Escenarios: Suzanne Vega - Teatre Auditori Narcís Masferrer (Sant Feliu de Guíxols), 28 de julio de 2024


Andábamos así así de suerte en Cataluña con las visitas que había agendado aquí Suzanne Vega en los últimos tiempos. Cal y arena: si bien se canceló sin mucha explicación un concierto en la ciudad condal en 2017 (dentro del proyecto efímero Room Festival, que se autodefinía como "un ciclo de conciertos con una programación musical estable en la mítica sala barcelonesa Razzmatazz") y otro en el festival Porta Ferrada en 2020 (el año arruinado por la covid-19), Vega visitó Begur hace dos veranos (inaugurando el festival musical que se celebra en la localidad desde hace más de cuatro décadas) y Sant Cugat del Vallès hace ocho (clausurando el Festival Excepcional). Yo pude verla en tierras gerundenses en 2015, en Ciutadella de Roses. Cuando esta primavera se anunciaron conciertos suyos en Inca, Madrid y Valencia parecía que habría que volver a resignarse a quedarse con los dientes largos, pero muy a última hora -con menos de un mes de antelación- avisó de que finalmente añadía una fecha catalana a su breve periplo español, así que la madrugada de ese mismo día compré en un arrebato la entrada y el billete de autobús a Sant Feliu de Guíxols, donde actuó ayer en el Teatre Auditori Narcís Masferrer (formando parte de la programación del mismo Porta Ferrada que tuvo que suspender antaño), y con ello me regalé el colofón inesperado a un mes de julio en el que he podido ver actuar a cinco majestades de mi imaginario personal. Si bien el concierto de 2020 debía celebrarse en el escenario grande al lado del puerto en un doble cartel junto a Graham Nash, el de ayer la tuvo a ella como única protagonista en un espacio con aforo para unas 400 personas; una distancia corta impagable para escucharla y empaparse de las sutilezas.
 
Suzanne Vega volvió acompañada de Gerry Leonard (guitarra), músico que aparece por primera vez como su aliado en los créditos del álbum Songs in Red and Grey (2001) que no se ha separado de ella en más de una década sobre los escenarios; y es que es un hombre orquesta nada al uso del que Suzanne no debería prescindir nunca. Leonard es un virtuoso elegante con su instrumento, pero no destaca solo por eso; es su evidente talento para entender el meollo de los arreglos de una canción en su versión original y abreviarlos a su guitarra con unos pocos efectos, o bastándose de su pericia para construir fraseos melódicos que no descuidan la raíz que tiene que cimentar la pieza como si estuviésemos ante una banda completa. Él ha dado al cancionero de Suzanne -alguien que, no lo olvidemos, ha sido una cantautora folk inclinada a la experimentación en muchas etapas de su carrera- una lámina galvánica, expresionista, que le sienta muy bien. Tanto puede relajarse ella que en varias canciones deja la guitarra acústica y lo confia todo a la de él.


Como promete el nombre de la gira (“Old Songs, New Songs and Other Songs”), el concierto empieza con un segmento compuesto por intocables de su repertorio que lleva interpretando desde finales de los años '90 en el mismo orden que se suceden hoy, sobre todo en citas intimistas como esta; una selección fija (inicio con los acordes mayores de 'Marlene on the Wall', seguida de 'Caramel', 'Small Blue Thing', 'Gypsy', precedida por la historia del primer amor que la inspiró...) que funciona sin fisuras como el primer acto de una aclamada obra teatral y que Suzanne sigue disfrutando así, aunque esta vez coló como segundo tema la tremenda sorpresa de '99.9 Fº', una de las canciones más elaboradas del álbum al que dio título que probó que para Gerry Leonard nada es un reto demasiado grande (en 2015 ya demostró algo parecido con 'Blood Makes Noise', y eso sí que era inimaginable). '99.9 Fº' fue el mejor ejemplo de cómo lo que hace con la guitarra retiene la esencia del original a la vez que lo reinventa, en este caso añadiéndole un extra de swing. En 'Small Blue Thing', por ejemplo, Gerry se mantiene fiel a los arreglos de 1985 -esas notas heladas- pero luego, en 'In Liverpool' utiliza un pedal armónico que intoxica las estrofas con un magma shoegazer aportando así un nuevo tono. "Tocamos primero las canciones viejas porque os las sabéis vosotros y me las sé yo, pero pronto sonarán las nuevas", advirtió Suzanne poco antes de cerrar ese primer bloque hipnotizándonos con la docena de estrofas de 'The Queen and the Soldier' como si no la hubiésemos escuchado nunca, deshaciéndonos con el crudo desenlace como si hubiese podido haber otro. Su voz, que aún no lo he dicho, se conserva tal y como la hemos conocido siempre. 

La parte dedicada a las canciones nuevas es en realidad discreta y se reduce a dos inéditas que deberán aparecer en un disco que publicará, según dijo, en abril del año que viene: ‘Speakers Corner’ tiene el ímpetu de las canciones más radiantes de Beauty & Crime (2007) bajo el influjo del Lou Reed más pop-rock; pero nada podía anticipar que escuchásemos a Suzanne aullar con el ceño fruncido en ‘Rats’, un revulsivo fresco y prometedor ("está inspirada en los Ramones y Fontaines D.C.") que puede suponer el zarandeo más importante a su libro de estilo desde que se juntase con Mitchell Froom para ejecutar algunos de sus experimentos más sonados. Ambos estrenos tienen a Nueva York como musa, la ciudad que la vio crecer y que ella ha observado del derecho y del revés a lo largo de su obra. Retomando enseguida el picoteo del catálogo, sonaron interpretaciones intensas de 'Penitent' y 'Some Journey' y una insidiosa 'I Never Wear White' que invitó a redescubrir el desapercibido Tales from the Realm of the Queen of Pentacles (2014). Para el final quedaron 'Luka' y 'Tom's Diner', esta última en la espectacular versión que ya lleva tiempo tocando con Gerry, una recreación brillante de la remezcla de DNA que la llevó a lo alto de las listas de éxitos en 1990. Su reverencia final a Nueva York en el repertorio tuvo lugar al abrir el bis versionando el 'Walk on the Wild Side' de Lou Reed. Se despidió con la recóndita 'Rosemary', una canción escrita en Granada que cerraba la primera recopilación de sus canciones más conocidas, Tried and True (1998). Entrevistada durante la promoción de ese disco, dijo que le parecía bonito cerrar una colección retrospectiva con este verso para sus oyentes: "Y todo lo que pido es que me recuerdes". Acabando ayer el concierto con el mismo verso, se escenificó esa misma humilde petición. Auditorio en pie.


Setlist:
Marlene on the Wall / 99.9 F° / Caramel / Small Blue Thing / Gypsy / In Liverpool / The Queen and the Soldier / Speakers Corner / Rats / Penitent / Left of Center / I Never Wear White / Some Journey / Luka / Tom's Diner // Walk on the Wild Side / Tombstone / Rosemary

Comentarios