Minutos: Tanita Tikaram en la etapa Warner (Rastreando indicios de sobria intriga)


"Recuerdo estar mirando el programa de televisión The Tube cuando salió Suzanne Vega. Yo era adolescente y pensé, 'Guau. Puedes trabajar de eso -escribir canciones'". No es que en casa no hubiese escuchado música a raudales (de las imitaciones que su hermano hacía de Elvis a The Carpenters, The Beatles y ABBA, además de descubrir a Joni Mitchell o Leonard Cohen cuando empezó en el instituto), pero para Tanita Tikaram la imagen de Suzanne cristalizó, súbitamente, la idea de músico como profesión. Su madre no podía imaginar lo que ocurriría cuando le consintió, de manera despreocupada y condescendiente, que después de realizar las pruebas de acceso a la universidad pausase su trayectoria académica para intentar conseguir un contrato discográfico. Le dio un año, pero a ella le bastaron unos meses para regresar un día habiendo fichado por Warner Brothers. A finales de 1987, actuando en la sala pequeña del emblemático club Mean Fiddler de Londres gracias a una maqueta que convenció al dueño, la vio el reputado manager Paul Charles y en primavera ya estaba grabando su primer disco para la multinacional.

Si la palabra "sobriedad" era literalmente la clave de su single más popular, el título de su puesta de largo ("Corazón ancestral") venía a reconocer el grado de madurez que muchos presuponían a Tanita y que, combinado con la sorpresa de saber que todavía no había cumplido los 18, definió la manera en que fue presentada al público. Se potenció el ángulo de misterio que venía servido por sus rasgos físicos (hija de madre malasia y padre de las islas Fiyi, nacida y criada en Alemania hasta que se mudaron a Inglaterra cuando tenía 12 años); por la inusual clarividencia y seriedad con la que abordaba los sujetos en las letras; y, como colofón, por ese timbre de voz grave, intrigante en sí mismo. En 1988 se reconoció el peso artístico de muchas mujeres singulares y a la postre influyentes: Björk (aún al frente de The Sugarcubes), Sinéad O'Connor, Mary Margaret O'Hara, k.d. lang... El de Tanita Tikaram era otro nombre propio sin semejantes. Tracy Chapman debutó poco antes que ella y se las relaciona automáticamente al hacer el retrato robot de esa época, pero donde Chapman se convirtió en la chica de póster para causas humanitarias que veías junto al Ché Guevara en las habitaciones de los hermanos mayores de tus amigos, el recorrido de Tanita fue más reservado desde el principio, gestionando la improbable posibilidad de convertirse en una estrella pop (más de cuatro millones de copias vendidas del primer álbum) con los pies firmes en la tierra. De manera tímida pero traviesa, jugó con la ambigüedad a la que se prestaba la profundidad de su voz, realzándola eventualmente cuando se cortó el pelo y adquirió el aspecto de un chico adolescente. Nunca habló abiertamente de su sexualidad como hizo k.d. lang, pero su forma de preservar su intimidad mediante la sugestión juguetona tampoco fue insincera con el público.

Con lo que sí que cumplió puntual según el decálogo del mundo del pop fue con los tempos salvajes de producción que se exigen después de un éxito comercial inesperado: Tanita Tikaram grabó cuatro discos en cuatro años, repitiendo dos veces con el tándem que concibió con ella Ancient Heart (1988) -Rod Argent y Peter Van Hooke- y consiguiendo producir por su cuenta Eleven Kinds of Loneliness (1992) antes de tomarse un tiempo de reflexión obligatorio, dos años a la sombra que el minimalista Lovers In the City (1995) probó fructíferos para depurar su visión. El subtítulo de este artículo se refiere a la necesidad de rastrear indicios de sobria intriga en este bloque de su catálogo porque, lamentablemente, los álbumes de Tanita Tikaram no esquivaron el tipo de producción conservadora y desnutrida que lastró tantos discos entre finales de los años 80 y principios de los 90, cuestiones de forma que me hacen imposible decidir si con tanta desinfección el sonido se infantilizaba o se avejentaba. Hay tal exceso de limpieza en las interpretaciones de la banda y el ensamblado de los arreglos -algunos de dudoso gusto- que solo nos queda encontrar vida en aquello que respira despojado de ese artificio, y es en los contados instantes en los que la música se reduce a la mínima instrumentación. Para cuando Tanita se dio cuenta de todo esto y Lovers In the City se alzó como su disco más arriesgado y corpóreo, su lugar en la industria musical era más impreciso que nunca. Warner decidió presdindir de ella y liquidar el contrato publicando un predecible The Best of Tanita Tikaram (1996).

Dejando al margen la hermosa contención, coloreada por una inolvidable melodía de oboe, de un 'Twist In My Sobriety' que es de sobras conocido, aquí dejo la selección comentada de una decena de piezas donde pesa el hechizo de su particular óptica sin que nada lo estropee.


Para escuchar en Spotify:


'Valentine Heart' (Ancient Heart, 1988)
Afortunadamente, el diseño de sonido aséptico de Rod Argent y Peter Van Hooke para la mayoría de los temas de Ancient Heart no me disuadió de llegar al final del álbum. Me habría perdido, a la altura de la penúltima pista, esta lección magistral de emotiva serenidad. Las pequeñas notas de guitarra acústica de la maqueta original (que figuró como cara B del animado single Good Tradition) fueron trasladadas al piano y, con el añadido de un cuarteto de cuerda sublime, esta críptica canción de amor es el mejor ejemplo de cómo se puede adornar la pureza de una composición sin faltarla. "Si fuera una londinense rica en quejas / ¿volverías a llevarme a tu casa, que está bendecida por la lujuria y la lánguida oscuridad? / Si hubiera podido abrazarte una vez más con esa luz / para ti no es nada, pero a mí me mantiene viva / como un día de los enamorados / es el corazón de una enamorada, de todas formas". La mezcla de expectativa y fragilidad implícita en el deseo de entregarse a alguien resuenan, resumiendo la complejidad que puede rodear una relación sentimental incipiente.

'I Love You' (Ancient Heart, 1988)
El otro corte excepcional y agradecidamente desnudo de su primer álbum. Solo guitarra acústica y bajo para una canción lo bastante interesante como para no ser un número de folk sin más, sobre todo porque la letra versa sobre el rechazo a un chico que le declara su amor y a quien ella no puede corresponder, dejando entrever el motivo primordial con osadía e inmejorable gusto. A esa temprana edad, las dudas que apunta sobre lo fácil que sería aceptar ("La suavidad, la rareza, me van como anillo al dedo / pero la comodidad del coqueteo está por encima") y las certezas que dispara a bocajarro ("El oro, las olas y Betty Blue / son las imágenes que llevan a las pistas de por qué / no puedo quererte", disimulando el nombre de chica en el falso azar de las otras cosas que menciona) lo dicen todo sobre lo honesta que era para reflexionar sobre su sexualidad.

'For All These Years' (Ancient Heart, 1988)
Quizás menos atemporal que las dos anteriores, pero el toque nocturno incentivado por la alternancia que hace Mark Isham de trompeta y fiscornio, que es clave en este tema como el oboe lo es en 'Twist In My Sobriety', distinguen a esta pieza de las demás por su influencia jazz y por tejer una fina telaraña que te envuelve en genuino misterio. Solo así pueden calificarse imágenes sugerentes como "Tengo algo que enseñarte / es la rebanada de la vida de una persona / me la hicieron a medida, la puse en remojo, la sacudí y la enseñé por todo el mundo" o, "Todos los amantes dicen mentiras / sí, tengo a su esposa en segundo plano / pero tengo más que eso / Si el sr. Casto tiene un pasado / dámelo". Traspasa el enfado, el hastío después de los primeros besos a la deshonestidad que se revela detrás de cada tres esquinas en el tránsito a la vida adulta.

'It All Came Back Today' (The Sweet Keeper, 1990)
Con la grabación terminada cuando Ancient Heart no llevaba ni un año en la calle, hay que entender The Sweet Keeper -que esperó unos meses en el frigorífico y se publicó finalmente en enero de 1990- como una forzosa continuación del primero (no hubo tiempo para crecer y no hubo interés en alterar la fórmula que la convirtió en superventas), que reincide en sus errores y escasos aciertos. Esta pieza, que florece despacio contagiada de efluvios de folk celta, debe su perdurabilidad a la confianza que depositó Tanita en Helen O'Hara (su violinista en los conciertos) para que la arreglase con acordeón, flauta baja y su propio violín. Las notas agudas de guitarra de la maqueta de 'Valentine Heart' se reencarnan aquí y la canción no le va a la zaga en cuanto a romanticismo, en este caso evocando lo que ya se ha estropeado.

'Little Sister Leaving Town' (The Sweet Keeper, 1990)
Hay una corriente subterránea en esta pieza que nos trae el rumor de la admiración que Tanita sentía por Tom Waits, un runrún que acaba saliendo a flote cuando canta el verso "Light up this town", elevando el estribillo con una melodía que hemos oído en el 'Downtown Train' del autor californiano. 'Little Sister Leaving Town' se contagia así de su misma melancolía, aumentada por un arreglo de cuerdas interpretado impecablemente por la Kreisler String Orchesta, y que es un aliciente narrativo para este medio tiempo de soul intimista donde expresa la idea de ver más allá de los márgenes de lo conocido si las aspiraciones no pueden realizarse en ellos: "Si tu padre se diera la vuelta / y dejase que la hierba a su alrededor gritase el sonido / (...) Ilumina esta ciudad / abúrrete y recula /  hay una vista increíble por descubrir / la hermana pequeña se marcha de la ciudad"


'I'm Going Home' (Everybody's Angel, 1991)
Su última vez trabajando mano a mano con Argent y Van Hooke tuvo lugar en los estudios Bearsville de Woodstock (Nueva York), un cambio de escenario al otro lado del charco (y de nuevo prisa por grabar el verano de 1990, a medio año de la publicación del segundo álbum) que no bastó para que las composiciones se sacudieran la sensación descafeinada de antaño, aun vistiendo más sofisticadas, y muchas parecen ejercicios de estilo demasiado impersonales del cancionero americano de blues y soul. Como en los anteriores discos, la peculiaridad de su timbre vocal no puede salvarlo todo. Rescato, por cálida y elegante -y una vez más, pertinentemente sobria- la pieza que cierra Everybody's Angel, donde funde a Patsy Cline y a Tom Waits en un soliloquio alumbrado con el corazón agotado. Las cuerdas, brotando a lo largo del último minuto, encumbran esta composición country allí donde no alcanza el resto del disco.

'Any Reason' (Eleven Kinds of Loneliness, 1992)
Aunque las cifras descendientes en las ventas de sus discos debían tener de morros a los interesados en Warner Brothers, le concedieron autoproducir su cuarto disco y, por lo tanto, evolucionar más allá de la prisión construida a la sombra de 'Twist In My Sobriety', dando por agotada la colaboración con el equipo de siempre. En Eleven Kinds of Loneliness las cosas empiezan a cambiar para mejor: suena más relajada y, aunque el resultado sigue frustrando por ser demasiado suave cuando se le intuye mayor potencial, llaman la atención sus ideas al respecto del uso de la percusión -mucho más presente y mezclada de manera interesante- y la ausencia de las cuerdas en favor de teclados, armónica y texturas de distintas guitarras. Dijo que para este disco le inspiraron sus héroes más aventurados, como Mary Margaret O'Hara, así que se desató más que de costumbre, hasta impostando la voz de distintas formas. 'Any Reason' es un blues que palpita oxidado e ilustra sus juegos dentro de la estructura tradicional del género.

'Bloodlines' (Lovers In the City, 1995)
"A veces me deprimo mucho por todo esto, preguntándome dónde encajo en términos de música contemporánea", explicaba en 1995. Alejada de la vida pública durante dos años encontró el mejor juicio para hacer de su trabajo algo más relevante y, por fin, más estimulante. Varios viajes (China, Paris, San Francisco) culminaron en su aterrizaje temporal en Los Ángeles para grabar este Lovers In the City que contó con la colaboración de Thomas Newman, compositor de bandas sonoras que produjo la mitad más insólita del álbum. En 'Bloodlines', la percusión, el loop de lo que parece un suave desliz a la guitarra, los sonidos metálicos y la sequedad de la voz resultan en una quietud que no deja de ser ligeramente amenazadora. El enfasis en el aspecto ambiental, la decisión de conservar un punto abstracto más libre a la interpretación, funciona para Tanita. En la hoja promocional arrojaba algo de luz a la letra, comentando que "Bloodlines' fue inspirada por la vida en Los Ángeles. La gente dice que esta ciudad está maldita por las revueltas, los incendios y las inundaciones. Pero también es una ciudad donde la gente va a crear una vida nueva".

'Feeding the Witches' (Lovers In the City, 1995)
Las cinco canciones de Lovers In the City en las que no intervino Newman volvieron a ser responsabilidad, como en el anterior álbum, de la propia Tanita. Su inspirada visión para este disco en cuanto a la economía de sonido y el minimalismo como máxima de las propias composiciones derivó en maravillas como 'Feeding the Witches', un cuerpo a cuerpo entre ella y la London Session Orchestra que empieza con la voz a ras del suelo y las cuerdas despertando poco a poco hasta florecer del todo; un juego de tensión pasivo-agresiva entre la belleza de la música y una letra que se refiere a los prejuicios sin ocultar el enfado entre dientes: "He estado alimentando a las brujas / dándoles paja para comer / a las brujas que viven en la casa de al lado". Preguntada en esa época si su música evitaba las emociones fuertes o desagradables que uno encontraba en la de PJ Harvey o Tori Amos, discrepó y puso esta canción de ejemplo. "Si me cabreo por algo evito explotar porque si lo haces, y eres de color, creen que así reaccionamos todos". Al cierre de su etapa con Warner Brothers supo hacer de su tendencia a la introspección algo más hermoso y, a veces, corrosivo. 

Comentarios