Imperdible: PJ Harvey & John Parish - "A Woman a Man Walked By" (2009)

El sábado 18 de diciembre de 2004, los portales de noticias musicales más madrugadores amanecían anunciando -no sin cierta inquietud- que la noche pasada PJ Harvey había matado, de una manera muy concreta, a PJ Harvey. Poniéndonos en situación, que la apretada gira que la había tenido siete meses en carretera tuviese su última fecha en París, compartiendo cartel con The Libertines, ante una audiencia que había ganado invitaciones por un concurso, y viniendo de actuar dos noches con Morrissey en grandes recintos de Glasgow y Birmingham, tenía un punto chocante de por sí. Fue en ese contexto en el que Harvey, entre canción y canción, se desahogó diciendo: "Este es el último concierto que daré en la vida". Presumiblemente, no se refería a estar tan horrorizada por la velada en cuestión como para bromear con retirarse. NME se apresuraba a especular que "el comentario recuerda a las declaraciones de David Bowie en el Hammersmith Odeon de Londres en 1973. Luego se reveló que solo estaba retirando a su alter-ego Ziggy Stardust", y aunque parecía una de esas veces en las que el redactor tiene tal fijación por Bowie que tiene que meterlo en cualquier conversación, una recapitulación de los últimos movimientos de PJ Harvey podía hacer sospechar algo parecido. El año anterior, sin disco que promocionar y coincidiendo con el décimo aniversario del seminal Rid of Me (1993), había dado unos pocos conciertos en formato trío conmemorando la vertiente más salvaje de su repertorio antiguo, interpretando canciones a la guitarra que llevaban una década adormiladas. Abonándose de nuevo a la ironía kitsch que manejaba en los tiempos de '50Ft Queenie', se pasó todo 2004 trotando por los escenarios en minivestidos, tops y faldas estampadas con fotos de Spice Girls y de ella misma en sus encarnaciones pasadas. En escena, parecía querer reclamar un hueco entre las bandas de rock de nueva hornada como Yeah Yeah Yeahs, que hacían de la crudeza un desafío y una juerga. Lo que no veíamos es que con este despliegue PJ Harvey estaba quemando las naves.

Tanto su último álbum en aquel entonces, Uh Huh Her (2004), como los singles que se extrajeron del mismo fueron un ejercicio de limpieza de armario en toda regla, recuperando para ellos grabaciones caseras realizadas a lo largo de toda su trayectoria. Captain Beefheart, músico venerado por PJ que acabó convirtiéndose en una especie de mentor a quien enseñaba todo lo que tenía en progreso, siempre le había aconsejado que se atrevisese a publicar las maquetas directamente, y al final lo hizo con Uh Huh Her. Lo que grababa en casa ya había sido el esqueleto de sus discos en el pasado -notable en Is This Desire? (1998)- pero en esta ocasión la coartada de la crudeza le permitió recuperar de sus archivos, sin retocar, piezas que seguía apreciando a pesar de haberlas descartado en su día como 'The Slow Drug' y 'Shame' (ambas de finales de los 90) y mezclarlas con las nuevas. El envoltorio del álbum, otra estrecha colaboración con su cómplice Maria Mochnacz, era la pista más flagrante de una broma privada que ocultaba una declaración de intenciones a la altura del "F-I-N" de Le Mans: una recopilación de autorretratos que Harvey se había hecho frente al espejo durante años compendiaba su recorrido, lo empaquetaba. No repetirse era una máxima con la que le gustaba cumplir, y quizás ya no se veía capaz sin embalar todo esto. "Vengo de bellas artes", comentaba en 2007, "del proceso de crear cosas y explorar, y me siento más como una exploradora que como una música de rock. Todo se reduce a la experimentación. No puedo seguir viviendo si me limito a hacer lo mismo. Eso no me interesa en absoluto, y quiero ver de qué soy capaz"

Por todos es sabido que PJ Harvey siguió publicando discos y que volvió a girar, y mucho, a pesar de la frase lapidaria de París, pero no menos cierto es que su manera de trabajar cambió a partir de entonces, trasladando el aspecto de la exploración hacia territorios bien alejados de lo más reconocible de su producción, lo que nos lleva hasta los dos únicos álbumes que nos ha entregado en la última década, Let England Shake (2011) y Hope Six Demolition Project (2016), verdaderos estudios sociopolíticos que también dicen mucho sobre la utilidad que le da al fondo de su trabajo hoy en día. White Chalk (2007), el primer ejercicio después de su particular sacrificio de Ziggy Stardust, fue una salida de la encrucijada sorprendente, una colección de canciones en la voz aguda y quebradiza de un espectro que se sentaba al piano y pulsaba las teclas con la energía de quien es medio transparente. Fue poco antes de empezar a retarse con las teclas de la cítara y del piano, a finales de 2005, cuando PJ encontró la maqueta de un tema llamado 'Black Hearted Love', una colaboración no utilizada con su más fiel partenaire John Parish (multi-instrumentista, compositor y productor) que ya tenía unos años. "Le llamé enseguida: '¿Puedes escribir otras nueve canciones como esta, por favor?' (Risas) (...) Así es como empezó. Escribió cinco o seis piezas de música de una tacada y me las envió; luego al cabo de unos cinco meses, me envió otro bloque. Algunas no las utilizamos, algunas las vetamos porque eran demasiado similares a algo que ya habíamos hecho". El resurgimiento de Parish y Harvey como pareja creativa, algo que ya había ocurrido en 1996 con el álbum Dance Hall at Louse Point, era para ella como agua de mayo y una excelente práctica para ampliar su horizonte expresivo como anhelaba. En esa primera colaboración, donde John también había compuesto la música y ella se había encargado de las letras y las melodías vocales, había quedado clara la versatilidad de él para imaginar ambientes de contrastes incendiarios y la capacidad de PJ para responder al estímulo con idénticos extremos. Hasta se daba el detalle en el libreto de enmarcar nombres de ciudades entre paréntesis al lado de cada título (Bristol, Tokyo, Módena, Washington DC), como sugiriendo el nivel de convulsión o serenidad de cada pieza. En 2005, con la mesa de trabajo limpia, necesitaba volver a descubrirse a partir de lo ajeno, o relativamente ajeno: hoy, una relación de más de 30 años avala la confianza mutua de John y PJ en cuanto a criterio artístico y su afinidad en la forma de presentar la música.


Parish, en declaraciones a Flavorwire en 2009, decía que volver a componer para PJ "significaba escribir música más dinámica de la que escribiría para mí. Creo que como cantante ella está mucho más dispuesta a interpretar encima de algo mucho más denso, abstracto y feroz (...). Lo enfoco como lo haría si escribiese música para una película. (...) Si le mando algo con una atmósfera muy potente, regresará con algo que la realza". Así era. Escuchando A Woman a Man Walked By (2009) uno puede sentir como Harvey disfrutó encontrando una voz distinta para prácticamente cada uno de estos temas (ella rechazaba la idea de estar interpretando personajes: "Te puedo decir con la mano en el corazón que cada canción necesita ser cantada tal y como la oyes"), entre los cuales el que prendió la idea de volver a juntarse ('Black Hearted Love' abre el disco) queda como el más convencional, un medio tiempo colmado de sensualidad ("Creo que te vi entre las sombras / me voy acercando debajo de tus ventanas / ¿quién sospecharía que estoy así de arrebatada?") que parece diseñado para cautivar antes de abandonarte a sensaciones más exóticas. Dance Hall at Louse Point, cercado por metros y metros de alambrado eléctrico, era una aventura donde imaginabas que la soledad, el éxtasis y el desquicio tenían un paisaje urbano como escenario de fondo, bullicioso y al borde de la crispación. A Woman a Man Walked By es como una colección de cuentos en un marco agreste, quién sabe si contemporáneo o de tiempos inmemoriales, donde los emisores -los teclados distorsionados que dejan el rastro de espumarajos de arena, las guitarras de papel para hornear quemado, el banjo- levantan el polvo a la altura que requieren los juegos de PJ Harvey.

Un par de temas tratan sobre relaciones en vía muerta ('Leaving California', una despedida premiada con el tono estrafalario de una banda de circo; y 'Passionless, Pointless', la desazón conyugal puesta en evidencia) pero en general la materia es más turbia. No hay duda de que estas músicas, incluso las que parecen más inofensivas, sugirieron a Harvey la presencia de algo macabro en el subtexto, fuera genuina violencia o el dolor muscular de lo que se ha sufrido y no se ha articulado, como ocurre en 'The Soldier', una pieza con una complexión diminuta -ukelele, piano y melódica arman una sinfonía de derrota- donde habla con el estupor de un militar traumatizado por lo que ha hecho en la batalla; o en 'April', un baile torpe por el cansancio en un salón que ha estado cerrado demasiados años, donde la voz quebrada de una anciana nos hace pensar en una soledad apaisada y en lo que ya no puede alcanzar de su juventud: "Yo sueño / abril / que estoy andando, que estoy observando / abril / tu lluvia me vence", canta cuando la música inicia un crescendo conmovedor. Otras veces suscitan una inquietud morbosa creando paisajes agitados en lo musical y llenos de huecos estratégicos en las historias, como en 'The Chair', una pieza frenética y cambiante sobre la que planea el eco del duelo por un hijo ahogado (revisión de un sujeto que abordó en su día en 'Down by the Water'); o la irresistible -ese riff majadero de banjo tan propio de Parish- 'Sixteen, Fifteen, Fourteen', donde dos niñas juegan al escondite y según se desarrolla la diversión parece que no acaba bien ("No hay ni una risa en el jardín", repite sin aliento la sobreexcitada testigo). No se aclaran las extrañas circunstancias de estas desapariciones; simplemente dejan que nos aterremos con nuestros propios pensamientos.

Pero las sensaciones más fuertes se encuentran en 'Pig Will Not' y 'A Woman a Man Walked By / The Crow Knows Where All the Children Go', enfrentándonos a un punto de demencia errante que amenaza con descarrilar definitivamente. En estas, agresividad y humor negro se confunden con una naturalidad que a PJ Harvey no se le escuchaba desde las canciones que integraban Rid of Me. 'Pig Will Not', dice en los créditos, vino inspirada por el poema 'El Rebelde' de Charles Baudelaire, de quien adapta el diálogo entre un ángel intransigente y un incrédulo que se niega a hacer lo que le ordena, replicándole siempre con un  "¡No quiero!". John Parish entrega su composición más caótica y la pone al servicio de una PJ que ladra como un perro (Pig era el nombre del perro de su amiga Maria Mochnacz, de ahí el título), se retuerce con insolencia cuando interpreta al díscolo y asusta como un predicador infectado de la rabia cuando hace de ángel. La pieza que puso nombre al álbum es más jocosa: "Una vez conocí a un hombre-mujer / 'Un amigo valiente', pensé / supe cuánto me equivocaba / cuando estábamos contra la pared", empieza, convirtiendo poco a poco al sujeto que habla en un ser grotesco y sudoroso que se pone violento con un objeto de deseo que le atrae cuanto más le repele: "Ese hombre-mujer... / quiero su puto culo / ¡quiero tu puto culo!", acaba concluyendo el primitivo desequilibrado. La batería y el riff tocado con dobro zurcen una salida en zigzag para tal situación inmunda, pero no llegamos a saber si la hay, porque 'A Woman a Man Walked By' se funde con el ritmo tórrido de un instrumental donde solo cabe imaginar a mariachis con máscaras de carnaval, consentidores de la fechoría que pretenden ocultar gesticulando delante de nuestras narices. 

Curiosamente, el álbum tiene el punto final en una composición hablada que, con su tono solemne y la manera en que PJ hace de su reflexión algo universal ("Estoy buscando una respuesta / yo y otro millón de personas"), parece el pronóstico de lo que serían sus próximas aventuras como trovadora que desvía el foco de su persona y conecta su arte al sentir del resto de la humanidad. "Las grietas en el lienzo / parecen carreteras que nunca terminan". El misterio que queda en el aire con eso quizás no acelera el corazón como todos esos cuentos sobre desapariciones, lujuria, incomunicación, trauma y perversidad, pero remueve algo importante en nuestra naturaleza, y es el decidir si queremos leer sufrimiento o esperanza. 


Para escuchar en Spotify:

Comentarios