Imperdible: Everything But the Girl - "Eden" (1984)

A Tracey Thorn le temblaba la voz. Tenía a penas veinte años y, aunque se animó a entonar algunas canciones cuando entró en el cobertizo de un jardín donde se grabó el debut de Marine Girls, donde componía y tocaba la guitarra rítmica, si la escuchamos en pequeñas piezas como 'In Love' podemos intuir que le costaría lanzarse; que debió hacerlo mirando al suelo con el corazón en la boca o fijándose en si estaba encajando bien los dedos en los trastes, mientras en su cabeza solo pensaría en acabar rápido. Así debe sonar un sonrojo. Esa ingravidez apoyada en mínima percusión, bajo y guitarra, esa inocencia lo suficientemente despejada como para calar hondo con sus impresiones sobre amores primerizos y desidia juvenil, eran señas de identidad intransferibles de Marine Girls que marcaron años más tarde a toda una generación de bandas con maña para la ternura y el costumbrismo (como Le Mans en nuestro país, sin ir más lejos) y a artistas de lo más dispar. Las chicas no se separaron hasta 1983, pero dos años antes Tracey ya había conocido a Ben Watt en la Universidad de Hull. Solo tardarían unos meses en debutar juntos como Everything But the Girl la primavera de 1982, versionando a Cole Porter en siete pulgadas (Night and Day). Mientras empezaban a cocinar canciones al alimón y se fundían en un romance que siempre mantuvieron en un plano discreto (que dura ya treinta años), hicieron gala de una prolífica actividad publicando cada uno discos en solitario que tenían las entretelas llenas de diente de león, exhibiciones de atemporalidad dibujadas con un tono cándido y sencillo. No cuesta demasiado imaginarse las canciones de uno cantadas por la otra y viceversa, con lo que se acaba determinando que la mezcla de sus talentos tenía que ocurrir tarde o temprano. Complementarios en la misma gama de color, desvelaron los bocetos de su esencia cada uno por su cuenta para dirigirse a una meta común más entera.

El diccionario define el edén como un paraíso terrenal o un lugar ameno y delicioso. Me gusta más la  descripción del mismo como un territorio puro y natural, porque son dos adjetivos que describen bien a las dos personas que firman este disco -que, al fin y al cabo, se llama Eden (1984)- en el momento de gestarlo y entregarlo (más tarde de lo que hubieran querido: grabado en verano de 1983 con el productor Robert Millar y publicado casi un año después). Hay una inexplicable honradez, un transparente pudor implícito en estas canciones que versan sobre la inseguridad y el estado vulnerable al que nos somete el enamoramiento en su primera fase, aunque aquí Tracey Thorn ya doma con maestría su garganta, como si utilizara una suave sábana blanca como rienda para administrar sus inflexiones vocales, y sus observaciones son muestra de una mayor entereza. La exuberante 'Each and Everyone' (un cínico tema sobre los juegos de interés en el querer con audaces arreglos de viento floreciendo a su alrededor) da inicio a un desfile de sutilezas y elegancia de regusto añejo, sacando el hocico para husmear en el jazz moderno, la bossa-nova y el soul, siempre bajo el cobijo de un pop que aquí alteran solo lo justo respecto a sus correspondientes trabajos anteriores: sonoridades acústicas, vientos, percusión en lugar de batería propiamente dicha... Solo 'Another Bridge' se acerca al pop moderno inglés del que se contagiaron en singles inmediatamente posteriores al disco como Native Land o Mine.

Lo que recoge Eden no es una celebración explícita del encuentro entre los dos, sino las pequeñas encrucijadas en las que nos envuelve la vida adulta con sus cambios, la narración nostálgica de pequeñas decepciones o desencuentros con seres queridos, como en la suave 'The Spice of Life' (las caricias de las yemas de los dedos de Ben sobre las cuerdas) que, escrita por Tracey, explica la ansiedad latente tras una absurda discusión con una amiga que no logra resolver. 'Fascination' es una de las canciones que despierta mayor ternura, exponiendo esa confrontación entre lo visceral y lo racional: Tracey intenta no inmutarse cuando un novio le explica pequeños recuerdos de su pasado pero no lo consigue del todo, esforzándose por alcanzar esa madurez que debe hacer de ella alguien más valiente ("Tranquilízame cuando mi corazón no sea lo suficientemente fuerte como para soportar el peso de su nombre / si estuvieses en mi lugar y asustado, yo lo haría / (...) Hay algo que sé que aún no has olvidado del todo, así que te lo volveré a preguntar para demostrar que no me importa"). Las historias que se acaban y los puntos de vista que sobre ellas da el paso de los meses nutren gran parte del repertorio: 'The Dustbowl', 'Even So' o 'I Must Confess' parecen decir "qué tonta fui" de tres maneras distintas, y 'Frost and Fire' destaca por su tono amargo y sardónico sobre el órgano ("Estoy contenta con las cosas que me dejan exhausta / Somos tan distintos como el hielo y el fuego"); y Ben tiene voz en dos bonitos temas: 'Tender Blue', un medio tiempo con el regusto lounge de los años 50; y 'Soft Touch', que concluye el disco.

Esta primavera verá la esperada reedición de Eden (una idea que se ha ido archivando desde que se cumplió el 25 aniversario de su edición pero que Ben Watt confirmó hace unas semanas) con el añadido de las canciones de los singles previos y posteriores no incluidos en el álbum y otras rarezas como maquetas y descartes.


Para escuchar en Spotify:

Comentarios

Pereiro ha dicho que…
Muy buena la revisión de EBTG!
A mí "Eden" siempre me ha parecido un disco desangelado, que no acaba de engancharme.
"Love not Money" es ya otra cosa, uno de mis discos de cabecera al que siempre vuelvo.
Y mi favorito, aunque lo gasté de tanto escuchar, es "Temperamental"
Estanis Solsona ha dicho que…
"Love Not Money" también me gusta mucho, suena más fresco y acorde con el pop británico de mediados de los ochenta. Y "Temperamental" también ('Five Fathoms', 'Lullaby for Clubland', 'Hatfield 1980'...), de hecho mis favoritos de EBTG son los dos primeros y los dos últimos.