Escenarios: Primavera Sound (Barcelona), 28 al 30 de mayo de 2009


Desde las primeras confirmaciones que vieron la luz este año, la organización del Primavera Sound me tenía ganado; y es que entre los seis primeros nombres ya se encontraban Throwing Muses y The Vaselines. Lo que vino a partir de ahí no dejó de ser fantástico. Dos días después de pisar el Fórum en dirección a la salida para despedir la última edición del festival, es momento de hacer valoraciones de todo lo que aconteció durante tres días ante mis ojos y oídos. Cojo aire.

Jueves 28
El primer concierto de la tarde corrió a cargo de Veracruz, una de las propuestas más sólidas del panorama independiente estatal y a los que tenía muchas ganas de ver, especialmente tras mi precipitada espantada cuando tocaron en La [2] hace unos meses. Con formación ampliada por varios músicos de apoyo, demostraron un buen hacer más allá del mimetismo a la hora de recrear la atmósfera cavernosa y amenazante del post-punk de principios de los 80, rico en matices (la percusión es particularmente adictiva) tanto en las aparentes disonancias de piezas como 'Flesh Carving Man' -una favorita- como en los decadentes valses de influencias fronterizas ('Hollow Heads', 'Odetta Satan's Rum'). El sonido fue algo turbio, y eso fue lo único que no estuvo a su favor en lo que fue un concierto sobrado de energía. Para el recuerdo queda la anécdota final: el batería perdiendo dos veces seguidas una de las baquetas ante el desconcierto de toda la banda. Tras ellos, los canadienses Women se subieron al mismo escenario Pitchfork para lo que parecía que iba a ser una simple y agradable relectura del indie pop deconstructivo de los años 90, a juzgar por los dos primeros temas, pero luego también tuvieron momentos de largos desarrollos ruidosos que a mí me dieron la sensación de que les hacían perder fuelle. A unos metros, en el escenario Rockdelux, la esperada (algo de hype había) presentación en directo del disco de debut de La Bien Querida, cara al sol y flanqueada por una banda de apariencia esperpéntica que sonó correcta, aunque su lenguaje no me diga demasiado. Luego, aun sin esperar nada de ellos, Magik Markers fueron una pequeña decepción. Apareció su cantante voluntariosa y sonriente, pero decidieron arrancar su actuación con una cantinela fúnebre que pretendía conseguir algo de intensidad a base de incorporar diferentes secciones que alternaban el (torpe) susurro y el nerviosismo ticoso; pienso en Nico y en cómo ella podía causar temor pulsando dos notas de un armonio y diciendo dos frases. La cantante de Magik Markers confundió luego la catarsis con el mono de feria, y así no había quien se lo tomara en serio.


Sí que fue agradable el concierto de The Bats, a los que vimos brevemente antes de asistir al debut en territorio nacional de los reactivados The Vaselines, en perfecta forma y disfrutando de uno de los mejores sonidos de todo el fin de semana en el escenario Rockdelux. A pesar de tener un catálogo limitado a un único LP y unos pocos EP's, demostraron su calidad atemporal y la validez de su retorno. Entre varios incisos y bromas de carácter sexual por parte de Frances McKee, no hubo ni una sola canción que no brillase en todo el set. Toda una lección de composiciones infalibles combinando acordes que pocas veces van más allá de re, la, mi y do en clave mayor. No faltó su ineludible versión de Divine, 'You Think You're a Man', antes de cerrar con 'Dum Dum'. Caras de felicidad encima de las tablas y más entre la audiencia. Poco después, Yo La Tengo nos hacían visitar el escenario grande por primera vez. no se sabía muy bien qué tipo de concierto iban a dar, dado que su última gira tenía un marcado carácter acústico y de storytellers y que no había nuevo disco que presentar. Desconcertaron abriendo con un mantra repetitivo de bajo y batería sobre el que Ira Kaplan voló libre y ruidosamente durante diez minutos, pero tras ello decidieron marcarse un setlist plagado de singles: 'Autumn Sweater', 'Big Day Coming', 'From a Motel 6', 'You Can Have It All', 'Mr. Tough', 'Tom Courtenay'… El único bajón fue que mi situación me impidiera ver a la magnética Georgia tras la batería. Presentaron un par de canciones nuevas a publicarse en septiembre, la primera de ellas de marcado carácter sexy y juguetón, pero se ganaron al público sin dificultad al hacer tal repaso de canciones populares. Cerraron con un apoteósico 'Sugarcube'.

A pesar de los escépticos que se preguntaban que hacían en el cartel, Phoenix demostraron tener un altísimo poder de convocatoria, y es que su repertorio se construye a partir de canciones de pop pegadizo, con esos toques justos de épica y drama juvenil que puede conmover a las masas sin caer en la vulgaridad. Desde las gradas sonaron perfectamente, cosa que, a mi ver (oír) no ocurrió con otra de mis citas más esperadas, My Bloody Valentine, un poco más tarde. Verlos desde cerca se planteaba imposible porque no se podía penetrar la enorme masa, pero desde lejos, con el sonido a la merced de cómo soplara el viento, la cosa fue peor. Lo atronador del volumen hacía perder todo matiz tanto con o sin tapones, todo era simplemente aturdidor y difícil de aguantar, y nada tenía que ver con lo que me gusta de escuchar su música, así que el jueves lo acabé con una mueca algo torcida.


Viernes 29
Abrimos fuego con la actuación de Damien Jurado en el Auditori a primera hora de la tarde, que conquistó fácilmente al público con una voz balsámica y el único acompañamiento de la guitarra acústica. Tristeza contemplativa que me remitió casi sin querer a Mark Kozelek, y es que juega en su misma liga, la de lo genuinamente emocionante. Lo mismo que pasa con Jason Molina al frente de Magnolia Electric Co., que tuvieron que tocar bajo un sol abrasador a las seis y cuarto de la tarde. Empezó él solo con la guitarra eléctrica y con el frágil trémolo de su voz interpretó una emocionante versión de 'Trouble In Mind', y a partir de ahí, con el añadido del resto de la banda, la cosa no bajó de lo impecable, aunque aguantar frente al escenario (y encima de él) fue difícil. Bat for Lashes tuvo uno de los sonidos más notables del fin de semana en el escenario grande, una mezcla clara y rica y una interpretación vocal irreprochable, más allá del magnestismo que pueda tener Natasha Khan como performer. Dividiendo el repertorio entre sus dos discos más o menos a la par, cabría destacar que hay algo en las piezas de su debut que sigue estando por encima de las de su trabajo más reciente, donde pesa demasiado el deje místico y gótico-new age en detrimento de algo que era misterioso y malicioso. Para despedirse se guardó su single más reciente, el infalibe 'Daniel', pero como decía, brillaron especialmente temas como 'What's a Girl to Do', 'Sarah' (ambas remozadas con nuevos arreglos más bailables) o una versión interpretada con cítara de 'Prescilla'.

Por la noche, y tras más de venite años de trayectoria últimamente más intermitente, tuvo lugar finalmente el debut en directo de Throwing Muses en España. En formato trío (muchos medios de comunicación seguían anunciando la reunión de la formación original, sin tener en cuenta la biografía básica de la banda en la que queda claro que Tanya Donelly abandonó el barco en 1991 y siguieron funcionando -igual de bien- con su ausencia) y con Kristin Hersh al frente -la personalidad musical que más me haya fascinado jamás-, con un repertorio de cerca de una hora y contando con un sorprendente volumen de público dejaron claro el por qué su legado es tan influyente como el de compañeros de generación como Pixies o J Mascis, a pesar de que ese reconocimiento en su caso siempre ha sido injustamente moderado. Se centraron en la inmediatez demoledora y estrambótica de los temas de su última etapa, la de discos como University (un 'Shimmer' para la memoria histórica) y Limbo, pero picotearon de prácticamente toda su trayectoria, a destacar en el tramo final 'Vicky's Box' (jamás la habrá cantado Hersh tan vulnerable en la primera parte y tan feroz en el desenlace), 'Pearl' y un 'Mania' de locura para finalizar. Al lado de los primitivos ritmos de Dave Narcizo, la voz de Kristin se ha vuelto dolorosamente rasposa con el tiempo y puede hacer que el grito más furioso de Kat Bjelland parezca amable. Por vínculo emocional, fue la hora más memorable del Primavera Sound 2009 para mí.


Para acabar el viernes, tras ver por la pantallas a un Jarvis Cocker en buena forma y metido de lleno en ese personaje lleno de encanto y de movimientos de humor negro, Saint Etienne cerraron el escenario Rockdelux con un concierto de marcado deje festivo, como no podía ser de otra manera. Aunque se había anunciado que venían a tocar íntegramente su emblemático disco de debut Foxbase Alpha, se limitaron a darle un protagonismo simbólico y acabaron haciendo un poco lo que les pareció, así que intercalaron varios de sus hits como la inicial 'Heart Failed (In the Back of a Taxi)', 'Who Do You Think You Are' o 'He's On the Phone'. Con la boa alrededor del cuello, Sarah Cracknell estuvo fantástica y habladora, y uno no entiende como con ese punto entre el pop más sofisticado y pegadizo y esas bases de europop tan cercanas a Pet Shop Boys como a lo kitsch, no han llegado a triunfar más allá de los límites del mundo indie. Antes de ir a la cama, lo que era uno de los conciertos en los que tenía más fe resultó ser algo insustancial. A Certain Ratio han vuelto y tienen un nuevo disco, pero se han abocado hacia un funk ambiental sin personalidad que puede resultar tan insulso como unos Morcheeba. Nada queda de la frescura y la agitación de sus inicios, y 'Shack Up' sonó desangelada. Intentaba pensar que no estaba tan mal, pero no podía negar la evidencia.

Sábado 30
A riesgo de coger una insolación de carácter serio, el sábado empezamos el recorrido por el Parc de Joan Miró, donde actuaba Alondra Bentley a la una de mediodía, una actuación que dejó una sensación placentera y de calma a más de uno. Lástima que cada vez que aparece una nueva propuesta musical femenina corra el riesgo de que se la ningunee como a una más, porque la propuesta de Bentley es de una ejecución impecable (con el acompañamiento de un contrabajista y otro músico dividido entre guitarra y banjo -oh, qué genial 'Giants Are Windmills'-), y su discurso parte de sus raíces -no hay más que escuchar las letras- y no es una imitación de un patrón folk cualquiera. La imagino en la estantería de discos al lado de Lonely Drifter Karen o Camera Obscura, por hablar de dos grupos que buscan en lo antiguo para dar forma a algo personal y que no tiene época. Conmovedor y breve. Como contraste, Ponytail se desgañitaron a gusto en el otro escenario a los pocos minutos, dando gritos y porrazos a los instrumentos en lo que fue una pequeña fiesta antes de comer. The New Year fueron los primeros en tocar en el Auditori el sábado, y había bastante expectación por verles tras las maravillas que se hablaron de su concierto en el festival Tanned Tin del año pasado, y la verdad es que no decepcionaron. Sutiles cambios de ritmo, reparto en la tarea vocal y trenzados de guitarras (tres en total) son algunos de los ingredientes con los que dan forma a un repertorio de medios tiempos de apariencia frágil pero palpable intensidad. Tras ellos, Alela Diane parecía venir de otro mundo. La cantautora de Nevada se hizo acompañar en el escenario por su padre y por una banda de hippies que le dio a todo el conjunto un aire familiar y decididamente campestre. Su despliegue vocal es su mejor baza, y lo demuestra en unas composiciones enraizadas en el folk americano con un regusto de psicodelia setentera.'White as Diamonds' fue, para mí, uno de los mejores momentos del festival.


Cambio radical en dirección al escenario al que más pereza daba ir, el Ray Ban Vice, camino a una de las citas más apetecibles del cartel, el señor Jeremy Jay. Acompañado de un batería y un bajista/gutarrista/teclista ataviado con collar de bolas de plástico y carmín de mujerzuela, Jay se subió al escenario con su encanto natural y simpaticote para ofrecer uno de los conciertos más memorables del día, plagado de composiciones concisas que tienen la crudeza y la inventiva del pop tal como se entendía en los principios de la new wave y el post-punk. Solo hubo que lamentar el coitus interruptus que tuvo que sufrir ¡dos veces! cuando saltó todo el sistema eléctrico del escenario, aunque eso sirvió para aumentar su leyenda de charming man al poderle ver sonriendo cerveza en mano, hablando con los cámaras de televisión y bajando a saludar a la gente de la primera fila. En el Auditori pudimos presenciar luego un concierto magistral de Michael Nyman, dirigiendo desde el piano a un cuarteto de cuerda, a un bajista y a seis músicos de viento que recrearon sus piezas abarcando todo tipo de sentimientos, desde la tensión al borde del caos a la placidez más absoluta. Lo fascinante de la música de corte clásico es también poder ver cómo se relaciona cada músico con su instrumento, y más si tenemos en cuenta que en múltiples ocasiones cada uno está tocando a un tempo diferente, ahora cobrando protagonismo y ahora añadiendo algo que viene a ser como una pizca de sal que simplemente enriquece. Los músicos se levantaron varias veces a reverenciar a la audiencia como agradecimiento por los aplausos, y en sus caras de felicidad se podía adivinar la impresión que les producía tener todo un auditorio lleno de gente joven disfrutando de lo que estaban haciendo.

Breve visita para ver a The Pains of Being Pure at Heart en el escenario Pitchfork (luego he leído que tocaron 30 minutos, así que vimos la mitad), sin duda el hype más destacado en lo que llevamos de año, y por lo que vimos puedo decir que su directo es resultón. Luego, llenazo absoluto y desproporcionado frente al escenario principal para ver a Neil Young, que no llegó a tocar las dos horas y media anunciadas inicialmente, y tras él, la visita de Sonic Youth con The Eternal a punto de salir oficialmente del horno, motivo por el cual imagino que intercalaron más temas nuevos (siete en total, la mitad del repertorio) con respecto a los setlists que tocaron en el mes de abril. Con un sonido limpísimo y una Kim Gordon en muy buena forma vocal, Sonic Youth volvieron a marcarse un concierto enérgico y de ejecución intachable, pero algunos de los temas nuevos no acabaron de despegar y la inclusión de tres temas de Daydream Nation entre los ocho antiguos que repescaron (cuando ese disco lo tocaron íntegro en su última visita a Barcelona) fue algo desacertada -aunque oír 'The Sprawl' y 'Cross the Breeze' sea increíble siempre. Para el recuerdo quedan, eso sí, las repescas de la inicial 'Brother James', 'Tom Violence' y los bises en forma de 'Bull In the Heather' y 'Expressway to Yr Skull'. Un único tema sonó de su etapa 1990-2006: 'Pink Steam'.

Nos paseamos un rato frente a la fiesta que estaban montando Simian Mobile Disco, ya con ese sentimiento de que todo estaba a punto de acabar, y ponemos el broche final yendo a ver a los Black Lips, un concierto de garage guarro y gamberro bañado de cerveza en todas las direcciones entre golpes de pogo.

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