Caso abierto: Garbage - "beautifulgarbage" (2001)

Era agosto de 2001 y en mi primer trabajo de verano ocurría que, con una precisión y una frecuencia que me hacía pensar más en ocultismo que en casualidad, en el reloj pillaba las 11:11 casi todos los días sin haber mirado la hora desde que había llegado. Levantaba la cabeza y el número estaba ahí. Ver su bonita simetría era de lo poco especial que tenían las jornadas en una nave llena de máquinas para cortar grandes piezas de hierro, respirando un polvo metálico que sazonaba los pulmones y brillaba en el ambiente cuando entraba luz por el patio de atrás. Mi tío me dio el trabajo con la mejor intención y mis tareas estaban diseñadas para el enclenque que era, pero ni estar pidiendo siempre más faena me salvó de una plantilla de peones machotes que especulaban sobre mi homosexualidad con más infamia que mis compañeros de instituto y a quienes sentaba muy mal que el jefe se hubiese inventado un puesto para su sobrino; como si yo planease quedarme pasado septiembre y pusiera su pan -¿y su hombría?- en peligro por barrer retales, cortar barras de hierro y agruparlas como un autómata y marcarles medidas con puntos de tiza allí donde me decían. Pero es que no era ni eso; era inquina homofóbica sin más. Cuando la maquinaria y las radiales lo permitían, por los altavoces del taller escuchábamos Los 40 Principales en un momento histórico tan malo como cualquiera para hacerlo: Raúl, Café Quijano, Nsync, Jennifer López, el 'Lady Mermalade' de Moulin Rouge... Un día, habiendo pescado ya las 11:11 en el reloj, estrenaron el single con el que Garbage adelantaban su primer disco en tres años, que llegaría en otoño. Fue bastante chocante porque no podía reconocerles. Pensé en el 'Unpretty' de TLC. ¿Cómo no hacerlo? Las notas de guitarra acústica contra ese ritmo de R&B suave, la voz de Shirley Manson desprovista de todo resto de betún, adelgazada. En el estribillo sonaba una línea de guitarra procesada que llevaba su inconfundible ADN, pero en general me quedé con la impresión de que era una canción complaciente para la radio, que no se diferenciaba mucho del pop que entonces nos llegaba de los Estados Unidos aunque fuese en una versión más seductora que avasalladora. Rodeado de la cuadrilla de memos y confundido por todo esto, me pasó por alto que en 'Androgyny' Manson me estaba animando a aceptar y explorar mi sexualidad.

Estudiando en retrospectiva la carrera de cualquier artista siempre hay un trabajo especialmente maldito, alrededor del cual confluyeron una serie de cuestiones desafortunadas con la misma sincronía que cuando antaño se sucedieron las buenas para consagrarle. En el catálogo de Garbage ese trabajo es beautifulgarbage (2001), un álbum que las circunstancias externas abandonaron a una (relativa) vía muerta cuando vio la luz pero cuyo contenido ya venía marcado desde el principio por asuntos personales, la propia sinergia de la banda y su posición en la industria musical. El éxito comercial de Garbage (1995) fue una sorpresa que les dio rápidamente el estatus de popularidad del que disfrutaban bandas como No Doubt, Smashing Pumpkins o The Cardigans en ese limbo de pop-rock alternativo al que la cultura de masas estaba dando ya sus últimas oportunidades; y Version 2.0 (1998) fue como una culminación arrolladora de ese triunfo, afianzando su identidad como cuarteto y ayudando a que Shirley Manson se sacudiese complejos frente a quienes le otorgaban el papel de mera cantante al servicio de tres cerebros, un prejuicio harto complicado de disolver cuando los varones del grupo (Butch Vig, Duke Erikson y Steve Marker) le sacaban entre siete y quince años y eran productores además de músicos, en una época donde la figura del productor dentro del cuento del negocio musical era poco menos que una autoridad a tratar de eminencia. De esa misma suspicacia nacía otra respecto a la propia música, cuestionando si las horas invertidas por ¡tres! productores en un diseño de sonido efectista como el suyo no resultaban en el escaparate de una actividad más autoindulgente que sustancial. 



Garbage nació como una trituradora de ideas y géneros que pasan por el pop, la música de baile, el hip hop y el rock en sus versiones industrial y gótico-siniestra, enfatizando el uso de la tecnología electrónica en su sonido, algo que durante el último lustro de los años 90 les sirvió para crear una ilusión futurista, de innovación o modernidad frente al pop-rock convencional, que engalanaba su argumentario. Cuando terminan la increíble gira de Version 2.0 (más de doscientas fechas en poco más de año y medio) y vuelven a reunirse en su estudio de Madison (Winsconsin) en abril de 2000, ha habido un claro cambio de paradigma en el panorama musical mainstream; la parcela que se había cedido a grupos como el suyo ha sido devorada por el pop de corte vacuo y conservador (lo que empezó con Spice Girls y Backstreet Boys y desembocó en Britney Spears, Christina Aguilera o Atomic Kitten) y la eclosión de un metal sexista no menos vulgar (Körn, Limp Bizkit, Linkin Park) que certificaba la defunción de la era post-Nirvana. Con este panorama, titular a su tercer disco beautifulgarbage en un guiño que Shirley hizo a Courtney Love (que cantaba esas palabras en su propio 'Celebrity Skin') no resultó en el chascarrillo para iniciados que pretendía ser; el curso de las cosas lo dejó en el recuerdo a un tiempo marchito, a los años en que mujeres con roles subversivos tuvieron una voz respetada en la cultura de alcance mundial y que ahora vivían un retroceso evidente. En el plano empresarial el mordisco se lo dio Almo Sounds -el sello independiente al que pertenecían en América, del que eran el único fichaje rentable- vendiéndoles a la multinacional Interscope sin decírselo, un mercadeo insultante que sufrieron muchas de las voces femeninas surgidas del underground que habían disfrutado de una exposición masiva (a saber: Liz Phair vendida por Matador a Capitol; Courtney Love demandando a Universal por su interpretación leonina del contrato que Hole firmó con ellos; Juliana Hatfield renunciando a un álbum secuestrado por Atlantic para conseguir la carta de libertad...). Si añadimos que Shirley Manson estaba iniciando los trámites para divorciarse del artista escocés Eddie Farrell y que la promoción de beautifulgarbage debía empezar un día después del ataque a las Torres Gemelas de Nueva York, truncando todos los planes y dejando al disco herido de gravedad, tenemos la fotografía entera de su annus horribilis. 

El ciclo de Version 2.0 terminó a finales de 1999 con todo el lujo y el drama implícito en interpretar la canción principal para la última cinta de James Bond, The World Is Not Enough, cuyo videoclip dejaba en suspense la autoinmolación de una Shirley hecha ciborg. Dos años más tarde, el nuevo milenio era una realidad en la que vivíamos exactamente como siempre (incluso el efecto 2000 se quedó en nada), evaporándose las fantasías que nos habían llevado a imaginar que cuando llegase sería como Futurama, incluida la idea de que la música híbrida de Garbage podía ser el sonido de ese futuro cibernético y de neón. Cuando se publicó beautifulgarbage en octubre de 2001, Missy Elliot les adelantaba por la izquierda y grupos incipientes como The Strokes y The White Stripes lo hacían por la derecha, inaugurando un revival de rock garagero que predominaría en los años inmediatos. Los acabados procesados que caracterizaban el trabajo de Garbage, como la rosa informatizada que asomaba en la portada, no rezumaban frescura en ese contexto; más bien parecía que iban a envejecer muy rápido. Revisar beautifulgarbage ha sido para mí explorarlo por primera vez; no lo compré en su día y solo unos pocos años atrás me hice con una copia de la edición limitada por un precio de risa, más por mi afán archivista que otra cosa, sin pensar en si algún día me sentiría intrigado por él. La lista de usuarios de ebay que quieren quitarse de encima este disco es larga pero, sin ser una obra maestra y por muy gafado que estuviese cuando salió, creo que cargárselo es injusto.



Abanderado por un trío de singles que veinte años después aún lucen más maravillosos, uno se da cuenta de que si se sintió desencantado al escucharlos fue sobre todo por echar de menos el magnetismo sombrío que en el pasado tenían hasta sus canciones más pop, especialmente en el cuerpo vocal de Shirley, extrañamente hermético. De su elenco de heroínas reconocidas, aquí canaliza a Debbie Harry mucho más que a Siouxsie Sioux y, de hecho, se me ocurre que beautifulgarbage es un disco ecléctico al estilo de Eat to the Beat de Blondie. Esa variedad por sí sola hace de él una escucha más agradable y oxigenada que Version 2.0, un álbum que siempre me pareció excesivo en su arquitectura, machacón y de alguna manera claustrofóbico, con pocas concesiones al espacio despejado del que beautifulgarbage puede presumir aunque a veces desees que fuese todavía más desnudo (¿aportan algo estéticamente imprescindible los scratches tartamudos a lo largo de 'Till the Day I Die' o reconocemos que son una molestia?). Mientras la obsesiva 'Cup of Coffee' se desmadra con el melodrama (Shirley citó a Jacques Brel y a Sinatra como referencias), 'Parade' reedita el batido energético de su éxito 'When I Grow Up'; y 'Untouchable' o 'Shut Your Mouth' arrastran algunos de los tics más efectistas de su sello personal -la primera un acercamiento al pop-R&B más blando y bobo de aquel momento, y la segunda un concienzudo pistoletazo de salida para el disco, fiándolo todo a la actitud-, el álbum tiene un dulce equilibrio en piezas donde queda al descubierto la vulnerabilidad que tiempo atrás ('Milk', 'Medication') a penas habían insinuado; si 'Breaking Up the Girl' la exhibe en un paisaje de pop dinámico y melancólico, en 'Drive You Home' y 'So Like a Rose' -cargadas de tanto amor como culpabilidad- es un deleite en sí mismo dejarse llevar por la suavidad de su interpretación vocal y una instrumentación reducida a lo mínimo. 

'Can't Cry These Tears', aun con toda la pompa que requiere un confeso homenaje a las producciones de Phil Spector, traslada la misma sensación de espacio agradable que las baladas y te acaba conquistando sin tenerles en cuenta el cliché sobre el que la construyen. 'Till the Day That I Die' y 'Silence Is Golden' (esta quizás la más intrincada, con un final contundente) buscan un punto de sensualidad en el blues y lo retuercen hasta dar con la euforia o la frustración. Incluso en las canciones menos convincentes, a Shirley debe reconocérsele el talento en las letras para encontrar el balance entre intimidad, motivación y reivindicación. Sus versos pueden hacer ganar enteros a un tema como 'Shut Your Mouth' (una exposición irónica sobre el impulso para opinar frívolamente y entrometerse en la vida de los demás) y son el punto fuerte en los singles 'Androgyny' y 'Cherry Lips (Go Baby Go)', certificando su intención de seguir introduciendo sujetos subversivos en el pop de gran alcance, en este caso planteando las distintas realidades que encierra la identidad de género -mucho antes de que figurase en la agenda política, como ahora- y quizás por eso suavizando su voz hasta lo irreconocible justamente en estas dos piezas, que celebran -'Cherry Lips' es un tributo efervescente al escritor transgénero J.T. Leroy antes de saberse que era un fraude- la diversidad, la androginia, la experimentación sexual y la liberación personal y, he de reconocerlo, en el estribillo de 'Androgyny' sí se huele un poco su característica perversidad aunque no supiera leerla el verano de 2001. Ya hay quien ha escrito una carta de disculpa pública a Shirley por haber menospreciado con vehemencia un disco que hoy, dos décadas después, entienden. 

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