Imperdible: The Cardigans - "Life" (1995)

En las campañas publicitarias de los años 50 y 60 perduran algunas de las representaciones más memorables y atrevidas (también perversas y satíricas) de la sociedad contemporánea más acomodada, tanto adulta como joven. En la publicidad de esos años impera una felicidad empachada de idealismo mucho más artificiosa que la de hoy en día, pero tampoco era algo exclusivo de los anuncios: está en los parpadeos coquetos y en los exagerados arrumacos de las películas; en las enceradas sonrisas de "buenos días", sombrero en mano, y en los bajos de los pantalones; en las manos que rodean cinturas y en las que sostienen tanto copas de White Russian como sartenes con la misma elegancia. Está ese espléndido estrés entre el deseo de maldecir y el autopiloto de tener que saber estar; la imagen de la pulcritud y la corrección -siempre estilizada- cubriendo la desidia y el enojo por verse atrapado en una vida tan ceñida. La esencia de la música que nos dio a conocer a The Cardigans tiene mucho de la ingenuidad de cara a la foto de esos tiempos y de su estética; un ejercicio retro, anómalo y pelín envenenado que enamoró a los ingleses en medio de un panorama musical dominado por el brit pop, acogiéndoles como si fuese Gran Bretaña y no Suecia el país que les vio nacer. La formación precedió a toda una corriente de bandas que explotaron el lounge y el easy listening desde el ángulo paródico y sin canciones que llevarse a la boca; todo lo contrario que ellos, que desde el principio podían presumir de componer y ejecutar con excelencia un repertorio de pop inteligente y sofisticado que no era ninguna broma. El quinteto había publicado un primer disco en su país en 1994, Emmerdale (que también se editó a finales de ese mismo año en Japón con notable repercusión), y esperó poco para publicar una continuación que supusiera su debut a nivel mundial.

Desde que empezaron los años 2000, no es raro encontrarse en la hemeroteca declaraciones de los miembros de The Cardigans renegando de su primera etapa (la que cierra su tercer disco First Band on the Moon, 1996), algo ultrajante por la vehemencia con la que lo hacen, particularmente Nina Persson (voz). Parece ser que su pasado estrictamente pop, comprometido con esa estética retro hasta las últimas consecuencias, les avergüenza y -esto sí que es extraño- no lo consideran a la altura de sus progresos en el mundo del pop-rock más convencional y serio de los últimos años de su trayectoria. En 1997, 'Lovefool' fue para ellos lo que 'Heart of Glass' para Blondie: una canción que surgió como una suave bossa nova pero que acabó reimaginada a ritmo disco, catapultándoles a lo más alto de las listas y haciéndoles un hueco en el pop de consumo masivo. Como si con ese single de éxito hubiesen llevado sus inspiraciones revisionistas todo lo lejos que querían, enseguida vino la transición hacia algo más diseñado si cabe, pero más sombrío. Gran Turismo (1998) es uno de los reproches más flagrantes que se le puede hacer a ese OK Computer (1997) de Radiohead que tanto alteró la genética de música llamada alternativa, iluminando a músicos que de repente veían como algo vital dar con el golpe efectista más experimental para sus composiciones. Fue el inicio de la americanización del sonido de The Cardigans, el endurecimiento de la expresión de Nina Persson, los corsés rockeros, la incorporación de los ineludibles detalles electrónicos en la era pre-cambio de milenio y la posterior autoafirmación de su madurez artística mediante un disco de medios tiempos con acento acústico y meloso (Long Gone Before Daylight, 2003).

 
Pocos dirían que los amigos Peter Svensson (guitarra, principalmente) y Marcus Sveningsson (bajo) estaban en bandas de hardcore y heavy metal antes de fundar The Cardigans en 1992 junto a la mencionada Persson, Bengt Lagerberg (batería) y Lars Olof-Johansson (teclado, principalmente). Colaborando con el productor Tore Johansson, su transición hacia una música que maravilla como la alta costura, con semejante saber hacer, es de impresión, pero quizás se entienda mejor sabiendo que Svensson estudió historia musical y jazz en la ciudad de Jönköping. Life (1995) es el reflejo de su talento precoz y de una banda joven pero cumplidora, consciente del color y de la estética de su música. Cuando se repasa lo que dio de sí musicalmente la última década del siglo XX, a nadie se le ocurre destacarlo, pero no creo que Life sea menos relevante que un álbum por el que hay consenso positivo en las listas retrospectivas como por ejemplo Emperor Tomato Ketchup de Stereolab, grupo con el que quizás no compartieran inclinación por lo estrictamente experimental pero sí por los arreglos instrumentales vintage, dibujados con imaginación e intelecto (vientos, teclados analógicos, cuerdas) y las melodías de peso pegadizo.  

El álbum tuvo tres vidas simultáneas: en Suecia se publicó como una colección de 11 canciones nuevas, pero en Europa y América aparecieron ediciones distintas donde algunos de los mejores temas de su primer disco (en su versión original o regrabada) sustituyeron a algunos de los más recientes, un acierto que convierte concretamente a la edición europea en un pequeño clásico. Llegaron los perfumes, los cosméticos y las telas: de los chicos que paseaban por el campo con ropa de diario en Emmerdale al pelo moldeado y la ropa entallada propia de la época a la que tanto remitían (basta con mirar la portada y las fotos del libreto para entender la ironía que manejaban). Pero, por supuesto, la sofisticación empezó en la música, ensalzando los detalles de las partiduras y perdiendo la timidez pastoral de su debut. Hay una imagen fantástica de Nina en el videoclip de ‘Carnival’, peinada y vestida como Twiggy en 1967, apoyada sobre la mesa del jurado de un concurso, mirando a los miembros y a la cámara alternativamente mientras les canta, y es con esa pose cómo me la imagino abordando el repertorio de Life, un puñado de historias sobre detectives, fiestas de jardín, viajes por Europa y por el más allá mientras se piensa en una vida idílica junto a otra persona… Asomos a un universo colorista y libre, europeo y de los 60 donde todo luce con mucho más estilo que kitsch.

El sonido que consiguió Tore Johansson es una buena réplica de los juegos estereofónicos de antaño, deliciosamente orgánico y seco. Cada instrumento aporta texturas impermeables respecto a los demás. Rescataron tres canciones en sus versiones de 1994 (‘Sick and Tired’, una joya acústica y trotona adornada con flauta y vientos que no necesitaba revisión alguna; la bonita y reflexiva ‘After All…’; y la versión de ‘Sabbath Bloody Sabbath’, de Black Sabbath) mientras que la hedonista ‘Rise and Shine’ y el precioso retrato de una chica que guarda el misterio de su atractivo en ‘Celia Inside’ fueron regrabadas expresamente, aportándoles matices, una mayor firmeza y un aroma veraniego a la altura del resto del cancionero, que menudo es: la guitarra funky aparejada con los arreglos de cuerda del single incontestable ‘Carnival’; el guiño a los grupos de chicas de ‘Tomorrow’ (vientos al frente); el flirteo en casa ajena entre burbujas de suave champán de ‘Gordon’s Gardenparty’; el romanticismo suspirado con la cabeza en las nubes de 'Beautiful One'; las vacaciones en coche de ‘Daddy’s Car’ (particularmente exquisita en los fraseos de guitarra); el tono tontorrón de ‘Hey! Get Out of My Way’; o el alborozo ye-yé provocado por el enamoramiento más casto y primerizo de ‘Fine’. Todas ellas son la demostración del genio y el ingenio de Peter Svensson para componer y crear arreglos con la mente puesta en la sofisticación de una época en la que ni había nacido, una época cuya elegancia no admite brocha gorda, lo cual lo dice todo sobre su ambición y su inquietud. 

No sé si el final del videoclip para ‘My Favourite Game’, el primer single del disco que inauguró su nueva etapa en 1998, sería una metáfora de lo que ocurrió con la banda. Breve recapitulación: Nina Persson conducía sola en un descapotable de manera temeraria y acababa colocando un pedrusco en el acelerador para poder chocar de frente con otro vehículo, estando ella de pie y con los brazos en cruz en el asiento de atrás. Es indudable que en algún momento, meses antes de eso, habían muerto The Cardigans como les conocíamos.

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