Escenarios: Ainara LeGardon - Festigàbal (Barcelona), 18 de agosto de 2009

En plenas fiestas de Gràcia, en una pequeña plaza en la que se ha llevado a cabo una cena popular y de la que se hace despejar el espacio frente al escenario a la gente que está sentada en su mesa, abrir la tanda de conciertos del Festigàbal de esa noche con algo tan intenso como lo que ofreció Ainara LeGardon es, por contexto, arriesgado. Sin embargo, quien la haya visto en directo lo podrá afirmar: no hace falta más que estar un poco predispuesto a dejarte absorber por el magnetismo de ese agujero negro que son sus canciones, su voz, y no importará que los temas no tengan un estribillo reconocible y que se desarrollen en espiral con el tiempo que precisen. su honestidad te acaba ganando. Habrá quienes se lamenten porque Scout Niblett o Shannon Wright no nos visiten tan a menudo como sería deseable. Les recomendaría dedicarse a seguir a Ainara por la península; no como sustituta a la que te aferras con resignación, no; sino porque dentro de su propio estilo, está a la altura de esas y otros muchos de sus contemporáneos reconocidos internacionalmente. La actuación del lunes fue además especial porque suponía su regreso a Barcelona tras la cancelación del año pasado en el mismo Festigàbal, a causa de una lesión de espalda que la ha mantenido prácticamente un año alejada de cualquier compromiso musical.

Únicamente acompañada por Alfons Serra a la batería, de manera puntual, LeGardon ofreció un concierto doliente y eléctrico, de acordes menores feroces y tristes, hipnotizando con el dinamismo de sus movimientos, con el rechinar del feedback, con la modulación de su voz. En directo, su personal mezcla de folk, rock y post-rock suena mucho más viva y aventurada que en disco, y su evolución musical hacia parajes cada vez más opacos y recrudecidos por la electricidad es fácilmente palpable; solo hace falta tomar como ejemplo dos de las canciones que sonaron de su debut: 'This Feeling True', transformada con el único palpitar de la guitarra eléctrica y una interpretación más suelta y, por tanto, más emocionante; y una inmensa 'Forget Just Anything' (penúltimo tema), que con la maraña final de feedback rítmicamente controlado y el parón abrupto pilló a más de uno con la boca abierta. Por esta senda emocionalmente endurecida transitan los temas nuevos que aprovechó para presentar de su tercer trabajo, a publicarse en otoño, aunque destacó entre ellos 'The Third', donde Ainara y Alfonso jugaron a ser por un momento Nina Nastasia y Jim White en una pieza de extraña calma, con una letra en la que cuesta decidirse por si el personaje principal es alguien fuerte o alguien que necesita decir lo que dice en alto para creérselo ("Mira, hay un tercero / no he hablado de él / me quiere como nadie / (…) entregaría su vida por mí"). Se despidió con un último tema inédito que con los aullidos fuera de micro puso los pelos de punta. ¿Lo más curioso? Que con las sonrisas y la agradable naturalidad con la que se dirigía al público entre canciones, uno dudaba aún menos de que la transformación que Ainara sufre mientras suena su música es, ante todo, honesta y real.

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