Imperdible: Sinéad O'Connor - "I Do Not Want What I Haven't Got" (1990)

Contaba Sinéad O'Connor que la génesis de la imagen que siempre la identificará en el ojo público, esa cabeza rapada que no tenía semejante en el establishment que empezó a escudriñarla en 1987, no solo nació de la necesidad de autoafirmarse cuando ciertos empleados de la discográfica insinuaron que debía feminizar su aspecto. También fue una respuesta tardía a uno de los crueles divertimentos que tenía su madre, que solía presentar a Sinéad a la gente como la hija guapa y a su hermana pelirroja como la hija fea. Solo era una de las humillaciones a las que sometía a sus hijos, y si esta era de pequeña magnitud es porque sucedía en público; a puerta cerrada se dejaba llevar por un sadismo sin piedad que la llevó a maltratarlos a lo largo de toda su infancia. Afeitándose la cabeza, uniformada con botas militares y chaqueta de cuero, Sinéad advertía de que no quería ser guapa ni parecer vulnerable y provocaba el rechazo de quien pensara ponerle una mano encima. Para el mundo era una declaración de principios contra la cosificación preponderante en la industria del entretenimiento, pero para la artista irlandesa era también parte del diálogo continuado que mantenía con su madre en su interior; la parte que le correspondía declamar con contundencia para emanciparse de ella. "Desarrollamos una relación buenísima desde que tuve catorce años hasta los dieciséis porque ella estaba alucinada de que la hubiese perdonado. (...) Luego un día le pregunté por qué nos hizo todo eso y respondió: 'Yo no hice nada, no sé de qué me hablas', y morí de rabia. Llevaba nueve meses sin hablarle y de golpe me entero de que ha muerto en un accidente de coche". Era 1985; Sinéad acababa de cumplir los dieciocho. Avanzando hasta 1994, cuando el disco Universal Mother la devolvió a la vida pública después de ser castigada por su incendiaria subversión (el tiempo ha ratificado la heroicidad de su aparición en Saturday Night Live rompiendo la foto de Juan Pablo II para abordar el tabú de la pederastia en la iglesia), reapareció con el pelo largo por primera vez desde que empezase su carrera, y fijarse no era una frivolidad. "No me siento yo misma si no me afeito el pelo. Incluso cuando sea una anciana lo haré", decía en 2005. Así que cuando Sinéad volvió a asomar después de esa lenta temporada de vilipendio, el pelo largo -al revés que el mito de Sansón- hablaba de la pérdida de su fuerza, de su inseguridad. Lucir una discreta melena era como izar un pañuelo blanco; una forma de rendirse, exteriorizar su fragilidad, buscar aprobación y pedir misericordia para frenar un escarnio cuyo eco llegaba allí donde las vejaciones que sufrió de niña todavía eran heridas abiertas.

John Lennon, Madonna, Bono (U2) o Kat Bjelland (Babes in Toyland) vivieron la ausencia temprana de la figura materna y en su trabajo exploraron alguna vez el duelo y el anhelo que ocasiona esa falta irreparable, pero ninguno llegó a levantar un tributo monumental como I Do Not Want What I Haven't Got (1990), un álbum donde la madre de Sinéad O'Connor no siempre está en el centro pero tampoco escapa ningún rincón de su pensamiento, invitándonos a contemplar cómo moldea su madurez conforme le habla, la añora y la provoca con rencor por haber desviado todo el amor que sentía por ella hacia una vía muerta, privándola primero de su cariño en la infancia y luego por el vacío que dejó su fatídico fallecimiento. En ninguna canción lo dice tan claro como en 'You Cause as Much Sorrow': "¿Por qué siempre tienes que estar cerca? / ¿Por qué no lo dejas estar? / Hasta ahora no ha hecho más que destruir mi vida / Causas tanto dolor muerta como lo hiciste cuando estabas viva". Conversando con el periodista Paul Du Noyer en el vigésimo aniversario de la creación del álbum, declaró: "Todo lo que sabía es que estaba increíblemente jodida. Así que escribía canciones que me ayudasen a manejarlo, y de casualidad tuve la suerte de sacar un par de discos de la experiencia". La música del primero, The Lion and the Cobra (1987), la capturó indómita y a la vez sensible bajo una fina capa de hielo, como las fotos de la portada y la contraportada; en I Do Not Want What I Haven't Got (que, como el anterior, produjo ella misma asistida por un ingeniero de sonido, en este caso Chris Birkett) hay una armonía superior que se corresponde con su deseo de avanzar con cuestiones esenciales en su vida y quedar en paz.

La carrera de Sinéad O'Connor tuvo en 'Troy' su pistoletazo de salida, una obra magna donde una orquesta codificaba la mezcla de reproches, tormento y adoración incondicional que sentía por su madre a pesar de los años de tortura. En su segundo álbum los arreglos de cuerda de Nick Ingman protagonizan la apertura como único acompañamiento de la voz en 'Feel So Different', pero el dramatismo incendiario de 'Troy' ha madurado en una sofisticación de tintes cinematográficos, siete minutos de travelling circular a su alrededor dedicados a esa figura que la seguía obnubilando: "Debería tener odio por ti / pero no tengo ninguno / y siempre te he querido / oh, me has enseñado mucho / todo este tiempo nunca había visto / todo lo que habías desplegado ante mí / todo este tiempo nunca había visto / que todo lo que necesitaría estaba dentro de mí / y ahora me siento tan diferente...", canta, y el tema alza el vuelo como si ese aprendizaje la hubiera vuelto invulnerable. Acto seguido, adaptando el poema tradicional irlandés 'I Am Stretched on Your Grave' a partir de la melodía que Philip King le dio en 1979, se produce un cambio de tercio igualmente singular: el poema no deja de ser un deseo de muerte, de reencontrarse con un ser querido que está bajo tierra, pero Sinéad lo canta sobre un loop de batería en crudo (artistas de hip hop como Public Enemy eran de sus mayores filias), prácticamente a cappella, hasta que la repetición de un solo de violín celta acaba elevando la pieza del tributo espiritual al festejo. 'Three Babies', también orquestal pero más parecida a un himno eclesiástico, avisa de cómo ha acentuado su lado más acústico respecto a The Lion and the Cobra para abordar cuestiones como el aborto natural o, en la emocionante 'The Last Day of Our Acquaintance', la transformación de una relación estrecha en puro frío burocrático: "Este es el último día de nuestra relación / te veré más tarde en la oficina de alguien / hablaré pero no me escucharás / tu respuesta ya la sé". En su entrevista con Du Noyer recordaba que "cuando llevé el disco acabado a la compañía dijeron que no lo querían publicar porque era como leer un diario, y no creían que fuese a comprarlo nadie. Sus palabras exactas fueron que 'acabaría en el suelo del almacén con el segundo álbum de Terence Trent D'arby'".

Sinéad O'Connor se veía como una cantante de protesta y todavía hoy opina que las polémicas en las que se vio envuelta no arruinaron su carrera, sino que la devolvieron a la vía de la que nunca debería haber salido. En I Do Not Want What I Haven't Got deja un par de muestras señaladas: por un lado el único tema abiertamente pop-rock, 'The Emperor's New Clothes', que le sirve para exponer la condescendencia y las regañinas que se encontró como recién llegada al showbusiness (dice que se la inspiró U2: "Por sus propias palabras serán descubiertos / tienen un caso serio de 'El traje nuevo del emperador'"); y por el otro, una balsa de folk transparente y político titulada 'Black Boys on Mopeds', con otra letra antológica: "Margaret Thatcher en la tele / conmocionada por las muertes que hubo en Pekín / parece extraño que se sienta ofendida / cuando ella da las mismas órdenes / (...) Inglaterra no es la tierra mítica de Madame George y las rosas / es el hogar de la policía que mata a chicos negros en motocicletas". Pero la canción que lo trastocó todo fue 'Nothing Compares 2 U', sugerencia de su manager tras escucharla en un disco de The Family que había pasado desapercibido en 1985; una composición de Prince nunca publicada por él. Cantándola con su madre en mente, transformando así lo que cualquiera asumiría que es una canción de amor romántico en algo mucho más trascendente, se convirtió en el pico emocional del álbum. Es la única donde participa un productor, Nellee Hooper, para dar el grado perfecto al vaho invernal que envuelve el anhelo de cada verso: el ritmo hip hop al ralentí, el coro monacal, las cuerdas... El sentimiento inconsolable de 'Nothing Compares 2 U' la convirtió en una estrella del pop por "un accidente anormal. La fama tenía cosas que eran la hostia pero conlleva una crisis de identidad enorme. (...) Tenía el síndrome del impostor. No podía entender por qué gustaban mis canciones a la gente"

El título del disco se le apareció en un sueño, en boca de su madre. Sinéad le preguntaba si no le gustaría que su hermana también perdonase todo lo que les hizo, y su madre respondía con ese "No quiero lo que no tengo". A partir de la frase compuso la pieza a cappella con la que concluye el álbum, un cántico donde suena liberada de toda angustia, como si esas palabras hubieran sido una iluminación, aunque en esta declaración definitiva de autonomía presagió su inmediato y doloroso sino: "Vi un pájaro azul marino / volando muy por encima del mar / seguí caminando y supe más tarde / que el pájaro azul marino era yo / Regresé un pájaro azul más pálido / y este es el consejo que me dieron / 'No debes intentar ser demasiado pura'". Sinéad no hizo nada que no haría una rebelde de corazón a quien ingenuamente invitaron a entrar en la mansión del establishment, pensando que podían domesticarla como a cualquier bestia.


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