Imperdible: The Creatures - "Anima Animus" (1999)
En la costa belga en julio de 1995, llevando puesta una camiseta que Vivienne Westwood vendía 20 años atrás con la imagen de dos vaqueros con sus enormes penes colgando (que hoy forma parte de la colección del MET de Nueva York), Siouxsie Sioux disparó al aire por última vez las patadas con las que solía subrayar los compases de 'Spellbound', una de las canciones más emblemáticas de Siouxsie and the Banshees. La admirable soltura que exhibía a nivel atlético contrastaba con su agotamiento vocal. Sería el último concierto del grupo para promocionar un disco que solo llevaba cinco meses en la calle. Ella tenía energía de sobra, pero su propia historia parecía ser un lastre en un panorama musical post-grunge que renegaba de las grandes figuras asociadas a la década de los '80 -por muy post-punkis y referentes de vanguardia que hubieran sido-, ya por una cuestión de relevo generacional. El resultado irregular de sus últimos trabajos, concebidos cuando las relaciones personales en el núcleo duro de la banda ya estaban heridas de muerte, contribuyó a que calase la idea de que los Banshees habían perdido entidad y también la inspiración. Era de obligación reconocer el fin de una era y hacerlo como lo hicieron les honró: cuando en marzo de 1996 los Sex Pistols anunciaron su reunión en una rueda de prensa dentro del 100 Club de Londres, cuna del punk donde Siouxsie se subió por primera vez al escenario en 1976 a vociferar 'The Lord's Prayer', los Banshees anunciaron enseguida su separación. "Ahora que la 'industria musical' se prepara para revivir los emocionantes principios del 'punk', cuando confundir a los oportunistas con los protagonistas dio paso a que se contratase a cualquiera que llevase colgando un imperdible", decía el comunicado, "Siouxsie and the Banshees queremos decir adiós y gracias". Más que soberbia o una provocación diseñada al milímetro, era una repulsa a la desfiguración de los valores que promovió el punk en sus inicios, encarnada en ese Johnny Rotten que cacareaba lo mucho que iba a lucrarse con la gallina de los huevos de oro.
Resulta irónico que lo último que grabase el grupo cuando aún no estaba decidida su separación fuese un tema compuesto para la película Showgirls de Paul Verhoeven, un filme de culto hoy en día que fue despedazado por público y crítica cuando se estrenó el otoño de 1995, cuya letra decía: "Las millas, los minutos pasando por mi ventana / resurgiendo de las cenizas y la mugre / una nueva yo al otro lado / estoy rompiendo esta vieja piel / estoy atravesando mi nueva piel". Acompañando los créditos finales, 'New Skin' es en retrospectiva como un grand finale para los Banshees, sonando como si una bandada de estorninos danzase en el cielo para dibujar un puño con el dedo corazón levantado. Esos versos evidencian que en la mente de Siouxsie Sioux ya hervía la idea de la regeneración. Había que sacudirse el polvo de encima. Se cortó el moño tipo colmena de su última encarnación y regresó a una imagen más andrógina que quizás no lucía tan afilada desde los tiempos de Kaleidoscope, allá por 1980, mientras en el frente artístico lo más sabio y natural fue retomar el salvoconducto de The Creatures. El hasta entonces proyecto paralelo que tenían Sioux y Budgie (batería y percusionista de los Banshees) había funcionado exclusivamente cuando lo habían permitido los tiempos muertos de la banda madre, así que era una marca que conservaba una frescura y un misterio que suponían importantes catalizadores para volver a crear con libertad. "No me gustaba la idea de que todo se convirtiera en un viaje nostálgico", explicaba ella en 1998. "Con los Banshees era muy difícil alejarse de eso. Puede que en parte fuera culpa nuestra, pero tenía mucho que ver con las ideas preconcebidas de los demás sobre lo que éramos. Y todo el tema del aniversario del punk realmente agravó lo que yo pensaba que estaba mal. Estaba muy desilusionada".
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Siouxsie y Budgie por Pierre et Gilles en 1997. |
La pareja -también sentimental, prácticamente desde que se juntaran para empezar a componer al alimón en 1981 y Adrian Boot inmortalizase el ardiente ensamble en la portada de Wild Things, su primer EP- puso la piedra fundacional de The Creatures en la voz y la percusión a secas, pero a partir de esa premisa sus intermitentes señales de vida fueron cuadernos de viaje impregnados de aromas exóticos. Primero fue el biruji tropical del agitado Feast (1983), grabado en Hawái; y después el golpe de calor en medio de un paisaje árido del esencial Boomerang (1989), para el que se desplazaron a Jerez de la Frontera pocos meses después de que Siouxsie and the Banshees entregasen una de sus obras maestras, Peepshow (1988), afianzando una época de muy buena racha creativa para ellos. En esos trabajos, aunque fieles a una estética minimalista y primitiva, la paleta alrededor de los timbales, los platos y la voz se desplegaba como la cola de un pavo real: marimba, armónica polvorienta, sección de viento, palmas flamencas, cajas de ritmos... El próximo episodio no tendría una influencia geográfica tan definitiva. Distanciados del mainstream donde habían llegado a infiltrarse subvirtiendo el panorama pop a su manera, y aborreciendo una industria musical ("tan corporativa, poco arriesgada y conservadora") que los había acabado escupiendo en favor de vender producto por encima de arte, Siouxsie y Budgie encontraron una afinidad natural en las tendencias de música de baile surgidas en Inglaterra a lo largo de los años '90, así como en artistas que expresaban sus emociones con crudeza como PJ Harvey, Portishead o Tricky, que había honrado a los Banshees versionando 'Tattoo' -una cara B de 1983- en el álbum Nearly God (1996). Poco después, Massive Attack tuvieron un gesto similar sampleando 'Metal Postcard' en 'Superpredators', una pieza que publicaron en un single de 1997. En el underground no solo encontrarían el respeto de los artistas más sustanciales de su época, sino que desde ahí también operarían, fundando su propio sello y estrechando el contacto con sus seguidores mediante un club de fans, entregándose a la filosofía del "Hazlo tú mismo" que definiría esta etapa.
Entre 1996 y 1998, la elaboración de su nuevo trabajo se desarrolló en tres actos y tres escenarios distintos: el primero, en el domicilio que compartían a las afueras de Toulouse, donde montaron un estudio casero para grabar asistidos por Steve Lyon (ingeniero de discos como Songs of Faith and Devotion de Depeche Mode); luego, se marcharon a mezclar lo que tenían a House of Sound en Nueva York; y finalmente, cuando volvieron a frecuentar Londres con el máster en la mano buscando un sello interesado en publicarlo, acabaron grabando nuevos temas en sesiones distintas con Warne Livesey y Steve Levine, aprovechando también para añadir detalles de producción a los demás y así dar más empaque y una mayor coherencia al conjunto. Como contaba Budgie en 1999, "creíamos que sería una cuestión de decir: 'Aquí está nuestro nuevo álbum, es fenomenal, lo queréis', y la reacción fue buena pero nadie lo quiso. Teníamos otras ideas y empezamos a grabar más cosas en Inglaterra". Teniéndolo todo preparado en el frente discográfico, The Creatures reaparecieron en mayo de 1998 dando dos conciertos en la sala The Garage de Londres, donde estrenaron gran parte del nuevo material. A los asistentes se les regaló un single con una canción inédita, Sad Cunt. Estaba escrita sobre una de las combinaciones de dos acordes más vieja del mundo, pero en ella Siouxsie renacía como mentora/redentora de los inadaptados para el nuevo milenio, cantando: "Un niño tan triste / con tu voz perdida / en una caja de metal / enviada por correo de segunda clase / En el siglo XXI / con un elenco mediocre de una película de serie B / no tienes boca pero necesitas gritar / estás triste". La guitarra acústica, rasgada como si fuesen a romperse las cuerdas por el propio ímpetu, y las ráfagas de ruido y electricidad tenían algo de catártico, de celebración, de viaje y de diversión; era un inicio de etapa radiante. Poco después apareció Eraser Cut, un EP de cuatro canciones que veían más cercanas a lo que su música había sido en el pasado y que decidieron despachar juntas como anticipo. El entremés daba pistas sobre los ambientes del álbum que vendría, pero no desvelaba del todo fondo, forma ni concepto.
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Budgie y Siouxsie por Pierre et Gilles en 1997. |
Anima Animus (1999) proponía un juego de híbridos y enteros desde el propio título. "Creemos que el genero, las distinciones... No son importantes. Hay demasiada segregación", comentaba un Budgie sonriente en la televisión italiana recién publicado el disco, a lo que Siouxsie añadía: "[Anima Animus] significa 'el hombre dentro de la mujer, la mujer dentro del hombre', y creo que el estado natural de una persona es tener algo masculino, algo femenino, y en grados variables la gente tiene más de una cosa o de la otra. La sociedad limita mucho a alguna gente; es muy exclusiva". El diseño gráfico limpio de DED Associates -con quienes colaboraron en todos los lanzamientos de este periodo- revelaba el rostro de Siouxsie dentro de una figura canónica masculina troquelada en la portada, y el de Budgie dentro de una femenina en la contraportada. Las fotografías eran de Pierre et Gilles, una pareja de artistas franceses reconocidos por su particular forma de trasgredir las definiciones de género, creando un amplio universo queer con sus (re)toques de fantasía, erótica y camp. La naturaleza mixta del concepto tenía su reflejo en una música donde confluían las percusiones orgánicas con la tecnología electrónica y, una vez enterrado el requisito de diferenciarse todo lo posible de su trabajo con los Banshees, con una mayor libertad para añadir a la suma bajos y guitarras.
'2nd Floor' es a Anima Animus lo que 'Peek-a-Boo' había sido a Peepshow, o 'Kiss Them for Me' a Superstition; una canción llamativa fijada al principio del disco que lleva al límite la paleta de sonidos que nos encontraremos más adelante, resultando en la pieza más fresca del lote y funcionando a todo tren en el marco más heterodoxo del pop. En su dilatada carrera era otro de esos singles que anunciaban la exploración de nuevo territorio para ellos, en este caso un experimento tecno con sintetizadores turgentes y programaciones cercanas al drum & bass que Siouxsie escribió pensando en "cuando aún quieres más, cuando quieres que la fiesta continúe y se pasa de sensato". Es un inicio grandioso para Anima Animus que multiplicaba el efecto de ese 'Sad Cunt' con el que inauguraron esta etapa; como si los maestros de ceremonias de un espectáculo nos invitasen a cruzar una cortina seduciéndonos con luces estroboscópicas, hologramas y la euforia prometida por un alucinógeno. Una vez dentro, no obstante, nos esperan emociones más sombrías e introspectivas. The Creatures transitan espacios que oscilan entre el azul del cielo nocturno y el negro que te invade la vista cuando sueñas que te van a asfixiar con un cojín. La producción de la música es sofisticada pero no por ello menos cruda; en los últimos discos de los Banshees había presupuestos holgados y nombres grandes como Stephen Hague o John Cale a los controles, pero la fuerza del conjunto quedaba diluida. En Anima Animus recuperan un nervio físico imponente: los timbales de Budgie retumban en tus huesos en una 'Turn It On' que es la viva imagen de un ritual de resurrección al aire libre; en 'Disconnected', la contundencia se funde con la sensualidad; en 'Take Mine', las percusiones suenan más metálicas que carnosas pero igualmente tribales, repuntando con mala baba lo que ha empezado en suspense con un teclado y unos bongos.
El dominio de los ambientes hasta cierto punto tenebrosos nada tiene que ver con una caricatura de lo siniestro y el terror; Siouxsie, simplemente, vuelve a estar lúcida para escrutar los recovecos psicológicos más incómodos del ser humano. Lo disfruta en piezas como 'Prettiest Thing', revisitando en voz baja algo que ya tocó en 'Obsession' (A Kiss in the Dreamhouse, 1982), una fijación tan enfermiza por alguien que el deseo de posesión se convierte en abuso ("Un pez muerto flotando hacia el techo (...) quiero sentir mis dedos metiéndose dentro"). Si aquí la violencia late en los golpes sofocados de Budgie, en 'Exterminating Angel' nos encontramos con un festival de tintes industriales y afán de destrucción en unas imágenes inmundas ("Solo hay agujeros negros donde antes vigilaban las estrellas / plumas de suciedad acarician un sol del color de la orina / una plaga de ángeles viene a matar a vuestros hijos"), embadurnadas en esos aires orientales que siempre les fascinaron. 'I Was Me', hipnótica partiendo desde una guitarra acústica y cada vez más laberíntica, la retrata presa de una pesadilla donde no sabes si le han robado la identidad o, más bien, ella misma ha transgredido a su antigua yo, que sigue deambulando por ahí ("Allá donde voy me veo a mí / en una vida que tenía no hace tanto / no se me reconoce ni se me escucha pero lo juro / yo era yo"). Es uno de los momentos más sencillos y fascinantes del álbum. Hacia el final, 'Another Planet' ofrece un respiro envuelto en sensualidad poniendo el acento en las programaciones electrónicas, y como colofón a esta concisa colección de canciones (solo 10 en la era del CD, algo inusual y agradecido) nos dejan 'Don't Go to Sleep without Me', que parece una nana japonesa sonando a través de un gramófono, el sonido del abandono hecho romanticismo.
Sin saberlo aún, el hilo que colgaba al final de Anima Animus es del que tirarían para regresar a sus excursiones exóticas en su siguiente trabajo, Hai! (2003), donde colaborarían con el percusionista Leonard Eto en Tokyo y se empaparían de esa influencia. Pero su última declaración de intenciones antes de entrar en el nuevo milenio no podía ser otra cosa que lo que fue Anima Animus; la revalidación de su vigencia a través de una combinación de viaje introspectivo y expedición hacia el futuro.
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