El despiece: Fang



"Ayer, ocho y media de la tarde pasadas, me crucé con Mariona Aupí (la que era cantante de Fang) por Rambla de Catalunya. Ni siquiera lo comenté como curiosidad a quienes me acompañaban; su belleza, aún cautivadora, fue como un golpe de color y me dio la sensación de que no podía observarla todo el tiempo necesario para poder quedarme con cada detalle de su imponente imagen. Incluso giré la cabeza hacia atrás mientras me hablaban, pero la gente de la rambla empezó a desdibujar a Mariona como si el viento cubriera una foto con granos de arena."


Son palabras que escribí el miércoles, que debí haber reservado para este artículo pero que regalé al sitio equivocado por pura impaciencia, por simple inspiración incontenible. Ese encuentro fugaz con Mariona Aupí (voz) me hizo recordar no solo su belleza y lo poco que la oímos últimamente (proyectos extra-musicales y colaboraciones aquí y allí, la más destacada con Carlos Ann bajo el nombre de Santa N). Hizo que me imaginara qué habría dado de sí su relación creativa con Jaume Garcia (guitarra, programaciones, teclados) y lo que sería escucharles hoy. Fang lo dejaron en un momento estupendo (solo hace falta revisar su segunda aparición en Los Conciertos de Radio 3 en 2004), en plena reinvención, recorriendo una senda que sin duda Mariona ha explorado durante estos últimos años, pero Garcia ya lo advertía en el número de Rockdelux de febrero de 1999: "Si se acaba la pareja se acaba el grupo".

Su encuentro en Banyoles (Girona) fue también fortuito y muy afortunado. Ambos coinciden en una banda a mediados de los años 90 y, además de enamorarse, empiezan a trabajar juntos en el proyecto que acabaría siendo Fang en 1996, año en el que ceden un tema a un recopilatorio local, un previo a lo que sería un primer disco que no tardaría en llegar. My Weakpoint (1997) entusiasma a la prensa musical del estado al manejar unas atmósferas dramáticas muy poco comunes por aquí (a penas Manta Ray habían demostrado una sana ambición en ese sentido con su debut) y supone una árida introducción al grueso de su trabajo: la domesticidad de la autoproducción y la intimidad del formato dúo, las guitarras quebradizas, las baterías secas -siempre programadas- y sus primeras incursiones en la electrónica ('Waterhole' es un experimento primerizo de un estilo que perfeccionarían en breve)... Sensualidad blues en barro y charcos con flores ennegrecidas por el post-punk británico, rock convulso ('Spring') que no escapa a la referencia más evidente en algunas canciones: PJ Harvey. Cierto es que el disco está en algún lugar intermedio entre la sequedad de las caras B de To Bring You My Love ('Electricity', 'I'm Dying') y los ambientes viciados de Bauhaus en medio tiempo ('Land of Sins'), algo a lo que hay que sumarle ese tímido (aún) uso de los samples. Pero a parte de algunas inflexiones vocales en su registro más grave, el pigmento frágil y nítido de la voz de Aupí es indudablemente propio y esta colección de temas es mucho más que una buena réplica a sus referencias, aunque el tiempo no haya pasado del todo bien para su sonido. 

My Black Dress (1998), autoproducido como el anterior pero mucho más arriesgado y diverso,  supuso un verdadero estirón en menos de un año: mayor presencia de Mariona en la composición, golpe de manguera al barro y revelación de una gama cromática que apenas conoce repeticiones en cada uno de sus nueve temas (desafortunada revisión del 'In Heaven' de David Lynch, pelín estridente), unidos por tener todos un peso más emocional que sensual y un toque de funebridad post-punk. Conviven con asombrosa naturalidad piezas enraizadas en una electrónica cuyo cuerpo ha ganado enteros (el hermoso tema titular, negrísimo y nocturno, aderezado con un interludio de acordeón y el sonido de una máquina de coser al final; 'The Lake is Burning', embrutecida por el scratch de su paisano An Der Beat; la hipnótica 'She Loves Me', que te absorbe con sus arreglos de cuerda) con otras que suponen el endurecimiento de su faceta más arisca, como son 'Dry Landscapes' o la frenética 'Witch' -construida sobre la batería de 'Lust for Life' de Iggy Pop en un loop-, donde los brutos golpes de viento de Siouxsie & the Banshees azotan las persianas de su estudio. A destacar el gélido romanticismo sobre guitarra española de 'Tongues' ("Nuestras lenguas entrelazadas, convirtiéndose en líquidos / (...) Fue una explosión de sabores y olores") y el deje flamenco encendido por guitarras abrasadoras de 'Butterfly Wings'.

Este segundo álbum fue su confirmación como una de las formaciones musicales más destacadas del territorio nacional y les dio grandes alegrías durante 1999: altos puestos en las listas de lo mejor del año para publicaciones como Rockdelux o Rock Sound, uso de 'My Black Dress' en la banda sonora del celebrado debut cinematográfico de Jaume Balagueró Los Sin Nombre, actuaciones como teloneros de bandas como The Creatures (algo que ya habían hecho para Tanya Donelly o The Magnetic Fields) y vencedores en los concursos Altaveu Frontera y Villa de Bilbao, remuneración económica esta última que invirtieron en llevar un paso más allá la producción de su siguiente trabajo. A finales de ese mismo año también empiezan a actuar en directo ampliando la formación con bajo y batería, algo a lo que habían sido muy reticentes hasta entonces (ya les había acompañado a la guitarra Lluís Costabella de la banda Kitsch en el pasado, pero las programaciones solían ser el único soporte de Jaume y Mariona sobre las tablas).

Empiezan el año 2000 dando por terminada la pre-producción de su próxima colección de canciones y en verano viajan a Ashington (Inglaterra) para entrar en el estudio con el ingeniero Chris Lewis, que junto a una serie de colaboradores destacados (Pette Lockett, Paul Fuster, la coral de Banyoles) ayudan a enriquecer y a ampliar el espacio de su sonido. Montsers (2001) es, de hecho, una profundización en los momentos más tenebrosos y claustrofóbicos de My Black Dress y en la electrónica que lo adornaba, llevados aquí a extremos más pronunciados con un resultado a veces más primitivo ('Mermaid'), más sardónico (clavicordio de terror de serie B en 'Dracula'), más ligero y limpio que nunca ('For You') o reincidente en lo ya conocido ('Mallows'), aunque el despliegue de sensibilidad siga estremeciendo en piezas en las que Mariona demuestra tener un mayor control sobre el temple de su voz, como en la soberbia 'Milk and Time' o en 'Monster', que guarda en el estribillo una sorpresa en forma de acordes mayores que no solían emplear para componer. Presentaron el álbum en varias ciudades durante 2001, pero desaparecieron durante una larga temporada en la que no hubo ningún tipo de noticia sobre ellos, misterio que se resolvió más adelante cuando Garcia confirmaba que un álbum en el que habían estado trabajando en 2002 había desaparecido de su disco duro. "La verdad es que fue bien que se borrara. Era un poco el lastre, la cola de Monsters, así que tuvimos que empezar otra vez de nuevo". El contratiempo acabó de empujar un drástico replanteamiento de sonido, "por cansancio estilístico y aburrimiento de los tonos oscuros", según declaró a Ritmic. Así Monsters, su disco más opresivo, cerraba una etapa.

No sé si fue cosa de una promoción nada feroz, pero no me enteré del retorno de Fang por ningún medio de comunicación; entré una tarde de la primavera de 2004 en un Fnac y me llamó la atención la portada de un bonito digipack que resultó ser su último disco. En la contraportada, me sorprendieron los títulos en castellano, pero nada podía hacerme sospechar el cambio radical de parámetros que vertebraba Dos Vidas (2004) al introducirlo en el reproductor: una incursión desacomplejada en las sonoridades mediterráneas, acústicas y apropiación de géneros que van del tango a lo arrabalero que, sorpresa, no desencaja ni suena excesivamente forzada en sus manos; al fin y al cabo, aunque más suaves, siguen siendo románticos lamentos sobre acordes menores ('Campos de Naranjos', la más arrebatadora del conjunto; 'Agua y Sal') aunque ahora paseen por las ramblas (la excentricidad de sus personajes queda ilustrada en 'Traje Para un Loco' o en la tontorrona 'Mi Palacio Rosado') entre clarinetes, trombones o acordeón. Un agradable respiro (basta escuchar la onírica pieza titular) que solo queda manchado hacia el final -si fuera un disco de vinilo, la cara B se desmoronaría- por la incomprensible versión de 'Close to Me' de The Cure, metida con calzador en este entorno; una 'Plumas' que acentúa el drama haciendo de espejo del 'Horse Tears' de Goldfrapp; y 'Po', un ejercicio de música para cine que Garcia debería haber guardado para otro proyecto. Algunos medios se hicieron eco en mayo de 2004 de que el dúo publicaba tres discos simultáneos de rarezas exclusivamente a través de su página web, incluyendo grabaciones en directo para la radio, maquetas y descartes varios; plan que si llegó a materializarse, me perdí. "Vuelves a tocarme tus canciones / y lo siento, pero no son más que acordes". El romance no dio para más. Así nos dejaron Fang.


Para escuchar en Spotify:

1. Tongues (1998) 2. Dos Vidas (2004) 3. Land of Sins (1997) 4. Monster (2001) 5. Spring (1997) 6. The Lake is Burning (1998) 7. My Weakpoint (1997) 8. Campos de Naranjos (2004) 9. Mallows (2001) 10. My Black Dress (1998) 11. Traje Para un Loco (2004) 12. Milk and Time (2001) 13. Witch (1998)

Comentarios

jaume ha dicho que…
Me ha encantado tu cronica y tu sincera critica hacia todo lo que hicimos, bueno y malo.Fang fue obra de sentimientos que una vez diluidos o corrompidos desaparecio para no volver jamas ,los dos personajes de ese cuento se convirtieron en opuestos.Cada uno sigue su camino, ella haciendo coros y yo como compositor de encargo.
un abrazo
jaume garcia
Estanis Solsona ha dicho que…
Jaume, te agradezco mucho un comentario que es un honor tener debajo de este repaso a vuestra trayectoria. Lo has resumido de manera preciosa.

He recuperado vuestra discografía con renovada frescura, y espero que muchos más hagan lo mismo; aunque a uno se le tuerza el gesto al pensar que no hay más.

Un abrazo