Tarde o temprano: Cat Power - "Sun" (2012)

He aquí un disco para el que el circulo vicioso donde se funden miedos y expectativas ha jugado un papel crucial, tanto para su autora como para su audiencia. Miedos y expectativas de diverso origen para ella y para nosotros que han regido tanto la creación de Sun (2012) como la recepción por parte de seguidores fieles (¿hasta ahora?) de una Chan Marshall que habitualmente esquiva la repetición y lo que podría esperarse de un próximo trabajo de Cat Power. Cierto, ¿quién nos iba a decir que le escucharíamos un disco como Sun cuando su aliento se acurrucó en nuestra médula al publicar You Are Free (2003)? Pero de la misma manera, ¿quién iba a imaginarse que firmaría un disco tan misteriosamente sensual como Moon Pix (1998) cuando debutó con los lamentos quebrados y el sonido desmadejado de Dear Sir (1995)? No hay dos discos iguales de Cat Power, como no los hay de PJ Harvey, así que en ese sentido la sorpresa ante un cambio de estilo presuntamente indecente -rebozada en indignación y quejidos- se queda en una exageración por parte de quien no las ve venir, como decimos coloquialmente.

Vi y escuché tantas opiniones sobre este disco antes de oírlo de principio a fin que estaba convencido de que iba a disgustarme irremediablemente. Yo también echo de menos a cierta Chan Marshall que me hizo llorar exhibiendo una expresividad vocal tan franca como irreparablemente triste, la voz de una compositora que no solo no temía exhibir sus inseguridades sino que era presa de ellas hasta niveles que le hacían un daño que un oyente solo podía sospechar. En ese sentido tocó fondo en 2006 y resurgió con renovadas ganas de llevar su vida de forma más sensata y sana, y las giras de presentación de The Greatest (2006) y Jukebox (el disco de versiones de 2008) le sirvieron para ganar confianza como intérprete, dejándose respaldar por bandas sólidas que invitaban a que se centrara en la voz y no cayera en las lastimosas tentaciones de sus últimas giras en solitario (aún así, busquen por la red y encontrarán conciertos excelentes fechados en 2005 en los que Chan se acompaña solo de guitarra y piano). ¿Nos parece la intérprete de antes alguien más auténtico que ahora porque había más dolor en su obra? Puede; es algo inherente de la cultura europea. Pero un artista crece según sus necesidades expresivas, y pretender anclarle en un determinado momento de su trayectoria o denominarle traidor por manifestar una nueva inquietud parece algo estrambóticamente egoísta.

Chan Marshall ha hecho oídos sordos. Anunció hace un par de años que tenía ganas de volver a tocar los instrumentos ella misma cuando entrara a grabar su próximo álbum. Ahí volvieron a entrar en juego nuestras expectativas: volvería la esencia de la Cat Power de hace diez años, pensamos. Ella no estaba tan convencida: reunió un puñado de canciones nuevas y otras tantas del centenar que aún guarda inédito y sus miedos le hicieron retroceder y resetear; un amigo le dijo, preocupado, que sonaban a la Cat Power de antes, y a ella le entró el pánico, no tanto por repetirse como por volver a sonar desconsolada y a dejarse llevar por ese camino de vuelta a la depresión. El mensaje que quería transmitir era otro, y se dio más tiempo para elaborar algo radicalmente diferente a lo que había previsto. Siguió con el objetivo de encargarse ella de tocar y de producir, pero al entrar los sintetizadores en la ecuación la orientación plástica del disco se dirigió por derroteros que alteraban lo que le conocíamos hasta ahora.

¿De verdad es Sun un disparate de ínfima calidad y fuera de lugar, en la línea de la remodelación dance de Dover o del disco que publicó el año pasado Liz Phair, en el que reunió irónicas canciones de rap bollywoodiense y otros experimentos para echarse unas risas a costa de todos? A mí no me lo parece. Se nota la factura artesanal, y en ese sentido guarda mayor parentesco con What Would the Community Think (1996) que con The Greatest (2006). ¿Lo que digo es una mera provocación? Doy palabra de que no lo es. Todas las pistas que hacen de este movimiento en su carrera algo bastante más lógico de lo que parece ya estaban ahí: en su añejo interés por la música negra, que en este caso se acentúa en el r'n'b y el hip hop como antes ocurrió con el soul y el blues; en sus colaboraciones con Handsome Boy Modeling School y Faithless, en las que podimos oír su voz encima de bases bastante distintas a su estética por primera vez; o con precedentes en canciones propias como 'Free'. ¿Es tan extraño Sun en su discografía? ¿Tan grave es la herejía? De nuevo, no me lo parece.

Sun se merece funcionar por sí mismo, no bajo el eterno baremo marcado por lo que se han considerado obras maestras suyas que no se van a repetir. Celebro que Sun se haya alejado de la languidez en la que habían caído sus actuaciones con la Dirty Delta Blues Band. Celebro que haya sentido el impulso por crear desde una perspectiva más optimista o que le sea necesario dar voz a una particular declaración de libertad e independencia para explicar el papel tan crucial como insignificante del ser humano en el mundo, ni que sea mediante unas letras con arengas que a veces rayan la sonrojante obviedad (sin duda el punto más flojo que se le puede señalar esta vez). Celebro que lo haya armado ella misma con sus ideas, ayudada solo por ingenieros en cada uno de los estudios y por Philippe Zdar en las mezclas. Celebro que no haya temido a probar y a seguir sus instintos. Todo eso me hace tener por el último disco de Cat Power una gran simpatía. No es un disco redondo, pero ¿lo era el unánimemente aclamado The Greatest

En las primeras escuchas llama la atención el barniz de electrónica suave, sobre todo cuando es más prominente como en la misma 'Sun' o en 'Cherokee', que tiene ese ritmo pregrabado aderezado con pespuntes de redobles de batería. El revestimiento, claro está, suena nuevo bajo el vaho de su voz, pero enseguida están los trazos reconocibles, filias de Chan Marshall como su gusto por las múltiples pistas vocales interpretando la misma frase en diferentes notas, como si cada estrofa floreciera en diferentes direcciones. Cuando uno escucha 'Ruin' por primera vez -que fuera primer adelanto del álbum- puede precipitarse y reaccionar con decepción y extrañeza, pero a base de escuchas su musculada estructura funky y todos los detalles se (me) hacen irresistibles. '3, 6, 9' y 'Real Life' certifican su admiración por intérpretes como Mary G. Blige y resultan en su acercamiento más destapado a un r'n'b sobrio que no teme al uso de un vocoder en los coros de la primera y que no pierde la personalidad del sonido en la segunda (lo digo por la textura acuosa de esa guitarra acústica que oímos mejor en el estribillo). 'Manhattan' es pura magia en bucle (tres notas de piano sobre un ritmo persistente y una nota de bajo invariable) y 'Silent Machine' un viejo tema blues que compuso en 1998 y que ha decorado de manera quizás demasiado efectista como para que nos recuerde a la Cat Power de esa época, aunque de eso ya se encargan dos medios tiempos en clave menor: 'Always On My Own' y 'Human Being', sumergidos en charcos de misterio, la voz con esa melancolía pretérita intacta. 

Aunque el álbum se me desmorone hacia el estricto final ('Nothing But Time', con sus acordes mayores y su larga estructura, es predecible y me suena a gimmick de "canción importante"), me ha dejado una sensación agradable e inesperada que se ha acrecentado con las sucesivas escuchas. Superando miedos y olvidando expectativas. ¿Podemos exigirle algo a un artista como si trabajara para nosotros? Si el sol escuece, a la sombra.



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