Caso abierto: Tasmin Archer - "Bloom" (1996)

Escuchar a mi abuela soltando comentarios cuando yo grababa videoclips y ella los cazaba al vuelo al merodear por el comedor, era como verla repartir galardones. No era la única; lo más temprano que recuerdo es a toda la familia tomándome el pelo un domingo a la hora de comer, cuando intentaba grabar un reportaje sobre Annie Lennox de El Gran Musical en 1992, y se cachondeaban porque solo salía ella hablando en inglés y yo estaba volviéndome loco con la pausa y el rec para guardar solo las piezas musicales. Lo de mi abuela era otra cosa; frases concisas y llenas de realidad. ¿Que Helena Christensen abrazaba desnuda a Chris Isaak en 'Wicked Game'? "Qué ojos de drogata tiene". ¿Que Tasmin Archer cantaba mirando a los cielos mientras daba vueltas en traje sobre una plataforma invisible? "Menudo hocico". Cuando más adelante supe quién eran Beavis y Butthead, lo primero que hice fue pensar en ella, que ya hacía un año que no estaba. La cuestión es que, demonios, Tasmin tenía un buen hocico, tal y como dijo mi abuela sin filtro; pero detrás de esa pronunciada parte de su rostro estaba su buen olfato. Eso lo he sabido estos días, que por algún motivo me acordé de ella e investigué un poco qué ocurrió con su carrera. Tengo una debilidad esporádica por las cantautoras que entre finales de los años 80 y principios de los 90 fueron vendidas al público mayoritario pero eran un poco perro verde. Para orientarnos un poco sobre dónde posicionar mi interés en esa situación: Tanita Tikaram sí, pero Tracy Chapman nunca. Sarah McLachlan no, pero sí Tasmin Archer. Hubo una temporada a finales de 1992 en que escapar de 'Sleeping Satellite', la canción que la lapidó como one-hit wonder, era imposible. Su popularidad fue enorme sobre todo en el Reino Unido, pero se extendió progresivamente a Europa y a los Estados Unidos ya en 1993, y su discográfica tenía grandes expectativas (así se llamaba, paradójicamente, su primer álbum) puestas sobre Archer para repetir tan inesperado éxito. "Me sentía como una marioneta en todas las situaciones. Tenía una actitud completamente cándida, no lo entendía", comentaba en 1996.

No he escuchado Great Expectations (1992) entero; no he podido. Con una repasada por encima ya se puede determinar que es de esos álbumes lastrados por una producción caduca (1988 en 1992) y un repertorio orientado a una audiencia que quiere ser adulta antes de tiempo (y no hablo de los adolescentes), donde 'Sleeping Satellite' destaca demasiado y sin esfuerzo. Me parece un disco a archivar junto a uno de Simply Red y otro de Charles & Eddie (otros one-hit wonder de su misma promoción), y creo que con eso lo he dicho todo. Pero hay algo ahí. A pesar de algún que otro tic, Tasmin Archer no utilizaba su voz como lo hacen tradicionalmente las cantantes de color, exhibiendo potencia y cabriolas vocales; cantaba con sencillez y cuando quería repuntar una emoción determinada, lo hacía rasgando prudentemente el tono con anhelo y basta. También tenía inquietud; cuando EMI se impacientó y le exigió que publicase algo cuanto antes mientras trabajaba en su segundo disco, se descolgó con un EP de versiones de su admirado Elvis Costello, Shipbuilding (1994), y quizás por esa conexión acabó dirigiendo su rumbo hacia donde lo hizo. 

En aquel entonces Costello había grabado su último álbum, Brutal Youth, contando con Mitchell Froom como productor, cuyas grabaciones se caracterizan por la textura y el deje experimental dentro de un sonido que no deja de ser orgánico y ordenado (anteriormente ya he hablado de sus colaboraciones con Lisa Germano y, sobre todo, con Suzanne Vega con un resultado magistral). Para su segundo trabajo, quizás consciente del punto descafeinado de Great Expectations, Archer pretendía conseguir un sonido más crudo y natural; por el contrario, la discográfica EMI quería que no se desmarcara lo más mínimo de la fórmula que tan bien había funcionado. El sello y la arista discutieron alrededor de doce meses al respecto, un proceso durante el que cambios en el personal de EMI empeoraron las conversaciones para convencerles de que expandir sus necesidades artísticas era algo insobornable. En una maniobra típica de una compañía multinacional, finalmente se resignaron a dejarle grabar el disco como ella quería, pero estuvieron decididos a matarlo desde la misma fecha de publicación: la división americana de EMI ni se molestó en editarlo y no movieron un dedo para promocionarlo en Europa, por considerarlo difícil, anti-comercial y en absoluto una prioridad entre sus lanzamientos. Tasmin Archer quedó tan desencantada con el desarrollo de todo esto que abandonó el negocio musical inmediatamente después.

Desenterré Bloom (1996), casi literalmente, y me lleve una grata sorpresa. Es un añadido refrescante a la lista de intervenciones que Mitchell Froom ha saldado con excelencia en discos de otros artistas; uno de esos en los que, es cierto, su huella es la esencia y sin ella las canciones podrían tener un carácter muy distinto. Froom se trajo al estudio a músicos de su confianza como Steve Donnelly (guitarra) y Pete Thomas (batería), ocupándose él de la ristra de teclados habitual. Pero Archer, junto a su habitual colaborador John Hughes, también había mejorado como compositora, siendo aquí palpable una perspectiva menos masticada y más sugerente, que los arreglos elevan a una superficie de sensualidad y saudade (John Beck, teclista co-autor de la mayoría de canciones del primer álbum, ya no colaboraba con ella desde 1993, y quizás fuese quien viraba más hacia lo comercial). Se nota que Froom trabajó casi a la par en Bloom y en Nine Objects of Desire de Suzanne Vega, con el que se corresponde en muchas decisiones referentes a los arreglos, filias del productor en esa época: la reminiscencia del lounge de los '50 y los '60 mediante teclado Wurlitzer, el cosquilleo de una guitarra limpia y la brisa de las cuerdas ('I Would Love To Be Right'), psicodelia, percusiones secas y siempre embrutecidas (la saltarina 'Memory', 'You Made a Fool of Me'), juegos con el estéreo, calidez ornamental, espacio y también algunas astillas. Pero no solo los arreglos ubican al repertorio en un curioso territorio retro y aún así vigente; los giros melódicos y las progresiones de acordes en los temas de Tasmin y John Hughes ya tenían ese mismo acento. Eran composiciones trabajadas en el sentido clásico de una Carole King, con el mismo mimo a la artesanía. En las letras hay ternura pero también una especie de resquemor carente de drama. Casar material y productor fue un acierto.  R&B comedido, intimismo sedoso (las torch songs 'Breaking My Back' y 'Rain Falling'), repuntes de jazz urbano, pop que va desde la melancolía del single 'One More Good Night With the Boys' y la reveladora 'Sweet Little Truth' -el álbum empieza con lo más inmediato- a la elegancia de las concluyentes 'Give In With Grace' y 'In Your Garden'. 

Archer luchó por Mitchell Froom con cabezonería y consiguió que el sello publicase el disco -casi un año después de finalizar la grabación- aunque lo menospreciase. Salvando las obvias distancias, un trabajo como Bloom para mí sitúa a Tasmin Archer más cerca de una Martina Topley-Bird que de una Des'ree, relación ésta última que me ponen en bandeja en el apartado 'Similar Artists' de su página en allmusic.com. Quizás EMI quería una Des'ree; alguien dócil como ella que se prestase a cosas como publicar el mismo single ('You Gotta Be') hasta en tres ocasiones -1994, 1995, 1999- y que con ello alcanzase siempre, encima, el número uno de la lista de ventas. El año de discusiones previas a Bloom les debió aclarar que ese nunca sería el caso.
 
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Comentarios

Pereiro ha dicho que…
Muy a favor tanto de Archer como de Tikaram