Escenarios: Nina Hagen - Razzmatazz (Barcelona), 9 de octubre de 2009


Cual es mi sorpresa cuando, al llegar ayer del concierto de Nina Hagen en Razzmatazz, se me ocurre buscar en Google su nombre para ver si ya hay alguna reacción escrita, algún comentario en alguna de las noticias que informaban de su visita a Barcelona, y me encuentro con una reseña completa publicada por la agencia EFE hacía escasos minutos. Sorpersa por dar con una crítica tan temprana y sorpresa cuando me voy dando cuenta conforme voy leyendo de que el periodista se lo ha inventado todo con simple afán provocador y machacador. Una cosa es que a ese señor le tocara ir a cubrir el concierto y aborrezca a Nina Hagen; otra muy distinta es que se saque de la manga que "nadie coreó un estribillo, nadie levantó un puño, todo el mundo se miraba buscando una respuesta", cobijándose en la consigna demagógica de que "el punk ya no es lo que era", afirmando que Hagen decepcionó a sus seguidores con un espectáculo mediocre al tiempo que reduce a su público a una panda de cuarentones con chupa de cuero y crestas, de una manera despectiva que debería hacerle sonrojar. Y lo voy a reiterar para que quede claro: nada de esto es lo que pasó en Razzmatazz.

De hecho, si de algo puede presumir Nina Hagen -a parte de su voz versátil y su imponente presencia como performer- es de tener un público que conecta con su particular sentido del humor y para lo kitsch, y le tolera sin esfuerzo sus excentricidades y salidas de guión. Ella hace lo que le da la gana y su público tres cuartos de lo mismo. Su última visita en 2006 fue de carácter radicalmente distinto, acompañada de The Capital Dance Orchestra para interpretar una serie de estándares de jazz y de cabaret que le sentaron como un guante. Esta vez nadie sabía muy bien qué tipo de espectáculo iba a ofrecer, si se limitaría de nuevo a zambullirse en lo ajeno, pero hubo agradecidas sorpresas. Puntual sobre el escenario, con la guitarra acústica colgada, Nina lanzó la primera de una larga lista de referencias a dios, dirigida a la audiencia: "¿Sabéis quién era Jesús?". Sus frecuentes arengas religiosas resultan tan desconcertantes que uno acaba planteándose hasta qué punto no se trata todo de una broma mordaz, una parodia del fanatismo religioso. Hagen tocó todos los palos posibles; ofreció un concierto tan ecléctico como lo ha sido su carrera, y es que solo ella podría abrir con un par de números enraizados en el blues para destaparse al tercer tema con una versión del 'Killer' de Adamski que popularizó George Michael en 1993, base tecno-noventas incluida. Se desenvolvió con soltura y con una interpretación impecable por temas con regusto tradicional americano, reggae, rockabilly y funky, versioneó el 'Riders On the Storm' de The Doors e incluso recaló en el bolero 'Hasta Siempre Comandante' -dedicado a Ché Guevara-, coreado fervorosamente por la mayoría de los asistentes, aunque como apuntaba con las citas a dios (en otro momento dijo tener "una carta de nuestro padre" y se puso a leer de un folio los deseos del señor...) la teatralidad de Hagen hace que estos homenajes parezcan tener un punto naïf malicioso.

Pero sin duda los momentos álgidos del concierto tuvieron lugar cuando (aunque evitando los hits) se acordó de algunos temas de su época más emblemática (1980-1985): el terror en suspense de 'Atomic Flash Deluxe', el funk callejero de 'What It Is' y el pelotazo punk de 'The Lord's Prayer'. Su acelerada interpretación del 'My Way' de Sinatra, quizás el único momento realmente conocido de su discografía que sonó en toda la velada, puso final al set, aunque volvió para tocar un total de cinco bises algo desafortunados, al bascular entre los medios tiempos y las piezas acústicas y redondearlo todo con un 'Ave Maria', más teniendo en cuenta que había dejado al público in ekstasy con 'My Way'. Faltó esa pieza definitiva que supusiera un final rotundo, y uno se pregunta por qué será tan reacia Nina Hagen a saquear temas de ese montón de discos (Unbehagen, Nunsexmonkrock, Angstlos) que la hicieron un personaje único y de incontestable originalidad en el mundo del pop de los años 80.No; el punk de 1977 no era esto, señor crítico de EFE. Pero de que Nina Hagen hace lo que le da la gana nadie tiene duda.


Comentarios