Escenarios: Primavera Club (Barcelona), 9 al 13 de diciembre de 2009


Primavera Club 2009 BCN: Todo al rojo
Seis apuestas sobre seguro (y a la inversa) y su fortuna

The Pastels
Abriendo la tanda de conciertos en una sala Apolo algo desangelada (que fue llenándose durante la actuación: era pronto, quizás, para un miércoles laborable y además la recogida de abonos y su cambio por la pulsera produjeron retrasos a muchos), The Pastels subieron al escenario con una mezcla de timidez y nerviosismo; silencios tensos entre los temas, miradas inseguras y una sensación como de excesiva preocupación por su parte lastraron un poco su actuación. Eso y la elección de un repertorio anclado en los medios tiempos (bonitos, algunos en la voz de Katrina Mitchell particularmente encantadores, pero reiterativos) hizo de su concierto algo un poco insípido, y la mala mezcla del sonido (acoples por un lado y sección de viento inaudible por el otro) no ayudó. Aún así, destacable que nos despertaran en el tramo final con 'Nothing to Be Done' y , especialmente, con la improvisación final de 'Baby Honey'. Me comentan que el día siguiente en la sala Bikini estuvieron mucho mejor.

Me and the Bees
Cómo despistaron Me and the Bees (en la foto superior). En Rockdelux se hablaba incluso de freaky folk al estilo de Joanna Newsom, y de hecho, algún pequeño paralelismo se podía encontrar escuchando las canciones acústicas que rondan por ahí, pero lo suyo son miniaturas pop mucho menos complejas. A la sala Monasterio vinieron en formato de banda completa (contrabajo, guitarra, batería) y se pusieron al público en el bolsillo sin problemas inyectando electricidad a ese pop entre melancólico (la voz de Esther tiene a veces un toque seco, añejo) y travieso ('Ahhh'), y acentuando ese desenfado tan natural que tienen. Encanto amateur, una bonita Danelectro verde, versión tabernera del 'Strange' de Galaxie 500, canciones con pegada y diversión a raudales. Me gustaron más que The Pastels.


Tara Jane O'neil
Las expectativas que tenía por el concierto de Tara Jane O'neil, habiendo descubierto su último álbum esta misma semana, fueron cubiertas con creces. Aunque es una vieja conocida para mí (cómo añoro a Retsin), había pasado por su trabajo en solitario de puntitas, y a ese tonto despiste solo le puedo agradecer ahora el montón de material que tengo por descubrir. En la sala Bikini, acompañada de violín, bajo y batería (y ante menos público del que merecería) recreó esa atmósfera entre etérea y recrudecida que tiene ese folk que practica, dejando espacio para la improvisación a la guitarra. Hizo apenas dos concesiones al pasado, o tres, si contamos la repesca de 'Howl' en el último disco (original de 2004), tema que destaca fácilmente entre el resto, poseedor de esa belleza doliente propia de una obra maestra; y acabó repartiendo varias panderetas y cascabeles entre el público para que el suave trote de 'Dig In' (emocionante improvisación) resonara por toda la sala, imprevisto cierre tras escasos cuarenta minutos.

The Ladybug Transistor
Con el borroso recuerdo de su actuación hace tres años en el mismo Primavera Club (jornada en la que compartieron tarde con Laura Veirs, Cat Power y Jeff Tweedy: de ahí lo de borroso) y las nociones suficientes como para saber de su buen hacer en ese género de pop elegante, de The Ladybug Transistor se podía esperar un concierto notable, y eso es lo que presenciamos en la la noche del viernes. La banda, con un sonriente Gary Olson al frente, derrochó simpatía y sonó limpia (sin duda uno de los mejores sonidos que le haya oído a un grupo en la sala), manejándose bien entre la presentación de algunos temas nuevos (continuistas dentro de los márgenes de su marca de fábrica) y la repesca de varias favoritas (además del guiño hispánico en forma de 'Cienfuegos') como 'Today Knows' o 'Three Days from Now', culminando con una sublime 'Always on the Telephone'. Para el bis aceptaron la petición de un afortunado, que resultó ser 'Splendor In the Grass'.

Beach House
Hay algo en los discos de Beach House que me presenta un dilema entre lo admirable y lo cuestionable: su sonido es lo suficientemente personal y reconocible, pero tan homogéneo y encorsetado que puede perderse en un exceso de linealidad. Aún así, se juntaron los astros y tuvieron una gran noche en la que todo parecía encajar. El dúo -entusiasmado, acompañado de un acertado batería que aportó un primitivismo que benefició a los temas- acampó en la oscuridad del escenario de La [2] de Apolo con ese ambiente helado que caracteriza el pulso de la caja de ritmos, la guitarra sinuosa y la voz de una Victoria Legrand mucho más profunda y suelta que en disco, convenciendo a base de temas con melodía reconocible como 'Gila' o los singles 'Norway' y 'Used to Be'.

Scout Niblett
El concierto polémico del festival: sala Monasterio abarrotada a hora y media del inicio del concierto, nervios, incomodidad extrema y aproximadamente ciento cincuenta personas fuera; un movimiento de la organización que nadie se explica y que a más de uno le costó un disgusto o una irritación. La buena de Emma accedió incluso a hacer un segundo pase de manera improvisada para la gente que no pudo entrar, pero no llegó a realizarse (si no se lo hubieran propuesto a punto de acabar su set, habrían podido avisar a la gente, que no iba a estar esperando en la puerta a que ocurriera algo en principio tan improbable). Ciñéndonos a lo artístico: intachable. Una selección de repertorio más vulnerable y no tan fiera como en su anterior visita (y es que vino sola) que le favoreció y que agarró con más fuerza las entrañas de los asistentes. apenas dos guitarrazos rebosantes de fuzz (en la inicial 'Just Do It' y en la fronteriza 'Meet and Greet', con la que acabó, ambas de un nuevo álbum que apunta más hacia el blues que nunca), la obligada visita a la batería (inmortal 'Your Beat Kicks Back Like Death') y agradecidas lecturas (con los dientes apretados y esa voz que en los agudos rompería vidrio) de 'Dinosaur Egg', 'Uptown Top Ranking', 'Relax' y 'Wolfie'. Como en Madrid, volvió para un bis y tocó 'Kiss'.

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