Escenarios: Pauline en la Playa + Xaime Martínez - Sidecar (Barcelona), 25 de enero de 2020

 
Hay conciertos que, de tan reconfortantes y colmados de empatía, y por cómo la felicidad en la que te estacionan no se altera a lo largo de todo el recorrido (lo sabrás si en tu cara no flaquea una sonrisa tonta pero cargada de sustancia), hacen que te plantees si no habrá sido una obscenidad poner el precio de una entrada a algo que no solo te alegra la vida, sino que la sustenta y la embellece para que la vivas más serenamente. A falta de que se nos ocurra una manera más extraordinaria y justa de recompensar a Pauline en la Playa, no nos queda otra que cumplir con gusto en taquilla y más si, como pasaba en Barcelona, no podíamos ver en directo a las asturianas Mar (guitarra, voz) y Alicia Álvarez (voz, guitarra) desde una cita dolorosamente lejana en el tiempo: una noche de mayo de 2010 al aire libre y cerca del mar pero encima de un escenario altísimo de festival. Reducidas las distancias hasta la primera fila de la sala Sidecar, con un álbum nuevo que a su vez celebra lo añejo (se editó el año pasado coincidiendo con el veinte aniversario de su primer mini-LP), no veo cómo podría esperar ahora otra década hasta tener un reencuentro con un dúo que hace tanto bien. Cuentacuentos mediante las canciones, poseedoras del pico de las mejores monologuistas de comedia para improvisar sobre lo que va ocurriendo y explicar anécdotas alrededor del repertorio, las hermanas Álvarez tienen una manera tan irresistible de hacerte cómplice que se desdibuja la rectitud propia de un recital según "los protocolos del rock", aludidos con ironía cuando iban a esconderse antes del bis que nadie ponía en duda.

Acompañadas por una sección rítmica -todo soltura y finura- formada por Eva D. (batería) y David Casillas (bajo), músicos que han formado parte de la banda todo el tiempo que ha esperado Barcelona, Pauline en la Playa vertebraron el setlist poniendo especial énfasis en el cancionero de El Salto (solo se dejaron una, 'Bailo') y del álbum inmediatamente anterior, El Mundo Se Va a Acabar (2013). Su discografía está ahí para atestiguar que, en una escena indie patria que a penas empezaba a desperezarse de prejuicios y posturas con el idioma y las formas, fueron de las primeras en aventurarse a vestir con arreglos armados en partituras un pop que se arrimaba a muchas eras y géneros. En directo a penas asoma una melódica más allá del formato de guitarras, bajo y batería (viajaron ligeras, contando con un equipo prestado por buenos amigos, otro detalle kármico maravilloso), pero el cuarteto hace justicia a los detalles que tanto definen a estas canciones. Oímos cómo sobre las tablas algunas de las más recientes se expandieron con una intención más ambiental (culpa tendría la Fender Stratocaster que tocó Alicia, con un grado de distorsión de engañosa suavidad), empujando 'Verano Inmenso' como un barco de papel sobre aguas galvánicas, oscureciendo la magnética 'Un Bosque' con un nervio complejo y dibujando el vasto paisaje de 'Catherine Destivelle'. Sirvieron para recordar que, aunque su debilidad por el costumbrismo ha pesado para definir su música deprisa y corriendo, desde el principio se ha dado una alternancia entre eso y algo más impreciso e inquietante, escuchado en los emocionantes rescates de 'Nada Como el Hogar' y 'Un Monstruo', viñetas primerizas que suenan como si a Tanya Donelly le hubiera dirigido las pesadillas de infancia Chicho Ibáñez-Serrador.

Picotearon de todos sus álbumes excepto de Silabario ("ahí tocamos fondo", dijeron en una entrevista hace tiempo), abriendo la velada con las ingeniosas - y muy distintas- autodefiniciones recogidas en 'Más Pequeña que Un Botón' y 'Elástica', y luego contaron que 'Todo Para Ti' "casi nos la cogen para una campaña de rebajas de El Corte Inglés; casi, porque estas cosas nunca nos pasan". Confirmando que son hábiles observadoras de muy distintas situaciones, la dicha conyugal de 'Quién lo Iba a Decir' (con un suplemento de romanticismo al dedicarla a una pareja de amigos, recién casados, presentes entre el público) fue seguida de  'Mi Bañera', una pieza con un tono canallesco sobre el placer que supone un anhelado rato de soledad. De las canciones de El Salto que no he mencionado hasta ahora, 'La Mujer Barbuda' fue excelsa, ejemplo de su artesanía para hilar una pieza inolvidable cogiendo un elemento del imaginario popular, encarnándolo y dotándolo de sentimientos que lo humanizan bajo una nueva luz. El anecdotario de las hermanas también nos destapó que la inspiración para las voces masculinas graves que en el disco adornan 'Tricotar' está en la banda que acompañó a PJ Harvey en su última gira, y nos animaron a colaborar replicando lo que sus amigos habían grabado en el estudio para el estribillo. 

La interpretación de 'Titubeas' en la recta final, muy recordado primer single con el que se dieron a conocer, no podía presagiar hasta dónde alcanzaría el retrovisor en los bises. Primero, las hermanas regresaron al escenario sin la sección rítmica para tocar ese 'Mis Muñecas' que Alicia cedió resignada a Nosoträsh porque, en 1996, unas Undershakers que la recibieron con escepticismo en el local de ensayo no le veían lugar entre su repertorio garagero. Y luego, contra todo pronóstico después de más de hora y media generosa de concierto, Alicia se calzó el bajo y consiguieron que Sandra Tocino, vocalista de esas Undershakers también entre el público, respondiese bien a la encerrona que le hicieron y se subiese a cantar, por primera vez en veinte años, una canción no menos recordada, 'Sola'. "Sandra no va a perdonarnos nunca", dijeron antes de despedirse, pero jamás les agradeceremos bastante la temeridad. Antes que Pauline en la Playa, actuó el también asturiano Xaime Martínez, un joven que no ha cumplido los treinta y que como poeta ya cuenta en su haber con varios premios, entre ellos un flamante Premio Nacional de Poesía Joven, referencias que no podían advertirnos del sentido del humor con el que manejó un recital de a penas media hora que se hizo corta. Presentaba un disco-libro que ya tiene un año de vida, Ósculos d'Agua nel Imperiu Asturianu, su particular fabulación acerca de un futuro Imperio Asturiano armada, por ejemplo, a partir de personajes históricos imaginados en lugares de hoy ('Alcuentru con Urraca l’Asturiana na Central Térmica del Mio Pueblu'). Con solo una guitarra acústica y un pandero (versión de 'Speeding Motorcycle' de Daniel Johnston como 'Motocicleta que Aceleres', dedicándola "a todos los músicos que se mueren") Martínez demostró cómo su aproximación a la música tradicional asturiana vía el freak folk americano podía calar gracias a una naturalidad que desafía toda lógica conservadora.



Setlist de Pauline en la Playa:
Más Pequeña que Un Botón / Elástica / Todo Para Ti / Pin, Pan, Pun / La Mujer Barbuda / Catherine Destivelle / Nada Como el Hogar / Quién lo Iba a Decir / Mi Bañera / Verano Inmenso / Atardece por el Este / Un Bosque / Auuu / Una Gran Ballena Azul / Titubeas / El Mundo Se Va a Acabar / Todas las Flores // Mis Muñecas / Tricotar / Un Monstruo // Sola

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