Minutos: En ausencia indefinida de Nina Nastasia


Los seguidores más o menos acérrimos de Nina Nastasia, aquellos que nos permitimos recordarnos que su silencio discográfico desde 2010 es más ensordecedor cuanto más tiempo pasa, hemos desarrollado -me consta que no soy el único- el hábito no programado pero regular (una, dos veces al año) de teclear su nombre en un buscador deseando sorprendernos con la noticia de su regreso y, ante la ausencia de tal cosa, proyectar en el éter cuánto la echamos de menos. La generosidad con la que se volcó en un total de seis álbumes en una década, todos recomendables, dice tanto de su humanidad y su empatía que no esperas ni respuestas, ni nada que se asemeje a entrometerte en su intimidad, para justificar este sigiloso retiro. No es la incógnita de por qué no ha vuelto a publicar nuevo material; es el anhelo por saber cómo articularía una artista con su sensibilidad las emociones que nos asaltan en estos tiempos, dadas las cimas reconfortantes que recortan el horizonte en su catálogo.

Desde que su nombre dejó de figurar en los correos electrónicos que envía esporádicamente el sello que había publicado sus últimos trabajos, FatCat, las búsquedas fueron infructuosas hasta que la propia Nina asomó pocos días antes de la Navidad de 2018 con una canción acompañada de un mensaje escueto: "Envío una pequeña paloma para ver qué trae de vuelta. Una canción navideña, por qué no...". El silencio siguió durante algo más de un año, y cuando hice una de mis búsquedas espontáneas a finales del mes pasado, di con un pedazo de intimidad inesperado que Nina había compartido hacía dos semanas: una fotografía con su compañero y eterno cómplice artístico Kennan Gudjonsson y un doloroso "Descansa en paz" al pie que iluminó con una cita de Charles Simic: "Dentro de mi botella vacía construí un faro mientras todos los demás fabricaban barcos". Más luz arrojaba Steve Albini, amigo e ingeniero en todos los discos concebidos por la pareja, en su escrito de despedida: "El año pasado había sido difícil para Kennan. Había sido el contacto principal de un amigo en el hospicio y había estado administrando la atención médica diaria de Nina, durante un período en el que ninguno de los dos podía trabajar. Anteriormente le habían recetado antidepresivos, pero durante algún tiempo no los había tomado. Ayer por la mañana ya no pudo hacer frente y se quitó la vida". Muchos se sumaron a explicar anécdotas que ilustraban lo sensible, divertido y peculiar que era, y ninguno era capaz de calcular lo que su ausencia debía suponer para Nina Nastasia.

"Llevamos juntos 13 años", explicaba en 2008. "Es mi manager, mi pareja y mi mejor amigo. Está involucrado en los arreglos y la instrumentación, e ilustra el diseño para los discos. Trabaja más que yo". Kennan aparecía junto a Nina en la portada de su primer disco Dogs (2000), un retrato con un aire cómico donde puede adivinarse la complicidad que alimentó su relación durante un cuarto de siglo, aquí fresca y enmarcada bajo la palabra "PERROS", en mayúsculas y entre comillas; como si se supiesen humildes e insignificantes y proclamarlo fuese su mayor honra. La dirección artística para los discos a partir de este vio como Kennan -que además de ser músico y diseñador gráfico, se dedicó mucho tiempo a construir escenografías para teatro entre muchas otras faenas artesanales- se inspiraba en un imaginario más sombrío, a veces ilusorio y siempre minimalista, que informó la música de Nina tanto como las letras y las melodías. Su impecable atino como observadora y como conducto emocional colmaba las canciones de una fina sabiduría. La ternura y la compasión ganan descaradamente a la desesperanza cuando nos habla de la vida y la muerte, cuando nos describe a personajes que, como Kennan y ella, pelean a diario desde un pequeño apartamento por ganarse la vida de forma honrada, para quienes los alardes no existen. A muchos les cuesta ver que esta música no es triste ni pesimista, sino que existe como el espejo en el que puede mirarse un ser humano en toda su dimensión, sin sentirse coaccionado a ocultar las ideas y las emociones que incomodan en sociedad. Necesitamos más artistas así; por eso se llora su ausencia. Cuando Nina Nastasia vino a actuar a Barcelona a finales de 2010, montaron pequeñas mesas redondas con cuatro sillas en la platea para acomodarnos; no éramos muchos. Se oscurecieron las luces y nada más subirse al escenario borró de un plumazo el preconcepto que alguien pudiera tener de ella: al son del violín de Matthew Szemela, abrió el recital bailando claqué feliz como unas pascuas. Al cabo de dos o tres canciones, bromeó conmigo diciendo que me había visto filmarla en vídeo y que luego no quería verse danzando por las redes; aunque se lo dije con la mano en el corazón, no podía creerse que si me vio con la cámara en alto durante ese minuto de baile, fue porque esta era terrible y tenía que hacer cien pruebas antes de hacer cualquier foto, esa era la verdad. En el intercambio de palabras aproveché para pedirle que tocasen 'Treehouse Song' y aceptó encantada.

Cuando en la publicación Thumped le preguntaron si su último disco, Outlaster (2010), versaba sobre marcar y apreciar el tiempo, respondió animadamente: "No me quiero morir. Me gustaría no morirme. Si pudiera resolver eso, me encantaría ver el tiempo pasar". Pase lo que pase, el fallecimiento de Kennan Gudjonsson encapsula definitivamente esos seis álbumes ideados entre 2000 y 2010, fruto de su estrecha colaboración intercambiando ideas, puliendo estética y contenido con meticulosidad y siempre con la connivencia de Steve Albini en la producción, que cuando solo había trabajado con ellos en Dogs, ya resumía su admiración en la revista Mojo: "Es un disco tan modesto y grandioso simultáneamente que no puedo acabar de describirlo, excepto de maneras que harían que sonase (el disco y yo) tonto. De los dos mil discos en los que he estado involucrado, este es uno de mis favoritos, y estoy orgulloso de que se me asocie con él". Aquí debajo, una selección comentada de una docena de piezas de esa época tan fértil.


Para escuchar, lista de reproducción en Youtube:


'All Your Life' (Dogs, 2000)
Esta canción se coló en el CD que venía con el número especial 200 de Rockdelux y así es como descubrí a Nina Nastasia a finales de 2002, con una de sus composiciones más rotunda y naturalmente lacrimógenas. ¿Cómo no iba a intrigarme una artista así? Intentando tirar del brazo de un amigo para sacarle del hoyo de la depresión por una pérdida, lo arrulla sostenida en un arpegio como un pájaro en un cable ("El mentón partido / ves estrellas mirando a tu manillar / ¿por qué no lo vuelves a intentar? / toda tu vida no pudiste ganar"), le señala su debilidad más fatídica ("la heroína te adelgaza") y a la altura del estribillo se lo lleva de paseo por la cruda realidad, acompañada de un cuarteto de cuerda que encoge los pulmones pero infla el corazón: "Ella no va a volver nunca / ella no va a volver nunca / y toda esta espera te está hundiendo"

'A Dog's Life' (Dogs, 2000)
La figura del perro aparece en varias canciones de su primer álbum ("tus perros están cansados, déjalos en paz", "saca al perro a la colina, quiere lamer la luna"), pero en ninguna tiene un papel protagonista tan claro y simpático como en este tema, me atrevo a decir que el más ligero y humorístico de su repertorio. Nina sueña que se pasa el día de juerga con un perro en un parque de atracciones, un amigo instantáneo al que lamentablemente pierde de vista cuando justo está empezando a enseñarle su rutina y un señor mayor les sorprende. Para entonces el sueño diurno ya es otro: "Quiero llevar una vida de perro", o la salvación escapista de la vida adulta en una ciudad grande, voraz con las personas como Nueva York.

'Stormy Weather' (Dogs, 2000)
"¿Qué canción tuya significa más para ti?", le preguntaron en 2010, y Nina contestó: "No respondería esto, pero diré que la canción 'Stormy Weather' es especial de alguna manera, porque todo salió a la vez, con muy poco pensamiento". Si hay que presentar su trabajo a alguien que todavía no lo conoce, esta pieza es de las opciones más completas para ilustrar cómo el sujeto -en este caso, su comprensión y prudencia para velar por una mujer con una psicología frágil- se nos presenta en toda su dimensión emocional, haciendo entendible con muy poco los rasgos que quiere destacar de la tercera persona y de ella para configurar el retrato de la situación. Desequilibrio ("Entra corriendo / 'Estamos ardiendo todos', dice histérica / yo estoy en la ducha / dice 'Ahorra el agua'"), paciencia ("no me asusta el mal tiempo") y consuelo ("Se pone a buscarme / ¿No sabes que siempre voy a estar aquí?") orquestados con guitarra acústica y cuerdas dirigidas por Juliann Klopotic, como en 'All Your Life'.

'Ocean' (The Blakened Air, 2002)
El segundo álbum se grabó y mezcló en un total de cinco días, algo que tampoco sorprende demasiado sabiendo de la querencia que tiene Steve Albini por las primeras tomas y la fidelidad de las grabaciones a lo que los músicos tocan en directo. 'Ocean' es el ejemplo más contundente de que The Blackened Air es un disco menos ingenuo que Dogs, donde el ambiente se espesa -el mismo título da fe- y las reseñas empiezan a hablar de folk gótico americano, aunque las influencias que enriquecen esa sensación -las cuerdas escurridizas como espaguetis, el acordeón- tienen más de la Europa del este e incluso Rusia. La escena de 'Ocean' es claramente la de una confrontación de dimensiones épicas entre dos personas, sanguinaria ("Me estoy haciendo tan grande, estúpida y ciega / que mido 40 pisos / No huyas de mí / te aseguro que mis ojos son negros como el hierro"), que a pesar de toda la ira no ignora la tristeza infinita de la propia batalla.

'Regrets' (Run to Ruin, 2003)
La primera vez que la batería de Jim White (The Dirty Three) revolotea así alrededor del caprichoso tempo de un tema de Nina, como lo haría muchas más veces en el futuro. El arpegio de guitarra acústica ahora ágil, ahora atascado (delicioso cuando elige ralentizarlo cantando el verso "me quito el reloj") que dirige 'Regrets' hace que nos llevemos la justa sensación de agitación y soledad que uno vive hospedándose en una pensión concurrida, lugar donde parecen suceder viñetas vivas como "Pagando en el Holloway / son 35 dólares la noche / haciendo el check in con un hombre que se llama Kim / tiene una llamada de teléfono y una esposa cabreada / y puedo oír los gritos en español de amigas en las otras habitaciones / que no son como yo"

'I Say that I Will Go' (Run to Ruin, 2003)
Hay quien duda del buen espíritu y sentido del humor de Nina Nastasia, especialmente cuando en discos como Run to Ruin se nota como Kennan, los músicos y ella estaban disfrutando de experimentar con ambientes más sofocantes, y es que muchos no podrían sospechar que detrás de los dos acordes tensos que se repiten a lo largo de 'I Say that I Will Go' y los crescendos con los que se descontrolan los instrumentos, llegando al estruendo y al nerviosismo, no está la historia de una hazaña bélica naval bajo la tormenta, sino un viaje para sacar a un amigo de la cárcel pagando la fianza ("Por teléfono te juro / que no se lo diré a tu padre", remata). La canción es espeluznante; cómo no va a implicar eso el sentido del humor más afinado del mundo.


'Treehouse Song' (On Leaving, 2006)
Para su cuarto disco, On Leaving, el sonido gozó de un enfoque más recogido, reminiscente del hogar. Las cuerdas quedan reducidas a violoncelo y viola y las notas de piano centellean cuando menos lo esperas como la lluvia bajo un efímero rayo de luz. Esta canción es otra de las que desafía a nuestros lagrimales a aguantar sin derramar una gota. Nina convierte en un cuento situado en una casa de árbol la lenta elaboración de la felicidad conyugal, desde la dedicación mútua al principio ("Meses y meses nos quedábamos arriba / porque tanto escalar lleva su tiempo") a la peligrosa tentación de descuidar todo lo demás, siendo tan irresistible la dicha hogareña: "Cada noche te prometía / que bajaríamos a ver a los amigos que una vez conocimos / pero cada noche me inventaba una excusa / y nunca bajé de ese tejado".  Es como si justificase su enganche a ese amor puro con el brillo en los ojos de quien ya lo perdió. 

'Counting Up Your Bones' (On Leaving, 2006)
Una canción especialmente críptica, que Nina dijo en una entrevista en Resonance FM a finales de 2006 que era de las primeras que había escrito pero que reformó para este álbum. Mientras nos absorbe el lamento de la música, la letra se desarrolla con imágenes de una plasticidad muy llamativa: "Mis huesos se derrumban / mis huesos se caen / estás fresco como la seda / al lado de mi corazón / tus huesos se deslizan en una lágrima silenciosa / que se mezcla con un espejo cuando desapareces". La repetida referencia a estar contando los huesos de alguien evoca lo que quizás sea la fijación por una ausencia no superada. La realidad de la muerte y el duelo, presente de distintas formas en su obra, se presenta en esta canción con especial angustia.

'What She Doesn't Know' (What She Doesn't Know; single, 2008)
Si me esfuerzo en pensar, probablemente daré con unas cuantas canciones que aludan a una infidelidad entre toda la música que tengo, pero la única que sigue fresca en mi memoria desde que la escuché es esta, que no alude el tema; lo pone sobre la mesa. Su forma de plantear el punto de vista de la persona que se interpone en una pareja es tan concisa, directa y hermosa que resulta imposible no sentir simpatía por ella. Utiliza una estrofa para definir el deseo irrefrenable, otra para lamentar que a pesar de la reincidencia nunca será más que una aventura -la soledad que el hombre desconoce- y luego el refrán demoledor: "No se me ocurría qué decir / desaparecimos durante horas / lo que ella no sabe no puede hacerle daño, al fin y al cabo".

'I've Been Out Walking' (You Follow Me, 2007)
La química entre Nina y el batería Jim White floreció en You Follow Me, un disco planteado como una colaboración equitativa en la que "Jim quería ser la banda entera (...) Decía, 'Puedo asumir las partes más melódicas del resto del grupo'". Su creatividad inunda de atmósfera el álbum más austero de todo su catálogo, un mano a mano estricto entre los dos. Lo reseñé en su momento pero es obligatorio destacar en este repaso la imponente pieza que lo abre, que arranca con la audacia y la ingenuidad de un paseo por el bosque, con la cabeza llena de pájaros, antes de golpearnos con una alerta de peligro. La música oscurece el escenario inicial y nos deja con la certeza de que una rauda carrera no la ha salvado del abuso. "¿Qué será de mí, padre? / ya era una mentirosa / ahora parece ser que estoy acabada de verdad / Me transformo en lluvia, suciedad, maleza y hojas / Estoy destruida y aún así volviendo al lugar".

'I Write Down Lists' (You Follow Me, 2007)
Las primeras notas de guitarra se diluyen con inseguridad como si Nina se quedase en blanco, lo mismo Jim White con los golpes a la batería. "Mi nombre lo sé / mi familia la veo / y uno por uno los cuento y digo sus nombres / Lo repito". Otra pequeña obra de arte si hablamos de casar la narrativa con la música. Tirando de estudiados lapsus instrumentales, confusión administrada con cuentagotas y una encabritada vehemencia, nos pone en la piel de un enfermo de alzheimer que a penas está empezando a exponerse al terror por la pérdida de memoria y se resiste (todavía puede) a sucumbir al agujero blanco.

'This Familiar Way' (Outlaster, 2010)
Diríamos que Outlaster, su último trabajo hasta la fecha, era su disco más abierto y pulcro desde Dogs, claramente en las antípodas de la economía de medios de You Follow Me. Kennan y ella vistieron las canciones contando con una docena de músicos que, para sus estándares, es lo más parecido a una big band que se les podía ocurrir: cuarteto de cuerda, clarinete, oboe, cuerno francés y cuerno inglés, piano, guitara eléctrica... La ambición en los arreglos se materializó más elegante que nunca y la música se contagió de una subyugante teatralidad, de la que es un excelente ejemplo este apasionado tango noir, que lo mismo te clava en la silla que podría cantar en una opereta, haciendo como que friega los platos con gesto afectado. Cumpliendo con eso, es un clásico moderno del género.

'A Kind of Courage' (Outlaster, 2010)
Otra pieza que demuestra su fina mano para hacer de una escena concreta algo trascendental. Inclinándose de nuevo por un ambiente nocturno espeluznante, demostrando que su voz estaba en la mejor forma de su carrera para acentuar los contrastes de arena y pulmón, 'A Kind of Courage' lleva implícita una preocupación por los pequeños tormentos de la clase trabajadora que aparece varias veces a lo largo de su catálogo. Tranquilizando a alguien que parece tener que sacrificar alguna cosa o a sí mismo, sus consejos parecen llegar en la forma de una figura fantasmagórica, seria y sabia por haber sufrido ya antes: "Te guste o no / nadie te está cogiendo de la mano / siempre estamos solos / sigue adelante, después del incendio todo se habrá esfumado".

'Cry Cry Baby' (Outlaster, 2010)
Cuando apareció como single de adelanto de Outlaster seguía tan fascinado con las canciones más inquietantes de You Follow Me que no supe qué hacer de algo tan simple y bonito. Por supuesto, aún desconocía que la mitad del álbum seguía indagando en emociones más perturbadoras a pesar del sonido más sofisticado, pero mi falta de curiosidad por 'Cry Cry Baby' fue eso, fruto del momento. Quizás me faltaba madurez. Hoy la veo como otra de las cimas de su talento para sublimar un sentimiento tan universal como el amor por alguien y hacerlo tan bien porque es realista con los puntos débiles ("tú y yo somos ideales, la triste soy yo") que todos reconocemos en nosotros y por los que nos torturamos, presas del miedo a romper el idilio. "Este empleo no me matará, pero por ello no soy más fuerte / simplemente he aprendido a esperar pacientemente", dice, iluminándonos a tantos. No, no creo que se refiriese a ser cantautora. Dice empleo, no oficio. Los seis álbumes lo avalan: en su oficio no hubo un instante de autopiloto.

Comentarios