Tarde o temprano: Joni Mitchell - "The Hissing of Summer Lawns" (1975)

Estos días es como si finalmente coincidiese en una habitación con alguien de quien me habían venido hablando durante mucho tiempo. Cada uno se refería a sus singulares historias desde su propia perspectiva, tal y como anima a hacerlo el folclore, y nunca se daba la ocasión de producirse un encuentro entre nosotros para oírlo de la mismísma fuente. La primera vez que escuché una de las historias de Joni Mitchell fue hace veinte años en una adaptación que, si bien no dejaba de tener un extraño tono de solemnidad, era incendiaria: dos acordes acalambrados, una batería centrada en el goliat y esa voz que emergía de la claustrofobia con un grito descosido. Disimulada bajo el título de 'Clouds' y sin autoría acreditada en el disco, la versión de 'Both Sides Now' con la que Hole clausuraban su primer disco (Pretty On the Inside, 1991) pervertía la prematura sabiduría de la letra y hacía de ella un himno de nihilismo existencial; una sátira de la filosofía hippie. Courtney Love explicó en 1994 que solían forzarla a cantar esa canción "al unisono en el puto Volvo. Me sentía muy humillada. [Versionarla] fue un insulto importante dirigido a mi madre, por mucho que yo adore a Joni Mitchell". Aproximadamente un año después, reconocí la letra de 'Both Sides Now' mientras veía un telefilme que giraba entorno a concursos de talentos y entendí que esa adolescente en mi pantalla, en ese contexto (¿desfiles de belleza y música country?), no podía estar interpretando una pieza de Pretty On the Inside.

En los años sucesivos, me fueron llegando misivas esporádicas de más músicos que también adoraban a Joni: una revisión ralentizada de 'Help Me' a cargo de Guv'ner que parecía clamar "soy una calamidad"; la canción 'Hey Joni' de Sonic Youth, homenaje escrito por el guitarrista Lee Ranaldo; el verso sampleado de 'Big Yellow Taxi' que dio título a 'Got 'Til It's Gone' de Janet Jackson; la versión de 'River' que los holandeses Bettie Serveert grabaron para un disco navideño en 1998; la que Björk hizo de 'The Boho Dance' para un álbum de tributo a Mitchell que también incluía a Prince, Annie Lennox, Elvis Costello, Sufjan Stevens o k.d. Lang; Cat Power cerrando Jukebox con una 'Blue' envuelta en humo... Todas ellas muestras lo suficientemente sofisticadas como para que cualquiera entendiese que la autora no podía ser una simple figura de música folk al uso: lo que crees que es cuando no sabes nada de ella. Su visión ha informado las sensibilidades de un abanico de artistas tan dispares como Boy George ("Siempre que escucho algo que ha escrito pienso: Oh, ¿por qué me molesto?"), Chrissie Hynde, el fallecido Ricky Wilson de The B-52's ("Tocaba en afinaciones abiertas, inspirado por Joni Mitchell", dijo su hermana), John Lydon, Erykah Badu, Lou Barlow, Madonna ("Court and Spark, mi disco de paso de la niñez a la edad adulta") o Jeff Buckley, entre muchos otros.

Requerí de un fuerte pellizco para despertar definitivamente, y me lo llevé la pasada primavera cuando entre las selecciones de esa lista personalizada -paradójicamente, pues debe generarla un robot- llamada Descubrimiento Semanal en Spotify, empezó a sonar una pieza que crujía y retumbaba en su propio centro gravitatorio. Lo elusivo de la melodía y la crudeza del arreglo, con un ritmo que parecía el traqueteo de un tren, llamaron mi atención inmediatamente. Di por hecho que debía ser algo publicado, si no este año, en los últimos diez. Qué equivocado estaba: este mes de noviembre cumple su 42 aniversario la publicación de The Hissing of Summer Lawns (1975), el disco de Joni Mitchell al que pertenece 'The Jungle Line', una creación innegablemente avanzada a su época. Mitchell la compuso alrededor de un loop percusivo sacado de un álbum que recogía sonidos grabados por Giuseppe Coter en Burundi (África). Su guitarra acústica puede oírse levemente, pero la música es sobre todo un combate entre esas percusiones distorsionadas y un sintetizador Moog que no le va a la zaga en aspereza. La letra usa la naturaleza salvaje de los cuadros de Henri Rousseau, a quien menciona como figurante en la narración, para destapar con olfato la jungla de la ciudad; dicen que, concretamente, la de los clubes de jazz de Nueva York. La atmósfera de la grabación consigue transmitir una sensación de clandestinidad y amenaza. La oigo y pienso que es un precedente de muchas cosas, entre ellas de la parte más perturbadora del trip-hop o de producciones como la de Mitchell Froom para Suzanne Vega en 99.9 º F (1992). Incluso los Beastie Boys la samplearon en 1989.

No pretenderé hacer una revisión académica de un disco por el que aún estoy siendo hechizado, firmado por una artista de la que todavía me queda mucho por descubrir y disfrutar. Merece la pena rescatar lo que Joni le explicaba sobre él a Cameron Crowe en 1979: "Es un disco suburbano. En la época en que estaba preparando ese álbum pensé, 'No voy a continuar siendo vuestra devoradora de pecados'. Así que empecé a escribir descripción social en lugar de confesión personal. Topé con un montón de resentimiento tremendo. De repente la gente pensó que tenía mi éxito asegurado, que estaba siendo una niñata y estaba atacándoles a ellos. El tema básico del álbum, que todo el mundo creyó que era tan abstracto, era simplemente cualquier día de verano en cualquier vecindario, cuando unas casas más abajo de la tuya la gente enciende sus aspersores. Es ese siseo de las afueras". Que uno de sus trabajos más accesibles -Court and Spark (1974), éxito comercial- tuviera una continuación que profundizaba en su creciente gusto por el jazz y los toques de vanguardia fue recibido con tibieza. The Hissing of Summer Lawns -que como Prince confesó en 1985 era "el último disco [de cualquier artista] que me ha encantado entero"- no tiene otra pieza tan iconoclasta como 'The Jungle Line', pero es evidente que la riqueza del resto de composiciones y sus arreglos, la sensibilidad y la inteligencia con la que están desarrolladas, requiere un oído paciente y flexible (aunque no entiendo qué chocó tanto de este trabajo, teniendo Court and Spark partituras tan poco convencionales como 'Help Me': eso no era precisamente folk-pop elemental).

"Tengo un cumpleaños científico. Es el mismo día que la señora [Marie] Curie, y alguien me llamó científica emocional. Ese es mi interés: llegar al meollo de estas cosas", comentó en 2014. En los genes de la música encontramos ese apetito por inquirir y un aire de independencia insobornable. Hay una composición especialmente interesante que resume esa dimensión de su personalidad, 'The Boho Dance', donde diserta sobre arte, comercio, las trampas abiertas por las que pisa un artista si se entrega a los códigos de una escena en lugar de seguir el dictado de sus vísceras y las acusaciones de deslealtad si hace lo contrario. "Lees libros donde el lujo / se acerca como un invitado para llevarse a un esclavo / Libros donde artistas en una honrada miseria / se van a la tumba como las vírgenes". Ella se negaba a comprometerse: "No hay nada encapsulado en mí / en ambos lados de la ciudad / las calles nunca fueron mías / ni míos estos trajes glamurosos". Como sugería más arriba, aunque Joni surgió del conjunto de cantautores folk que brotaron al calor del Verano del Amor, no tardó en trascender el género y ampliar su campo de trabajo. Una de las proezas que más admiro de Mitchell es cómo logra convencerte de que estas composiciones, con estructuras complejas y melodías que quizás no lleguen a repetirse, no precisan de ningún esfuerzo durante la escucha. La narración en sí misma tiene una armonía riquísima. Dijo que el trabajo de Bob Dylan le reveló que podía cantarse una historia extensa, pero en su estilo se da un serpenteo melodioso que creo superior a los bloques de estrofas repetidos del reciente Premio Nobel.

Por el lado estrictamente musical, en The Hissing of Summer Lawns impera un sonido suntuoso y elegante, clásico en el sentido de impecable. Empieza con la canción más extrovertida del lote, 'In France They Kiss on Main Street', capturando el brío de los tiempos en que aún vivía con sus padres en Canadá y se escapaba por la noche para bailar rock & roll ("Empecé a coleccionar discos ganándolos en concursos de baile", dijo), reviviendo sin nostalgia esa cata de emancipación mientras entona: "Bajábamos por la calle principal / Besos como banderas colgadas en días de fiesta / En Francia se besan en la calle principal / Amour, mama, no pavoneo barato". La placidez con la que se desarrolla el tema que titula el disco evoca ese momento en que atardece en los suburbios, pero lejos de dibujar una viñeta idílica, describe la anodina existencia de la esposa que espera en un domicilio rodeada de todas las comodidades. En 'Harry's House / Centerpiece' profundiza en esa materia con un tono aún más afilado: aquí nos enseña las Polaroids de un viaje de negocios, sugiriendo los anhelos de un padre de familia y de los señores con quienes coincide en las oficinas, atrapados en vidas igual de insípidas que la doméstica; mientras, el punto aséptico de su matrimonio queda retratado integrando -en forma de interrupción irónica- un estándar de jazz de los años 50 que dice: "Cuanto más estoy contigo, cariño / más siento que aumenta mi amor / estoy construyendo todos mis sueños a tu alrededor / mi felicidad nunca cesará". Es la fotografía de una pareja que funciona en modo autómata, estancada.

Fijándonos en la división de la edición original en vinilo, la cara A es simplemente sublime: al riesgo inyectado en 'The Jungle Line' le sigue un trío de canciones sofisticadas que hacen de Joni una Dusty Springfield de la crónica, con un ojo de concisión cinematográfica para el detalle. Los arreglos que la acompañan son delicados: preciosos apuntes de piano eléctrico, congas, vientos o cuerdas; ninguno omnipresente. No hay personaje en sus textos por el que no muestre piedad -incluso a la esposa aburrida de 'The Hissing of Summer Lawns' le reconoce una voz propia en la conclusión: "Es la decisión de la dama"-, pero en estas tres elaboradas piezas introduce a sendas mujeres que transgreden modales y modelos estereotipados, dueñas de sus actos y sus elecciones. En 'Edith and the Kingpin' es la novia de un pez gordo, que aunque no ignore lo reprochable de sus actos decide ser su cómplice moral, tejiéndose entre ellos un vínculo de afecto y desconfianza mutua que no deja de ser cierto en cualquier relación. En 'Don't Interrupt the Sorrow', con una letra regada de alcohol y símbolos bíblicos al ritmo distendido de un shaker, ilustra el temple de una mujer encarada al sujeto que se cree por encima de ella, en realidad un inseguro ("Hace falta un corazón como el de María hoy en día / cuando tu hombre se debilita"). Por último, 'Shades of Scarlett Conquering' quizás sea la más fascinante: no es la simple intromisión en la mente de una chica que fantasea con lo que ve en las películas de Hollywood, sino una observación sobre lo difícil que seguía siendo para una mujer romper con los ademanes impuestos en la educación ("Las amigas le han dicho 'no tan orgullosa' / los vecinos intentando dormir y gritando 'no tan alto' / los amantes enojados 'bloque de hielo'") y ser fiel a su propia personalidad. "Sombras de Scarlett conquistando / dice: 'Una mujer debe tenerlo todo'", concluye la pieza más tierna y feminista del álbum. Amor propio.

Al mes de publicarse The Hissing of Summer Lawns apareció Horses de Patti Smith y se llevó todo el favor que la prensa había venido arrebatando a Joni. Podemos hablar de poesía elevada en ambos casos, pero parecía que la segunda mitad de los años 70 pedía ser definida según los aires de rebelión, el peso físico y la subversión del rock engendrado por Smith. Joni ni se inmutó y se pasó el resto de la década publicando trabajos más y más alejados de convencionalismos, etapa rematada de la mano del músico de jazz Charles Mingus, quien la solicitó explícitamente como secuaz para el último disco que podría grabar, pues fallecería víctima de una ELA fulminante a los pocos meses. The Hissing of Summer Lawns termina con un gospel reducido a voz, coro y un electrizante órgano Farfisa como colchón, donde delibera sobre el bien y el mal. "Críticos de toda expresión", dice, "Jueces en blanco y negro / Diciendo que está mal, diciendo que está bien / Obligados por estándares prescritos / o algunos ideales que combatimos". Este álbum merece una segunda vista judicial.


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