Por el atajo: The Raincoats - "Extended Play" (1994)

Había una vez un señor llamado Kurt Cobain, que tenía un grupo de música y no llevó demasiado bien la popularidad que éste alcanzó, conduciéndole esa situación a quitarse la vida de un tiro (dicen) en el delicado paladar que tenía. El humilde músico soñaba con tener un reconocimiento popular moderado, suficiente para subsistir dedicándose exclusivamente a su pasión pero sin rebasar el nivel al que habían llegado sus héroes. Quería ser el pez más grande del estanque del underground. Pero de la noche a la mañana se vio inmerso en una mareante pesadilla que empezó al cruzarse en su camino una discográfica multinacional, llena de gente que le prometió mezclar los ingredientes necesarios para dar con un conjuro que cumpliera su deseo, aunque le advirtieron de un riesgo muy posible: ser visible más allá de su pequeño estanque, algo que no le preocupó por creerlo inviable. Pero así sucedió. La situación le acabó convirtiendo en la imagen de algo no muy lejano a un caricato. 

De lo que le pasó a este señor salieron cosas buenas: durante un lustro y de rebote, se dio una cancha sin precedentes a la música alternativa en los medios convencionales (pasajera como cualquier moda: uno puede alimentar a las masas con algo que tenga un mínimo de subtexto solo durante cierto tiempo) y los héroes de Cobain, muchos de ellos desaparecidos hacía años, vieron cómo chavales de otra generación indagaban en sus discografías, que empezaban a reeditarse por las menciones que de ellos hacía el cantante de Nirvana en las entrevistas. Mal gusto no tenía, y así sucedió con bandas como Young Marble Giants, The Vaselines, Meat Puppets, Wipers o The Raincoats. La banda británica, de la que siempre fueron núcleo y principales compositoras Ana Da Silva (voz, guitarra) y Gina Birch (voz, guitarra), había publicado su último trabajo en 1984 (Moving), y ellas mismas reconocerían haberse vuelto a juntar en los años 90 gracias a la conexión Cobain: estando él de gira en Gran Bretaña en 1992, entró en la tienda Rough Trade de Londres para comprar en vinilo una copia del primer disco de The Raincoats y desde ahí le dirigieron a la tienda de al lado, donde trabajaba la misma Da Silva, para que la conociese personalmente. Él propició la implicación de Geffen Records (sello que había fichado a Nirvana) en la reedición en CD de toda la discografía de las chicas y las motivó a ellas para trabajar de nuevo.

Más allá de ser la anécdota que las pusiera de nuevo en funcionamiento, The Raincoats no necesitaban ir de la mano de nadie para imprimirle interés a su regreso. Formada a finales de los años 70 y publicando discos con regularidad hasta mediados de los 80, fueron de las bandas elementalmente femeninas que más formas complejas aportaron al post-punk. De la misma manera que sus compañeras The Slits nunca se estancaron en los riffs mugrientos mal tocados a toda velocidad e incorporaron elementos de reggae y dub a sus composiciones, dando con una fórmula inaudita hasta entonces, The Raincoats contaban desde el principio con una violinista que arañaba las cuerdas de su instrumento cuando quería sin desatender la sensibilidad melódica, y ya a la altura del segundo álbum fueron dejando de lado su primitiva inmediatez para empezar a experimentar con el espacio y la abstracción, incorporando percusiones tribales de diverso origen y ritmos funk ya en su última etapa.

Este EP es la primera referencia que entregaron tras reformarse en 1993, y bajo el genérico título de Extended Play recoge cuatro piezas grabadas para el programa de radio de John Peel en la BBC 1 de Londres, el 24 de marzo de 1994. El disco vio la luz unos meses después de que muriera Kurt Cobain, a quien va dedicado en los créditos. Da Silva y Birch se rodearon en esa época de Steve Shelley (batería de Sonic Youth), y Anne Wood al violín, y dividieron el repertorio de la sesión en dos sentidos: dos temas nuevos y dos revisiones; dos canciones de Ana y dos de Gina. El resultado global es cohesivo, incluso una introducción inmejorable para quien no conozca a la banda, ya que las composiciones inéditas se reflejan en la desenvoltura de sus primeros días (esa complejidad resuelta con pegada) y la selección de repescas resulta un buen complemento.

Las cuerdas chirrían mientras los dedos ascienden y descienden por el mástil de la guitarra en la apertura de 'Don't Be Mean', y al poco la banda se une a una enloquecida disertación de Gina Birch, dirigida a un ex-amante que ha fingido no verla por la calle. No es ningún alegato feminista clavado en el enfado, sino que la música -fresca y pizpireta- aporta un toque de humor al arrebato obsesivo que narra. 'We Smile', la novedad de Ana Da Silva, empieza con una bonita suite de cuerda y voz y festeja a ritmo de waltz un tonteo correspondido (es, además, la única canción que se quedaría exclusivamente en este disco). De las revisiones, el desenfado cae de nuevo en el campo de Birch (siempre ha tenido esa voz nasal de niña, al fin y al cabo) en 'No One's Little Girl', una antigua cara B que suena infinitamente más sólida que en su versión de 1982: gritos a coro al principio, violín saltarín y descaro. Para el final queda la que siempre ha sido una de sus composiciones más fascinantes, 'Shouting Out Loud': rumiando sobre bajo, tom toms y violín pinzado, Da Silva se pregunta angustiada qué hacer cuando alguien necesita ayuda y uno no sabe cómo actuar. La primera parte es preciosista y ensoñadora, pero hacia la mitad se giran las tornas y se acelera el ritmo; la línea de bajo se vuelve perturbadora, el violín se desquita, quejicoso, y ella ya no se preocupa por cómo debe proceder, sino que plantea lo siguiente: "¿Qué harás tú, cuando esté yo echada y mire a mi alrededor, y vea las paredes, o encuentre una nube o me quede sola?".


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Comentarios

Luis EnricKe ha dicho que…
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