Escenarios: Darren Hayman - La [2] (Barcelona), 2 de mayo de 2009


Pasada casi media hora de la hora de inicio anunciada, entramos en La [2] de Apolo y la sala está casi vacía; a penas hay alguien sentado por los rincones y un par de espontáneos moviéndose en medio de la pista. A mano izquierda junto a la puerta, iluminado por un foco que dadas las circunstancias resulta excesivamente potente, está el mismísimo Darren Hayman con su pequeño chiringuito de discos y camisetas, a punto de caerse de sueño, preguntándose quizás cuánto más va a tener que esperar para empezar a tocar. A lo mejor, tras varias visitas a España, Hayman ya sabe -y acepta con resignación- que aquí las cosas funcionan así: eres el reclamo del cartel y aún así tienen que venir a despertarte para tocar bien entrada la madrugada. La verdad es que no debió molestarle mucho, porque en cuanto la sala empezó a llenarse y le tocó subirse al escenario, hizo gala de una personalidad extrovertida y entusiasta -su aspecto de eterno adolescente algo nerdy ayuda al personaje-, para nada adormecida, y propia de un showman que no titubea. Quizás a Hayman le pase como a Patti Smith, que quería ser un cómico como Johnny Carson y cuando tiene ocasión demuestra su buena mano para el monólogo y la comedia; o para qué darle más vueltas: es un tío simpático y natural. Aunque sin duda el don para crear espectáculo lo tiene.

Abrió el concierto a solas con 'The Hymn for the Alcohol', un pequeño clásico de Hefner, la todavía muy recordada banda que lideró durante años hasta 2001, y después de eso se subieron los músicos al escenario (violín, bajo y batería). Tras plantear al público las opciones de tocar él un set en solitario, o tocar con ellos un set calmado, o de rock'n'roll, las ovaciones fueron clarísimas para la última propuesta; y básicamente eso es lo que hicieron. Darren Hayman cuenta con una banda de elementos básicos y pocas florituras, y todo suena perfectamente sincronizado y limpio (uno de los mejores conciertos oídos en esta sala). Forman un conjunto sólido y muy ensayado, pero el nivel de "cálculo" nunca está por encima de la frescura y la calidez. Y hablando de calidez, las historias de Hayman son una delicia: otro gran maestro de la narración costumbrista, de historias sobre el anhelo por personas que están fuera de tu alcance, de bandas locales que no pudieron triunfar, de vidas en desorden y la confusión provocada por una vida adulta que te pilla por sorpresa. A destacar particularmente las sensaciones que añade el violín a la ecuación, capaz tanto de dar un aire de melancólica aventura a las canciones como de ser el sensible testimonio que respalda lo que explica la voz.

Basó el repertorio sobretodo en su último álbum (se me quedó 'Big Fish' clavada en la mente: eso es que se trata de un hit instantáneo) pero se guardó el tramo central para recordar algún tema más de Hefner y el cierre para repescar un tema de su efímero proyecto The French, 'The Wu-Tang Clan', para el cual se inspiró en el sentimiento del 'Dancing Queen' de ABBA, según nos explicó, y yo me lo creo: "Quiere estar sola / con las cortinas corridas y el equipo de música puesto / Mueve las caderas y balia al ritmo de Wu-Tang Clan / y la tristeza se le va".

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