Imperdible: Yeah Yeah Yeahs - "Show Your Bones" (2006)

Desde que internet empezó a apropiarse seriamente de nuestras vidas nos hemos acostumbrado a que todos los estilos musicales que podamos imaginar existan simultáneamente y a convivir así con ellos. Ya (casi) no podemos acordarnos de la época en que una escena engendrada en un lugar muy concreto del mapa, o un género musical específico, se imponía de repente a todo lo demás como lo más excitante del planeta durante meses. Esta forma que ahora tenemos de consumir música también nos desorienta y hace que la idea del paso del tiempo parezca un simple delirio imposible. Pero los años sí pasan, y uno se da cuenta cuando lee cosas como que el revival rock y post-punk que al inaugurar el milenio vivió Nueva York -y de rebote, Europa y otros núcleos americanos como Los Ángeles- ya tiene su propia historia oral, Meet Me In the Bathroom, publicada hace un mes escaso. Quizás fuese la última ocasión en la que el rock con aristas se hiciese oír desde los clubes inmundamente hipsters hasta filtrarse en el mainstream como antídoto al extremo de los 90 que brindó a Britney Spears, Limp Bizkit y Ricky Martin. América encaraba, además, el primer mandato de George Bush como presidente del gobierno, aún más oscurecido con los atentados de las Torres Gemelas de 2001. La puesta al día del lenguaje del garage rock y el post-punk formaba parte de la necesidad de un revulsivo más allá del escenario cultural. Liars, The Strokes, TV On the Radio, The Rapture... En esa historia (y sospecho que también en el libro) solo se analiza a una mujer al frente de una banda implicando que está al mismo nivel de relevancia que los grupos con líderes masculinos, y no puede ser otra que Karen O de Yeah Yeah Yeahs.

Karen fue una de esas figuras que por su propio carácter y carisma redujo a inservibles los tópicos sobre las mujeres en el rock y fuera de él. Era frecuente verle la cara desdibujada por rastros de cerveza, sudor y purpurina en los conciertos, donde adoptaba un papel entre el cómic y el trash à la John Waters primerizo; impúdica como pudiese serlo un Iggy Pop, atrevida y siempre risueña, haciéndote cómplice de su diversión sin tomarse en serio y por lo tanto alejándose del postureo propio de Brooklyn, donde enseguida causaron furor. Junto a Nick Zinner (guitarra, teclados) y Brian Chase (batería) los Yeah Yeah Yeahs recogieron esa explosión en un punk-rock ágil -siempre eléctrico y sin bajo-, sensual y sarcástico, brutal cuando querían y dócil solo puntualmente. Así se escucha en su primer EP homónimo y en el álbum Fever to Tell (2003), uno de los más mitificados de esa escena que se estaba consolidando rápidamente. Parir la continuación no les fue sencillo y, cuando llegó, desconcertó a muchos de sus defensores hasta el punto de darles la espalda en lugar de darse ellos mismos tiempo para apreciarlo. "Hubo un montón de crecimiento personal y artístico en cada uno de nosotros individualmente desde el primer disco", explicaba Karen a Under the Radar en 2006. "Queríamos intentar algo completamente diferente a lo que habíamos hecho antes porque no tendría sentido hacer lo mismo dos veces, o repetir lo que estábamos haciendo cuando teníamos veintipocos años, porque ahora nos acercamos a la treintena". Durante el proceso, Karen O se mudó de Nueva York al desierto de Los Ángeles para calibrar los excesos de lo que había vivido en los últimos años, mientras su colaboración artística con Nick Zinner se veía afectada por las tensiones y la mala comunicación entre ellos durante su año sabático. Según un artículo publicado en Spin sobre la trastienda de la banda en esa época, Karen impuso al productor (el hermano del realizador Spike Jonze, su pareja de entonces), exigió trabajar en Los Ángeles y llego a plantear directrices radicales como que Zinner no tocase la guitarra que no sentaron nada bien. Sin que la sangre llegase al río, desecharon canciones inéditas que habían estado tocando de gira por considerarlas más cercanas al pasado que a la idea de reinvención (aunque acabaron registrándolas años después, archivadas para la posteridad en el EP Is Is) y fueron en busca de algo más elaborado o, por lo menos, con una intención distinta.

Show Your Bones (2006) tuvo sus precipitados detractores, aquellos que interpretaron la carencia de la garra de antaño como una traición, la privación de algo que les pertenecía. Ese fuerte sentimiento seguramente fue determinante para tomarla con una música que venía presentada con lo que podía considerarse un grado de sofisticación si lo comparamos con la actitud y la costra lo-fi de su primer álbum. Show Your Bones es a Fever to Tell lo que Live Through This (1994) de Hole fue a su primer álbum Pretty On the Inside (1991); un disco mejor ejecutado; más rico en sonoridades y paisajes emocionales; más melódico; más permeable a la vulnerabilidad; y llamado, por lo tanto, a encender a los puristas, suspicaces y descolocados por una evolución inconcebible en sus cabezas. A diferencia del segundo de Hole, eso sí, Show Your Bones no disfrutó de consenso para denominarlo una obra maestra y sufrió algunas reseñas especialmente tibias, pero con el paso de los años queda como el disco donde Karen O muestra por primera vez la parte de su personalidad creativa que más perdurará en el futuro -tanto en la producción de Yeah Yeah Yeahs como en su contribución a la banda sonora de Where the Wild Things Are (2009) o su estreno en solitario Crush Songs (2014)-, y es justamente su vertiente más tierna.

Hablar de domesticación para describir este álbum, palabra que parece implicar la estudiada limpieza de lo que incomoda, me parece poco pertinente; insuficiente. Al fin y al cabo hay un apunte importante que debería reducir el alboroto de quienes se escandalizasen por la presencia de medios tiempos y el mayor uso de guitarras acústicas en Show Your Bones, el recuerdo de que antes de formar este grupo Karen y Nick se dedicaban a componer al alimón "canciones de amor suaves y pequeñas" bajo el nombre de Unitard ('Year to Be Hated', un himno nostálgico al ímpetu de la juventud que regrabaron Yeah Yeah Yeahs como 'Our Time', es todo lo que trascendió del proyecto). El ciclón alrededor de su primer disco cristalizó en esa energía salvaje por una combinación de circunstancias y lo que generó a nivel personal en cada miembro del trío simplemente llevó a esta vuelta de tuerca en su música, volviéndola más reflexiva. Duplicar la espontaneidad irreverente de sus inicios era una misión imposible pero también indeseada. Que Show Your Bones es más pop-rock que post-punk es obvio, pero lo es sin pompa ni artificio. Su gusto por la simplicidad de las melodías y el espacio alrededor de cada uno de los elementos define a estas composiciones como a las antiguas, y la producción de Squeak E. Clean -con pinceladas de David Sitek- sumada a las mezclas del legendario Alan Moulder respeta la estética minimalista, espartana, del combo.

Entre la parte más agitada del repertorio solo el rockabilly de 'Mysteries' se deja arrastrar por un abierto sentido del humor y 'Honeybear' avanza con confianza a paso marcial. A partir de ahí la distinción está en los matices, y emocionalmente este disco abarca mucho más terreno que Fever to Tell. 'Cheated Hearts' ("Cojo estos anillos y los guardo bien / me los pondré otro día de lluvia") y 'Turn Into' ("Conviértete en la única cosa que sabes"), alternando delicadeza con golpes de efecto eléctricos, tienen una pegada prácticamente new-wave pero conjuran una melancolía casi lacrimógena cavilando sobre relaciones rotas, desencuentros y cambios insalvables. 'Dudley' parte de un ambiente onírico, mezclando una melodía que Karen repite como una nana con los reconocibles punteos de Nick Zinner, licuados hasta que parecen relente a su alrededor, pero hacia el final se da un contraste perverso: "Querido, te han utilizado / te estoy dando la exclusiva / el amor casi nos venció". Aunque en el territorio de la perversión son 'Fancy' y 'Phenomena' (seguidas en la secuencia, un error que hace que se resten energía) las que ahondan en su parte más sombría, haciendo uso de una distorsión granulosa que en la primera -la más atmosférica del lote- desemboca en repulsión ("Mira qué hay en la bolsa de la basura / solo otro trozo de ti") y que en la segunda dirige una pulsión sexual.

En el mismo inicio del disco encontramos las dos piezas mejor trabajadas combinando sonidos acústicos y eléctricos. El clarísimo single 'Gold Lion' se conserva más de diez años después imponente, poseedor de un aire de intriga y sensualidad que no se agota, elegantemente estructurado en tres minutos bien medidos. 'Way Out' es más carnosa e intrincada y en la voz de Karen traspasan el agobio y el enojo. El secreto de que sean de las composiciones que se conservan más frescas quizás también radique en el hecho de que son de las más crípticas. En el extremo opuesto del disco, antes de que 'Turn Into' adquiera tintes épicos como canción de clausura, el trío se expone como nunca en la escuálida 'The Sweets' (el sonido del abandono y la confusión, a remolque de una guitarra hecha de arena y malas hierbas) y deslumbra en la misma vena confesional con 'Warrior', una canción que le sirve a Karen para entregar una de sus interpretaciones vocales más sentidas y crudas, tirando de un hilo narrativo que va desde la austeridad folk del inicio a la liberación de angustia de la segunda parte. Es claramente un diálogo interno sobre cómo sobrevivir a su personaje y a lo que conllevó: "Dándolo todo vas a abrirle los ojos a alguien / estúdialo todo, las alas, la multitud, tu cara / (...) Les gusto porque soy una guerrera / Ahora los desconocidos lo han captado / y van subidos en el asiento de atrás". Presentando el disco en la cadena de televisión australiana JTV en septiembre de 2006, Karen O era todo sonrisas entre los versos de 'Warrior', hasta el punto de parar para reírse.  Se sonreía lo mismo en esa estrofa solemne que cuando cantaba "Chico, solo eres una perra estúpida y chica, no tienes una buena polla" en 2002; para los que creyesen que Yeah Yeah Yeahs se tomaban ahora demasiado en serio. Show Your Bones no fue ningún sacrilegio y quien se rasgase las vestiduras aún encontraría más tela que cortar cuando les vio regresar con It's Blitz! en 2009, cabalgando sobre refinados sintetizadores. Su segundo álbum solo avisó de su licencia para hacer lo que les apeteciese de ahí en adelante.


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