Imperdible: Aroah - "The Last Laugh" (2004)

La atracción que siento por The Last Laugh (2004), concretamente por el tono que emplea Irene Tremblay (el nombre detrás de Aroah), hace que me pregunte hasta qué punto soy masoquista. En este disco, su actitud me remite a la sensación que tienes cuando estás enganchado a alguien al final de una relación sentimental que no vas a terminar tú; ese punto en el que adviertes que sin duda la otra persona ya tiene la mente en otra parte. Puedes llorar y preguntarle por qué en busca de lo que ya no existe, pero no se sentirá especialmente conmovida, sino más bien violenta o a disgusto ante la revelación impúdica de esas emociones. Es una frialdad tan injusta como natural e imposible de disimular para quien la siente. Irreverente y juvenil como sonaba, ya lo decía en 'X-Song', un tema de su primer álbum No Podemos Ser Amigos (2002): "Para ti no hay justicia, y a mí me importa un bledo / Así es como soy". ¿Para qué se van a andar con rodeos cuando no nos quieren, o cuando ya no nos aguantan? En las historias de The Last Laugh, no obstante, Tremblay no se limita a definirse como una figura dominante y admirablemente descarada con los demás (incluso con ella misma). A lo largo del disco se palpa un resentimiento general que envuelve indistintamente en tristeza, desapego, seguridad e inseguridad, confesado sin pedir disculpas por ser pasivoagresiva. Lejos de parecer una colección de canciones inconexas como ocurría con su primer álbum, el segundo revela a una autora que ha ganado confianza para depurar sus ideas y que deja lo que había hecho hasta entonces en un plano más inofensivo, ingenuo, de manera inevitable. El resquemor y la sabiduría han dejado huella y su desenvoltura para experimentar con la guitarra y las estructuras implica un mayor riesgo (atención a la breve pero intrincada 'Not Amused'). Los habituales elementos de folk-pop acústico juegan esta vez con los adornos de tinte psicodélico que orquesta Greg Weeks, quien se ofreció como productor después de girar con Aroah en varias fechas por Estados Unidos en 2002. "Íbamos en tres coches, desde Vancouver a Los Ángeles, una zona que para mí es bastante sentimental, porque pasé allí parte de mi infancia. En uno de los trayectos pusimos el Forever Changes de Love; yo lo ponía una y otra vez, hasta que Greg saltó: '¡Quita el disco! Si grabas conmigo entonces haremos una versión de ellos'. Esa fue la primera vez que surgió la idea". Grabó el disco con él en Filadelfia el año siguiente, respaldada por una banda de músicos americanos, cuando ya habían repetido girando juntos por España.


En perfecta sintonía con esa claridad tan pura de las letras, la música no tiene trucos: canciones cortas, directísimas, para las que Weeks imaginó florituras de flauta, violonchelo, campanitas, guitarras a la brasa y teclados. Así, uno puede perderse en el paisaje invernal y reflexivo de 'Vigo', en la soledad gris como el cemento que planea sobre 'Madrid' (retrato crudo, sobrecogedor y casi mágico de la hostilidad que inspira la ciudad un domingo), la urgencia mística de 'An Orchid Is a Flower that Thrives On Neglect' (imponente inicio del disco) o en las encrucijadas personales que plantean 'Horoscope' (una de las canciones más complejas y mejor acabadas de toda su carrera, con ese ambiente inquietante que alude a una decisión crucial referida en la letra) y 'Upside Down' ("Vives justo al lado del alma que has perdido / (...) Has estado oyendo las verdades por la noche / ¿Te ha parecido oír la palabra 'cobarde'? / ¿Qué es ser valiente, si tú no lo eres?"). Como una amiga de las que no teme a decir lo que entiende que es verdad aunque duela a todos, Tremblay fascina con cada nueva revelación, ya sea mostrándose como alguien irremediablemente cruel (convulsa 'Sick In the Body, Sick In the Head'), genuinamente sorprendida por detalles inesperados durante una ruptura ('Y la Cinta de "los Bingueros"'), riéndose de sí misma ('Autobiographical Rhyming Song'), desconsiderada ('The Lonely Drunk': "Habla pero nadie la escucha / vive en el apartamento más vacío que haya visto / si me olvidé de decir que yo también estaba con ella / es porque me encontraba en el norte haciéndote el amor a ti") o desengañada de la idea de amor idílico y abandonada al sexo sin más (el pop perezoso de 'Katherine Says'). Para el final del disco queda esa ineludible ambivalencia entre el ser la persona que siente el impulso de hacer daño ('Too Proud To Try': "Sé que te confundo, a eso estoy acostumbrada / Cuando mis manos están atadas a las estacas de mi mente no soy ninguna santa") y la que sale escaldada ("Ya he aprendido bastante / (...) No puedo ni sonreír / Pero me reiré la última", canta en 'Schooling'). Es curioso: el mismo Greg Weeks, entrevistando a Irene para Comes With a Smile en verano de 2002, le preguntaba si se aburría de las personas y ella contestaba negativamente, diciendo que lo que ocurría es que encontraba algo nuevo. "Si estás satisfecha con una persona, ¿por qué cambiar?", insistía él, pero Irene no podía aclararlo mejor: "A mí también me gustaría saberlo"

Tres años más tarde se retaría publicando un disco diametralmente opuesto, El Día Después (2007), una colección de canciones en español producida por Raül Fernandez, que supo dar el toque justo de pop clásico a unas canciones melódicamente más pegadizas y suaves pero igual de deslenguadas. Yo siempre vuelvo a la pasivoagresividad dilatada de The Last Laugh. Soy masoquista.

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