Escenarios: Kristin Hersh + Mar Pujol - Antiga Fàbrica Estrella Damm (Barcelona), 15 de abril de 2024


Un par de días antes de su actuación en Barcelona, hablando para el Diario de Mallorca recién llegada allí para arrancar la gira española en Alaró, Kristin Hersh explicaba que se había librado de un agente codicioso que se resistía a acercarla a tocar por Europa si no era avalada por unos grandes números. Su último concierto aquí había sido cinco años atrás, cuando el Minifestival consiguió que fuese el plato fuerte de su cartel, y antes que eso ya nos remontábamos a su visita con Throwing Muses a finales de 2011. Así me lo confirmó cuando pude saludarla en el vestíbulo de l'Antiga Fàbrica Estrella Damm y preguntarle si estaba feliz con esta gira, asegurando que se ha encontrado con una respuesta extraordinaria en un montón de países donde se le había dado a entender que no había interés. "No os vais a librar de mí por aquí a partir de ahora", dijo, y espero que sea una amenaza garantizada. Como el resto de aspectos de su carrera, este también ha logrado enfocarlo para ajustarlo a su máxima filosófica: "Prefiero vender un disco a una persona que lo escuche un millón de veces que un millón de discos a alguien que lo escucha una vez".

En Barcelona, la tercera de las siete paradas que realizará en nuestro territorio, el concierto además se enmarcó dentro de los dobles carteles que esporádicamente organiza el programa Delicatessen de la emisora iCat. Albert Puig, maestro de ceremonias, empezó la velada presentando a Mar Pujol, cantautora de Prats de Lluçanès que ha publicado hace unas semanas su segundo álbum Cançons de Rebost. Como buena discípula de la canción de autor tradicional catalana, fue como un bálsamo de tonalidades indudablemente mediterráneas, una sensación inseparable de esos arpegios de guitarra española que te van aclimatando en cada canción como si las vieses alzar el vuelo y planeasen contemplativamente hacia sitios más inquietantes ('Per Cada U') o más juguetones dentro del imaginario cotidiano ('Amor en Conserva'). El silencio del que gozó Pujol por parte del público -algo habitual en los conciertos Delicatessen, afortunadamente- fue del tipo cuidadoso, lo sensato cuando la música habla por si sola de su delicadeza, y distinto al que imperó durante la actuación de Kristin Hersh. Lo he visto otras veces: se hace un silencio que no es del tipo prudente por tener delante a una artista sola con una guitarra acústica, sino porque sus canciones y su presencia interpretándolas impone de una manera muy peculiar.


Estos días Hersh ha tenido que prescindir de su herramienta habitual, una guitarra Collings hecha a su medida a la que partieron la pala en uno de los viajes de avión, pero por la firmeza con la que se manejó durante el set con el instrumento prestado nadie lo hubiera dicho. En Europa está tanteando el terreno ahora que han vuelto a abrirle las puertas de las salas de conciertos, así que esta no ha sido la ocasión para disfrutar del lujo de verla como pudieron en el Reino Unido el otoño pasado, acompañada por el violonchelista Pete Harvey y presentando casi al completo el aún flamante Clear Pond Road. Kristin dio un concierto acústico, que no de cantautora folk al uso, dirigido por la fiereza de esa voz clarividente y un repertorio ecléctico que fue una muestra de las canciones que más cómoda se siente tocando hoy en día, sobre todo las compuestas en los últimos 15 años de una trayectoria de más de 40, así que en general no hubo espacio para las concesiones a la nostalgia más allá de tocar el célebre 'Your Ghost'. Utilizó el breve instrumental 'Sparky' -de su primer álbum, Hips and Makers- como introducción a la velada y enseguida lo encadenó con la fascinante 'Eyeshine' (esos cambios de paisaje en su desarrollo) y revisó dos piezas de Sun Racket (2020) de Throwing Muses, 'Kay Catherine' y 'Bywater', de cuyo catálogo también sonaron la agitada 'Sunray Venus' y 'City of the Dead', una cara B de 1992. 'Your Dirty Answer' fue otro momento acalorado, demostrando que el crescendo de su frustración vociferada conserva toda la frescura. Del infravalorado Crooked (2010) sonaron tantas piezas -tres- como de su trabajo más reciente: si hace trizas la voz con los fogonazos emocionales de 'Krait' y la retahíla de imágenes atropelladas de 'Mississippi Kite', en 'Flooding' te encoge el estómago sosteniendo una nota cantada mientras dice "Estamos solos...". En esa línea fue también 'Reflections on the Power Motive of Fire', cuya letra dice "El tiempo mintió" (para entonces, las palabras que preceden a estas ya te han destrozado con el retrato de una relación muerta por inanición), pero lo que el tiempo hace mientras suena esta canción es pararse por completo. Con una versión apaciguada de la terriza 'Gazebo Tree' acabó el único bis. Quien la hubiera visto hace años o haya escuchado alguno de sus conciertos echaría en falta alguna de esas anécdotas que a veces -cada vez menos- explica en clave de comedia, pero la silenciosa gratitud en esos ojos de color azul helado es inconfundible. Su humildad sigue intacta, como su buen oficio. 

Setlist:
Sparky / Eyeshine / Kay Catherine / Mississippi Kite / Bywater / Flooding / Sunray Venus / Your Ghost / City of the Dead / Your Dirty Answer / Reflections on the Power Motive of Fire / Krait / Poor Wayfaring Stranger // Ms Haha / Gazebo Tree

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