Escenarios: Patti Smith - Palau de la Música (Barcelona), 19 de noviembre de 2012

10 de septiembre de 1979. El Patti Smith Group da un anárquico y descontrolado concierto en un estadio de fútbol de Florencia ante cerca de ochenta mil personas. El público, jaleado por Patti, toma primero el foso de los fotógrafos y conforme avanza la noche acaba tomando el escenario ignorando al equipo de seguridad. Era la salvaje imagen de una artista en su momento más álgido de popularidad y a la vez, si uno entrecerraba los ojos para afinar la visión, la de alguien que ya no quería estar ahí. En 1975 dijo que por muy feas y amansadas que se pusieran las cosas en el mundo del rock, siempre estaría en manos de los jóvenes de a pie volver a hacer de él un arma subversiva, pues les pertenecía. En el poema 'florence', escrito sobre lo acontecido esa noche, dijo: "descienden sobre nosotros como olas, como lobos. han desgarrado mi ropa y guardado mechones de mi pelo. me han pisado las botas. ya no se parecen a mí. y así deseo que sea". Patti entregó su guitarra a esa audiencia descarriada y simbolizó así el relevo generacional y su retiro voluntario a una vida alejada de su faceta pública. 

Pensé en esta situación ayer en algún momento durante su actuación en el Palau de la Música, sobre todo hacia el final, cuando contra todo pronóstico -Patti se hizo la tonta aunque alguien estuvo pidiéndola a gritos varias veces durante el set- empezó a recitar los primeros versos de la pieza central de su primer y capital álbum Horses, 'Land', reubicando al protagonista del relato en una situación de abuso enmarcada en el entorno del siglo XXI, entre los escombros de nuestra acelerada sociedad. Smith había mostrado destellos de fiereza aquí y allí en el transcurso del recital (de marcado acento acústico, además) pero en este tema (que fue el remate colosal al set principal) se dio una retroalimentación febril creciente entre artista y audiencia difícil de resistir. Escalofríos, vuelco del estómago, chaqueta fuera y escupitajos, abandono de butacas, abandono de escenario, silbidos y gritos. Lo enlazó con 'Gloria' y lo remató deletreando "Pussy Riot". A Patti Smith el recogimiento doméstico le duró años, unos quince, solo interrumpidos por un disco de moderada repercusión cuando se publicó, pero afortunadamente la vida le ha dado tiempo para reconsiderar esa reflexión precipitada que le llevó a concluir que ya no le correspondía a ella alzarse a suscitar inquietudes y sentimientos a quien pudiera escuchar. Su imparable actividad desde la reactivación de su carrera en 1996 ha demostrado lo contrario; ha certificado su relevancia y su natural conexión con su audiencia. Ayer dio una actuación tan inspiradora y excitante como la pudiera dar casi cuarenta años atrás. Nadie diría que va a cumplir sesenta y seis años en poco más de un mes. 

Patti Smith no solo mantiene íntegra su generosa entrega interpretativa; mantiene también intacta su voz. Debe ser de las pocas artistas que debutaran en los setenta que no ha tenido que bajar ni medio tono ninguna de sus canciones clásicas. Siempre se movió en su rango vocal natural. Entre los músicos de la banda, los habituales Lenny Kaye (guitarra, bajo), Tony Shanahan (bajo, piano), Jay Dee Daughtery (batería) y Jack Petruzzelli (guitarra, bajo, piano), adaptando el repertorio a un formato acústico pero no exento de empaque en el que se picotearon momentos celebrados de su catálogo sin arriesgar tanto como en algunas de las citas europeas más inmediatas de esta gira, en las que ha interpretado cosas como 'Distant Fingers' o 'Ain't it Strange'. Con una campechanía y un sosiego dosificado en sonrisas cómplices empezó con 'Dancing Barefoot' y 'Redondo Beach' antes de incidir en las canciones del disco que venía a presentar, Banga, entre las que destacó especialmente una luminosa 'Fuji-San'. 'Ghost Dance' fue una emocionante catarsis polvorienta -la dedicó a los afectados por las tormentas en Nueva York- y, seguidamente, contuvo la voz en una fragilidad necesaria para el doo wop de 'This is the Girl', escrito para Amy Winehouse. 

El acorde sostenido de 'Beneath the Southern Cross' se desplegó como una pasarela de luz y acabó como un temblor sísmico, celebrador de la vida (la interpretó en recuerdo del escritor Roberto Bolaño). Que tras ella la banda tocara un medley de canciones clásicas de rock garagero fue como brindar un pequeño interludio tras un primer acto de altura vertiginosa. No eludió 'Because the Night', y en el último segmento asomó una agradecida revisión de 'Pissing in a River' (momento que aprovechó para explicar que era una de las favoritas del promotor Gay Mercader, el primero que trajo a su banda a España en 1976) y el rescate de la plácida 'Peaceable Kingdom', a la que dio punto y final recitando parte de 'People Have the Power' sobre los últimos coletazos de la música, algo verdaderamente efectivo. Cabe apuntar que las intervenciones de Patti entre canción y canción se han vuelto menos políticas que hace unos años. Sus pequeños discursos se centran ahora en la supervivencia individual y en la unión para cambiar el sistema. Algo en su tono y en sus gestos hace que esas menciones a la importancia de cuidar el medio ambiente y de cuidar los unos de los otros transpiren una empatía y una energía maternal que no cae en la propaganda vacua de muchos artistas. A tenor de esto, mantuvo las décimas de fiebre que cogió interpretando 'Land/Gloria' para un bis integrado por 'Banga' y un 'People Have the Power' que ha acabado convertido en todo un himno que trasciende su directa filosofía hippie, un mensaje alentador quizás más necesario que nunca. 

Fuera del lenguaje de crónica, debo decir que enmarco el concierto que dio ayer Patti Smith entre las mejores actuaciones que he visto jamás, momentos que guardo en la memoria como las visitas de Lisa Germano a La Pedrera en 2006 o de Shannon Wright al Primavera Sound de 2007. A Patti la incorporé a mi universo de muy pequeño (en casa estaban Radio Ethiopia y Wave, ambos aterradores pero el primero más) y viéndola ayer me sentí genuinamente conmovido; disparó en mí una alegría y una nostalgia que aún siento ahora si intento recordar cada gesto payaso o cada una de las notas clavadas que le escuché. Afortunadamente para todos, Florencia fue solo una pesadilla lejana. Y afortunadamente también, Patti aparenta tener veinte años menos de los que cuenta en realidad y energía para mucho más todavía.


Setlist:

dancing barefoot / redondo beach / april fool / fuji-san / mosaic / ghost dance / this is the girl / beneath the southern cross / night Time/(we ain’t got) nothin’ yet/born to lose/pushin’ too hard / because the night / pissing in a river / peaceable kingdom / land/gloria // banga / people have the power

Fotografía de Àlex Garcia, aparecida en La Vanguardia

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