Escenarios: Russian Red + The Veils - Sala Apolo (Barcelona), 21 de febrero de 2009


La verdad, no dudo de la cierta popularidad de The Veils -menos aún después de ver su "espectáculo", del que daré detalles más abajo- pero teniendo en cuenta cómo se han desarrollado los acontecimientos el año pasado, no me extrañaría (no me cabe otra cosa en la cabeza) que la cola que iba desde la entrada de la sala Apolo y que pasaba con creces de la boca de metro que está a varios metros en la misma acera era para ver a Russian Red, quizás la primera artista que he podido ver "crecer" a raíz de sus intermitentes pero frecuentes visitas a la ciudad. La larga cola fue el primer indicativo de cómo la bola de nieve se ha hecho (todavía) más grande desde su último concierto en Barcelona, y mirar con detalle para ver lo ecléctico que era el público que llenaba la sala -incluidos adolescentes excitados al estilo fenómeno fan como si se tratara de Madonna-, la confirmación. Todo lo demás, sigue intacto: acompañada esta vez por el habitual y Charlie Bautista y Alberto Rodrigo al bajo, Lourdes volvió a desplegar todo su encanto sin apenas esfuerzo, envuelto en un halo de sencillez y naturalidad que no pierde fuelle visita tras visita. Todo lo demás que pueda decir acerca de nitidez vocal y meticulosidad interpretativa será reiterativo.

En un vestido azul y con su ya icónico peinado, repasó la mitad más accesible de su debut (canciones con cierto estatus de hito como 'Take Me Home', 'They Don't Believe', la hipnotizadora 'No Past Land' o 'Gone, Play On', que sigue siendo lo más perturbador que le hemos oído cantar hasta hoy) e interpretó algunas piezas nuevas de las que ya ha rodado este año pasado ('Gaviotas' brilló como siempre, pero cambió por completo la melodía de 'The Letters' y le restó todo su encanto: espero que sea un capricho temporal), dejando un hueco para una realmente nueva que -inteligentemente, por la similitud ambiental- enlazó con 'Gone, Play On'. Para el final se dejó el 'Cigarrettes' que todo lo empezó y su versión de 'I'm Sorry' de Brenda Lee, con Charlie al piano.

La gente pidió más, pero irremediablemente tenían que subirse The Veils al escenario. Cuando empezaron, me dije a mí mismo que me recordaban a demasiados grupos de guitarras de esta década -bajista femenina "inspirada" por Kim Gordon incluida; luego, la tercera y la cuarta canción me parecieron lo suficientemente agradables como para mirarles con buenos ojos, o si más no para darles el beneficio de la duda. Pero lo peor estaba por venir; un horrible despliegue de egocentrismo catártico por parte del vocalista tras el cual supe que lo que escribiría de ellos sería una carnicería. Si bien hasta ese punto el cantante había estado vagando entre la voz a gritos de un Kurt Cobain y el poso algo más melódico de un Julian Casablancas, en la quinta canción de la noche empezó a hacer un espectáculo típico de una personalidad grandilocuente, deseosa de ser admirada más allá de la (modesta) música. Así, entre espasmos epilépticos y movimientos propios de un exorcismo, me di cuenta de que The Veils era un grupo en el que seguramente todos los miembros se sientan muy miserables por tener un aspirante a Bono de U2 como líder. Y ahí lo vi claro: pertenecen al mismo árbol genealógico que Editors y Coldplay, con algunos gritos de más. Sí, su cantante también se sentó al piano. Fue un numerito.


Comentarios