencia en Hey Babe, aquí Juliana se encarga exclusivamente de las guitarras.

Become What You Are fue producido por Scott Litt (responsable de los trabajos que encumbraron a R.E.M. en la primera división del rock alternativo), que encontró para la banda el nivel justo de distorsión afilada: no enturbia gratuitamente la naturaleza pop de Juliana y no se queda en inofensiva. Es un sonido homogéneo y básico que rechaza experimentos, distracciones y añadidos que no tengan lugar en una interpretación en directo, que funciona sin asomo de aburrimiento gracias a la solidez y la variedad de un repertorio de indie rock o pop-punk con gancho nuevaolero e indudable denominación de origen (sí; hay algo intrínsecamente bostoniano). Uno se da de bruces con progresiones de acordes tan pegadizas y simples como las de 'This Is the Sound' (por la vía ágil) y 'Spin the Bottle' (por la vía juguetona habitual), mezcladas con fantasías sobre primeros encuentros sexuales. Están los giros de 'My Sister' (oscuridad, pop clásico y golpes de grunge por la válvula de escape); la quietud y el estribillo sincopado de 'Mabel'; las estructuras menos encorsetadas de 'Feelin' Massatchussets' (donde reincide sobre el hastío que le produce su ciudad de residencia) y 'President Garfield', un tema sobre el músico y activista político Henry Rollins que da un vuelco imprevisible al final; o el contraste entre el hiriente medio tiempo 'Little Pieces' (un amargo reproche por un abandono sentimental) y la concluyente (y contundente) 'I Got No Idols', donde segura de sí misma y mofándose de su reciente ridiculización mediática dice "Quiéreme, cariño, pero no me toques / no me gusta que me toquen / Debes pensar que lo necesitamos todos pero yo no pienso demasiado en ello (...) No tengo ídolos".

En su obsesión por sonar más dura y perder ese halo de inocencia, para Only Everything -secuela publicada en 1995- reclutó a Paul Q. Kolderie y a Sean Slade como productores, pero tener una mayor paleta de guitarras y subirle el volumen a todas ellas no pudo camuflar el hecho de que se trataba de un disco disperso. A partir de entonces, Juliana se ha dedicado a componer discos más cercanos a la comercialidad de radiofórmula americana -paradójicamente consiguiendo menos atención que antaño-, alejados de los tiempos en los que la originalidad de su estilo era chispeante y no mediocre.

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