Escenarios: Ainara LeGardon - Heliogàbal (Barcelona), 20 de noviembre de 2009

Cada vez es mayor el número de mujeres que ocupan un lugar notable dentro de la escena musical de nuestro país, o que al menos intentan estar. Muchas le ponen voz a nuestras desilusiones e ilusiones amorosas, a la nostalgia provocada por el paso del tiempo o la irremediable soledad, pero a veces lo que hacen parece genérico. Otras se ocupan bastante bien de articular discursos mordaces, hilarantes y cotidianos que nos hacen asentir con la cabeza, entre sonrisas y con los ojos entornados pensando "cuánta razón; patética vida". No encuentro a ninguna como Ainara LeGardon, a nadie que me haga mirar cara a cara con la aflicción; que explore ese territorio psicológico turbador y que pueda narrar de forma tan precisa lo que encuentra en esas excursiones; capaz de hacerte tiritar sin estridencias, de provocar tantas imágenes y reflexiones, de inspirar, con parcos elementos. Tengo un pánico aterrador a las alturas, nauseabundo vértigo; pero si se trata de sacar la cabeza a nuestro abismo interior y encararse a lo incómodo, que es a lo que nos reta Ainara, bueno… ese vértigo me fascina. En su anterior visita en agosto, el torrencial de emociones me pilló por sorpresa y -como dice el tópico- me encogió el estómago, y ayer en Heliogàbal, un pequeño local en el que Ainara ya ha dejado conciertos enormes en otras ocasiones, la sensación se vio mínimamente aumentada, ni que fuera por el simple hecho de sentir la música a cortas distancias y de su notoria comodidad al sentirse en familia, con la sala llena de cómplices.

Abrió fuego con 'This Feeling True', sola a la guitarra, y enseguida ya entró Alfons Serra (batería) para dar vida a 'Forget Just Anything', esa espiral que arde con más y más intensidad según da vueltas culminando en un estrépito de feedback desconcertante que siempre provoca escalofríos. La química entre LeGardon y Serra es incontestable: se dan juegos de contención y ruido, de silencios y detalles a cuentagotas; como si fuera su Jim White particular, el batería de Nisei puede crear un ambiente clave dando con las baquetas a una pared o tocando un único golpe a la caja durante una canción. Desfilaron por el setlist casi todos los temas de Forgive Me if  I Don't Come Home to Sleep Tonight, en los que se aprecia el creciente desarrollo de LeGardon con la guitarra, particular destreza que tampoco tiene rivales entre sus contemporáneas, si bien el poco espacio del escenario hizo que tuviera que contenerse un poco y nos privara de uno de los lenguajes corporales más expresivos que haya visto jamás tocando la guitarra. Los arpegios preciosistas en clave menor y los compases que escapan la matemática hacen que sus canciones habiten en un lugar insólito y muy personal, rudo, seco y tenebroso.

Brillaron una vez más la tensión de 'Sickness', 'The Third' (el estupendo momento en el que la canción vuelve al paso inicial tras el desértico parón ambiental) y la emotiva 'I Won't Forget', y para el tramo final Ainara cambió de guitarra para tocar dos temas acústicos -'Your OwnDdirt': no hay palabras- "como experimento", dijo, para ofrecernos algo distinto a los que la vimos en agosto. Acabó, eso sí, como la otra vez, aullando en medio de la inédita 'Before Waking Up' y poniéndonos los pelos de punta. Para los bises se acordó por última vez de su disco de debut dinamitando '14 Hours' ("un aplauso para Alfonso, que no la había tocado creo desde 2005… es un aventurero") y cerrando con una de las piezas clave del segundo, una encendida 'Last of Your Hopes'. Nota mental: si se tercia mi participación en alguna votación a finales de año, en la categoría de absoluto mejor directo: Ainara LeGardon. y escuchando por segunda vez su tercer álbum, mejor disco del año. Van a tener que coserme un corazón nuevo de patchwork como el de su portada.

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