Por el atajo: Moonshake – “First EP” (1991)

La primera vez que escuché una canción de Moonshake acabé aturdido; angustiado y pegajoso de sudor, como si me encontrara atrapado en un atasco en medio de la ciudad en pleno agosto, metido en un coche sin ventanillas, e incluso los sonidos más insignificantes vieran aumentados sus decibelios hasta gritarte en la cara. Una fábula monstruosa -que no cacofónica- donde los edificios, el suave seísmo del suelo al paso del metro, el automatismo apresurado de la vida diaria, el click-clack del intermitente, el imperceptible zumbido de la bombilla de un semáforo… Todo ello te provocaría una psicosis reveladora que acabaría por abrirte los ojos. La música de la banda británica no siempre tuvo estas características; son más bien cualidades que fue adquiriendo a base de pequeñas mutaciones, pero en sus dos últimos álbumes la voz de David Callahan (voz, guitarra, samplers) ya podía considerarse la mejor emisaria de la intranquilidad y el desconsuelo propios del fin del siglo XX, y sus canciones un reflejo de la vorágine de las grandes ciudades gracias a la metafora donde confluyen loops maníacos que parecen colisionar casi al azar -como el mismo caos que nos rodea en la vida diaria- y variedad de estilos que van desde el free-jazz al blues, del post-punk al rock de vanguardia (no en vano su nombre proviene de una canción de los alemanes Can). Que se acentuaran los trazos perturbadores fue consecuencia de la pérdida de la otra mitad motora del grupo en su formación original, Margaret Fiedler (voz, guitarra, samplers) –que cada vez discrepaba más con David y acabó formando su propia banda, Laika-, con lo que la personalidad de Callahan tomó más espacio en la dirección de Moonshake. Un disco muy recomendable para ilustrar todo esto que explico es The Sound Your Eyes Can Follow (1994), una escucha fascinante.


First EP (1991) fue la primera referencia publicada de la etapa colaborativa entre Callahan y Fiedler, una colección de cuatro piezas con la que debutaron una primavera bajo la etiqueta de Creation Records. En aquel momento la formación la completaban John Frenett (bajo; luego también en Laika) y Mig Moreland (batería). Este disco queda en su catálogo como el más accesible y de ambientación más agradable, sin desafiarnos hasta los extremos de sus experimentos posteriores pero resultando en una temprana y regeneradora aportación al rock de vanguardia que más adelante se acabaría llamando post-rock. En ‘Coming’ (curiosamente, la única donde canta Callahan) se percibe el influjo bailable de los grupos mancunianos de los primeros años 90 (la percusión, la línea de bajo en círculo cerrado) pero la atmósfera, acentuada por la slide guitar, es oscura. Fiedler toma el micrófono en las restantes, embriones de ese no sé qué turbulento que siguió desarrollando en Laika; esa manera de imprimir la certeza de que deambula algo perverso detrás de su voz suave. ‘Gravity’ (coros que gotean cloroformo, guitarras entrecortadas) profundiza en un universo onírico que les emparenta con los My Bloody Valentine entre Isn't AnythingLoveless. De ‘Coward’ aparecen dos mezclas, la segunda de ellas oculta al final: la versión definitiva es furiosa y ruidosa, conducida por una frenética batería; la clandestina anula la distorsión y trae la guitarra acústica al frente para acentuar que, por muy críptica que resulte, es una canción folk. ‘Hanging’ quizás sea el momento estelar del EP, donde la voz de Margaret planea sobre un terreno bucólico y nebuloso hasta que dice “Me dejaste colgando ayer / hoy corté la soga”: equilibrista en una cuerda de dream pop con los pies húmedos por los efluvios del mar negro que aguarda hambriento debajo.

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