Tarde o temprano: Cynthia Dall - "Untitled" (1996)

Durante unos años, a mediados de la década de los 90, Cynthia Dall no fue solo la pareja del cantautor Bill Callahan. Fue también la musa que debía mantener el tipo en la banda de su novio (donde ella tocaba la guitarra y cantaba) mientras  intentaba encajar de la mejor manera las intimidades sobre la relación de ambos que le oía cantar noche tras noche, las que alimentaron el repertorio de Smog en títulos como Burning Kingdom (1994) o Wild Love (1995). Supe de la existencia y del papel de Cynthia junto a Callahan a raíz de esta entrevista, que leí tiempo atrás, cuando aún no había adquirido la sensibilidad ni la serenidad necesaria como para ahondar en los discos de Smog como pude hacer después. A pesar de lo extrovertida y agradable que la retrataba todo el que pudo acercarse a charlar con ella en esas giras hace más de quince años, Cynthia fue una artista reservada y misteriosa (fotógrafa además de música) de la que supimos poco. Fue, porque nos dejó hace unos días a los cuarenta y un años recién cumplidos. Lo confirmó su familia ayer en un pequeño comunicado del que se han hecho eco escasos medios. Su trayectoria discográfica se reduce a dos discos firmados con su nombre, el último de ellos (Sound Restores Young Men) publicado en 2002, aunque su discográfica ha confirmado que estaba grabando maquetas en la actualidad de cara a un tercer álbum. La noticia me chocó enormemente, pues tras muchos meses sin acercarme a sus canciones ni tenerla en mente en absoluto, había realizado una búsqueda intentando dar con novedades sobre su paradero hace a penas tres semanas. 

Dan Koretzky y Dan Osborn, fundadores del sello Drag City, apostaron por invertir en un disco de material propio de Cynthia cuando aún no habían escuchado sus canciones. Había total incertidumbre sobre el resultado y creían que quizás registraría una colección de bonitos temas acústicos, pero con un equipo formado por Tom Mallon y Jim O'Rourke a los controles y con Bill Callahan de aliado, lo que salió sorprendió a todos. El disco se editó en una primera tirada sin ningún crédito en la portada que la identificara y sin título, algo que se acabó modificando en las ediciones posteriores. Creo que muchas autoras -Lady Lazarus, Scout Niblett, Edith Frost- se han sacado de la manga discos minimalistas, abstractos y poco cocidos como este a partir de los 2000, pero cuando Dall publicó Untitled en 1996 no había ninguna pisando ese terreno. Quizás Cheralee Dillon o Cat Power en sus primeros trabajos podían ser afines, pero desde la distancia (la primera más folkie, la segunda mucho más desoladora). También pienso en Lisa Germano. Lo que proponía Dall podía ser mucho más oscuro y enervante, desde un lugar críptico y en principio acogedor que iba distorsionándose.

Solo una música tan pequeña y tan abierta en el plano expresivo puede provocar imágenes tan encendidas en la mente. Las canciones son breves y la estructura repetitiva; los arreglos las dejan aparcadas en una árida llanura de abstracción. Es como un cuaderno de recortables sellado en clase de plástica: el encanto es reconocer en él los grumos de pegamento de barra bajo las figuras y pelusa de jersey adherida sobre huellas pegajosas en los márgenes de las páginas. Aquí las notas de piano son el puente sobre el que anda todo lo demás, construido en un recorrido que pasa por bancos de espesa maleza ('Lion Becomes Dragon': una pesadilla forestal debatida entre la voz sedada y esa guitarra que acuchilla sin pudor) y por otros despejados en los que sopla la brisa (completamente sola en la canción tradicional rusa no acreditada al final del disco y en 'Berlin, 1945': "A veces, cuando me quito la ropa, odio mi cuerpo y también lo odias tú / porque ningún hombre puede soportar ver a una mujer hermosa con heridas abiertas"); por laderas donde oscurece ('Bright Night', neblina de alcohol) y en las que se hace de día ('Aaron Matthew': "Mis alas desplegadas expanden tu cielo"; el momento más melódicamente amable y acústico). Junto a Bill Callahan entona lo que parece ser la pieza central del disco, la espaciosa 'Holland' ("Estamos tumbados en la cama / compruebo si estás muerto"), que crece a partir de dos notas de violonchelo adornado con pequeñas marañas de gaita y punteos de guitarra que se quiebran como pequeñas venas. Bill también canta con ella en 'Grey and Castles', el momento más turbador (ese crujido seco de la guitarra, que en vez de cuerdas parece tener acopladas flores muertas) y la letra más dura: "La chica que abandonaste entonces, te tomaba por tonto / Te escribe largas cartas, otra manera de oírse hablar a sí misma".

No es fácil escuchar este disco de un tirón la primera vez. Sus disonancias, su inconstancia y valentía, su carácter de obra menor y espontánea, harán arquear cejas al principio. Pero en el reto está el premio. Gracias, Cynthia.


Para escuchar en Spotify:

Comentarios

Microsiervo ha dicho que…
Me apena saber de ella por su muerte pero me han gustado sus canciones es dificil hallarlas en la red por eso termine comprandolas en itunes. Mucha luz hasta donde este y como dices Gracias Cynthia.
Estanis Solsona ha dicho que…
Como dice el tópico, un tesoro enterrado. Este disco se va pegando de una manera muy curiosa si tienes paciencia.

Una lástima poder abrir la boca solo para recordarla a partir de ahora.