Escenarios: Tulsa - VOL (Barcelona), 1 de marzo de 2025
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Miren Iza (voz, guitarra, teclado) venía a Barcelona, sobre todo, a explicarnos la historia de Amadora, la mujer de edad madura que da nombre a su último disco; un personaje protagonista que necesitaba contar a lo largo de una colección de canciones entera; una figura que representa a tantas mujeres que han dedicado su vida al cuidado (servicio) de los demás a costa de erosionar sus cuerpos y sus anhelos hasta casi evaporarse. A ese dolor acumulado, no obstante, Miren le otorga un peso transformador que reanima a Amadora y la lleva a confrontar todo lo que se ha negado sistemáticamente, así como a reclamar lo que todavía puede ser suyo. Pero en la sala VOL Iza empezó el concierto de Tulsa ciñéndose a lo que el diccionario trae como definición de amadora (“que ama”) para todos nosotros, desempolvando la adaptación al castellano del ‘Into My Arms’ de Nick Cave que grabó hace muchos años y explicando que había querido comenzar así para regalarnos un punto de partida afectuoso en común, quizás para inspirar el tipo de fe en la humanidad que brilla por su ausencia en esta era, en términos generales. La banda se le unió a media canción para hacerla florecer; esa noche Tulsa eran también Clara Collantes (guitarra, voz), Miguel González Moreno (batería) y Sergio Valdehita (teclados), y la actuación fue tan impecable como la que realizó en La [2] de Apolo hace dos años, una visita tardía como la de ahora para presentar en la ciudad el álbum Ese Éxtasis (2021).
No ha pasado tanto tiempo como entonces desde la publicación de Amadora (2023) hasta que ha vuelto, pero se la esperaba con la misma anticipación. Hay amor, humor, sudor, caricias y bofetadas dentro y fuera del guión del que es su trabajo más conceptual hasta ahora, pero la complejidad de las emociones por las que transita Amadora tiene un magnetismo especial, al servirse de su habilidad para ser cruda y muy gráfica con el lenguaje ("Un rubor en mis mejillas / sobre una bandeja mis tetas exprimidas / unos latigazos en las pantorrillas / una mirada al cielo buscando a Dios") para esculpir la efigie de una mujer sacrificada a la que han subestimado y que también se ha subestimado mucho haciéndolo todo por los demás. El abanico de imágenes y circunstancias habla por generaciones y generaciones de féminas, madres, hijas y hermanas y te enfrenta a reflexionar sobre tu propia relación con ellas. Ayer, estabas atrapado por las tripas desde el desorden disociativo de 'Una Parte de Mí', rociado de ácido helado por el sintetizador; conmovido por la sublimación en algo etéreo del dolor de una relación maternofilial en desequilibrio con 'Tacones Lejanos' (una condensación soberbia del sentimiento central de la película homónima de Pedro Almodóvar); y cabreado al comprender el dolor físico diseccionado en 'Cuando Venga el León Pálido', otra pieza en la que recrudece la música con guiños a un minimalismo de corte alemán para subrayar las palabras. Con los años hemos conocido a Miren Iza unos cuantos registros interpretativos -cuanto más madura, más se ha abierto a jugar con el tono de lo que compone- pero en estas canciones canta sin poder esconder el agotamiento, un algo desesperado que rompe la garganta de Amadora tanto como le está rompiendo la piel para mudarla. Sola al piano, desnudó la lista de cosas pendientes que la disuaden de la idea del suicidio en '024' y nos enterneció explicando que en '¿Amor o Transferencia?' Amadora confunde la gratitud a su terapeuta con amor. "¿Cómo no te voy a querer / si solo quieres que sea feliz?".
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En el concierto, la parte más intensa y triste de Amadora viene compensada por el picoteo de viñetas celebradas del catálogo (hasta su primer álbum volvió la vista para rescatar 'Carretera', añadiendo también canciones insignia como 'Autorretrato', 'Centauros', el doo-wop antirromántico 'Los Amantes del Puente' u 'Oda al Amor Efímero'), pero el alivio también lo aportan piezas del mismo álbum donde la protagonista se suelta la melena de verdad ('Melocotón'), se rebela contra lo que se espera de ella ('No Quiero Hacer Historia', otro de sus grandes estribillos) o simplemente se ve invadida por la genuina felicidad que le hace sentir una buena amiga ('Laguna'). En el último segmento se da la catarsis definitiva, tejiendo un hilo que va desde una 'Santamártir' que empieza imponente, a golpe de bastón como si arrancase un desfile procesional, y acaba en las reivindicaciones personales de 'Yo No Soy Penélope' (reimaginada en una versión más rock; qué gusto oírle decir "imbécil" con esa firmeza, mi uso favorito de esa palabra en una letra desde que Cristina Lliso la cantase en 'Poemas 19 y 27' de Esclarecidos) y 'Atalaya'. En el contexto de todo lo que habíamos sentido a lo largo de la velada, fue precioso y preciado ver a una niña de unos seis años acercarse a primera fila con unos ojos enormes y una sonrisa de fascinación justo antes de que Miren empezase a aullar en la mencionada ‘Atalaya’. Lejos de espantarse con la canción más oscura de todo el set, con el grito su sonrisa aún se ensanchó más. Quiero imaginar que será para ella un instante imborrable, que ver esa noche a Tulsa -ojalá que junto a muchas otras experiencias similares- será una huella inspiradora que en el futuro le ahorrará el difícil recorrido de Amadora.
Setlist:
A Mis Brazos / La Miel que Pudo Ser / Una Parte de Mí / No Quiero Hacer Historia / Tacones Lejanos / Cuando Venga el León Pálido / Gran Fuerza Domadora / ¿Amor o Transferencia? / 024 / Los Amantes del Puente / Laguna / Autorretrato / Centauros / Melocotón // Santamártir / Oda al Amor Efímero / Yo No Soy Penélope / Atalaya / La Estrella
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