Caso abierto: Laurie Anderson - "Home of the Brave" (1986)

"El hogar de los valientes". Son las famosas últimas palabras del himno de los Estados Unidos, patria que ha sido para Laurie Anderson una materia minuciosamente estudiada y desnudada a lo largo de su trayectoria. La artista multidisciplinar por excelencia del siglo XX, nacida en una pequeña localidad de Illinois, ha firmado varios proyectos donde ha expuesto los claroscuros esquizofrénicos en el funcionamiento de la primera potencia mundial con su inquietante combinación de humor, pragmatismo y poesía pero, enfrentado a ellos y a lo que sugieren, uno se da cuenta de que la radiografía se extiende a nuestra intimidad y nuestras perversas dinámicas como sociedad, y ahí no existe demarcación territorial. Home of the Brave (1986) no es un álbum al uso, sino que es el esquema de un espectáculo diseñado para el escenario y, más concretamente, para ser filmado en él. Fue la primera incursión de Anderson en el cine y sirvió para acercarla a países donde no habían podido pasar de imaginar cómo serían sus actuaciones a través de lo documentado en los discos (que no era precisamente poco para lanzarse a tener fantasías surrealistas). El resultado fue una cinta donde ella misma se encargó de escribir, realizar los elementos visuales y dirigir, tan sofisticada y memorable como Stop Making Sense (otra película-concierto que Jonathan Demme dirigió en 1984 para Talking Heads), más colorista y con una producción más compleja que ésta pero mucho menos comentada y reivindicada posteriormente. Su última edición como vídeo doméstico, en formato LaserDisc, data de 1995, y rara ha sido la vez que se ha proyectado después de su estreno hace más de 30 años (la Filmoteca de Madrid la programó justamente el mes pasado dentro de un ciclo que le ha dedicado a la autora).

A finales de 2015, la cinemateca Cinefamily de Los Ángeles acogió una de las últimas proyecciones de Home of the Brave: A Film by Laurie Anderson, contando con la presencia de Laurie y de la productora Paula Mazur. "Fue un poco difícil", dijo al respecto de verla por primera vez en décadas. "No me podía creer que estuviese saltando así por ahí. Me había olvidado de lo increíblemente entusiasta que era". La idea del rodaje partió de la intención de documentar el recital con el que estaba girando para promocionar el álbum Mister Heartbreak (1984). Que la parte visual se perdiese para siempre cada vez que terminaba uno de sus montajes era algo que le intranquilizaba hacía tiempo, y ya consiguió que Warner Brothers permitiese la edición del quíntuple LP United States (1984) para intentar hacer la mayor justicia a la obra homónima, que se desarrollaba -dividida en las temáticas de transportación, política, dinero y amor- durante ocho horas en dos días consecutivos. Pero incluso un testimonio sonoro más completo como ese, no solo ceñido a la música, seguía sin resolver la nula documentación de las coreografías y los gestos, los textos proyectados y las animaciones.

El plan de meter cámaras en los conciertos de la gira de 1984 quedó descartado en favor de reescribir el espectáculo pensando en la pantalla grande. Teniéndolo todo encauzado, se encontraron problemas en la producción ejecutiva, como explicaba Laurie en 2015: "Perdimos todo el dinero para el proyecto justo antes de empezar a rodar, y para nosotros era una cantidad enorme - 1,6 millones de dólares, que ahora serían 10 millones. No sabíamos cómo encontrarlo, llamamos a todas las puertas y fuimos capaces de recaudarlo". MTV reportaba que el rodaje se dilató durante diez días y solo algunas secuencias se filmaron delante de una audiencia debido a las necesidades técnicas para inmortalizar cada pieza con el ritmo y el grado de cercanía deseado. Fue el verano de 1985 en el Park Theatre de Union City (Nueva Jersey), un centro cultural que un párroco ordenó construir en los años 30 y que cuando se filmó Home of the Brave llevaba funcionando como organización sin ánimo de lucro un par de años. Sobre el escenario la acompañó una banda de músicos exquisita que incluía a Adrian Belew (guitarrista que perteneció a King Crimson), Joy Askew (teclado, voces) y las vocalistas Dolette McDonald y Janice Pendarvis.

"Oh, di tú, / ¿sigue ondeando la bandera estrellada sobre la tierra de los libres y el hogar de los valientes?". Aunque no puso unos puntos suspensivos delante ni un signo de interrogación al final, para Laurie Anderson el título de la película era una pregunta, como en el himno americano. "Encuentro fascinante que la última sección sea en plan, 'Bueno, ¿sigue ahí la bandera? ¿La ves? ¿Sigue ahí?'", comentó, dejando el regusto de su fina ironía. Una de las mejores partes de la película, que no tiene cabida en el disco, es un segmento al principio donde aparece llevando una máscara blanca y poniendo voz de marciano conferenciante para explicar en qué consiste el código binario, no sin antes comentar la perturbadora cercanía del 0 y el 1 en nuestra escala de valores: "Nadie quiere ser un cero. Ser un cero significa ser nada, un don nadie, una vieja gloria, un zoquete. Por el otro lado, casi todo el mundo quiere ser el número uno. Serlo significa ser un ganador, estar en la cima, el cenit. Y parece haber una extraña obsesión nacional con este número en particular. En mi opinión, el problema con estos dos números es que están demasiado cerca. Deja muy poco espacio para el resto de gente. No hay suficiente variedad", remata, arrancando risas y aplausos del público. A nivel técnico, son los filtros en el micrófono los que le permiten transformarse en un orador narcisista o en un dibujo animado, pero es el tipo de lenguaje que elige emplear para cada observación -sea publicitario, poético, cotidiano, de comediante o de presentadora de televisión- lo nos convence de que está cosiéndole el traje nuevo del emperador a América y, como decía antes y por extensión, al sistema. "A menudo [Estados Unidos] es un campo de prisioneros colonialista, tanto religioso como político o humano", declaraba en El País cuando venía a actuar por primera vez a España, en mayo de 1986. "La utopía es una idea muy nueva, muy fresca. Ahora en EE UU todas las películas tienen un final feliz. Y además tenemos un presidente extraordinariamente viejo. Hemos creado una historia a partir de la nada, pero de forma muy infantil".


El imprescindible Big Science (1982) era una sinopsis del montaje United States armada con sus extractos musicales más sólidos y Home of the Brave comparte esa intención respecto al largometraje, pero obedeciendo a la lógica decisión de recopilar solo el material que era inédito en sus discos de estudio anteriores (exceptuando la relectura de 'Sharkey's Night'), que en la película se mezcla con el repertorio de Mister Heartbreak. De entrada quizás no parezca un álbum tan indispensable como sus predecesores pero, una vez vista la cinta, varias de estas canciones se hacen inolvidables, algo que acredita la importancia de capturar el arte de Laurie Anderson sin desatender ninguno de sus planos, tal y como ella estaba convencida que debía ser. Las piezas más minimalistas y líricas son las más indiscutibles en ese aspecto. Por ejemplo 'Radar': empezando con un sonido repetido en forma de fogonazos grotescos, alarmantes, nada hace presagiar que se va a transformar en una pieza sobrecogedora hasta que empieza a escucharse la voz lejana de Laurie, fundida con un goteo de teclado, articulando sin palabras la angustia de la desorientación. En el filme la vemos girando sobre una tarima, delante de un radar desafiante que ella misma grabó cerca del aeropuerto de Nueva Jersey, y la emoción se multiplica al salpicarse de vértigo: ¿está perdida o su desasosiego es por saberse vigilada? En 'White Lily', donde a penas oímos un ritmo suave y metálico, Laurie nos hipnotiza diciendo: "¿Qué película de Fassbinder es esa donde el hombre con un solo brazo entra en la floristería y dice: '¿Qué flor expresa "Los días pasan, y simplemente siguen pasando hasta el infinito, tirando de ti sin parar hacia el futuro?'". En la película, tiene inmóvil el brazo con el que sostiene el micro, emulando la lacra del sujeto del que habla, mientras gesticula delicadamente con el otro. De repente, su última postura -con el brazo extendido- aparece recortada como una sombra en la pantalla que tiene detrás, con un pequeño detalle: esa sombra sostiene un lirio blanco. Estas sorpresas son un incentivo muy preciado para la música.

Hay piezas que destilan los efluvios exóticos que ya nos embriagaban en Mister Heartbreak: en 'Talk Normal', el influjo de la música cubana le permite colorear la historia más animada, conectando el tránsito del subconsciente durante el sueño a la desinhibición de un niño que hace un dibujo con ceras; en 'Late Show', la influencia es nipona, y sobre el instrumental solo escuchamos un sample vocal manipulado caprichosamente para impedir que se revele la frase completa hasta el final: "Escucha el latido de mi corazón". Es viendo la película cómo averiguamos que Laurie maneja el sample tocando el violín, y es que colaboró con los creadores del sintetizador Synclavier para fabricar una versión del instrumento que recibiese las señales electrónicas y fuera posible hacer con el arco lo que haría con un pulsador. La voz era del escritor William Burroughs -que también figura en persona en un par de secuencias del filme- y su influencia está muy presente en la canción que sirvió para promocionar el proyecto, titulada 'Language Is a Virus' y producida por Nile Rodgers. Si bien fue la propia Laurie y su fiel colaboradora Roma Baran quienes se encargaron de producir los extractos del directo, la banda sonora incluye grabaciones exclusivas de 'Smoke Rings', 'Talk Normal' y la mencionada 'Language Is a Virus', que colaborando con Rodgers sufrió la transformación más llamativa: la reestructuró, robusteció su cuerpo rítmico, reforzó el arreglo de viento en el estribillo chocando con las pulsaciones electrónicas y consiguió hacer de ella un tema radiable a pesar del tono perverso.

La verdadera musa de Laurie Anderson siempre ha sido el lenguaje en sí mismo: qué decimos, cómo lo decimos, qué entendemos, qué nos perdemos. Dónde falla la comunicación, cuándo somos manipulados, qué sentimientos nos despiertan los gestos, la señales y las palabras. A dónde se dirige la humanidad con todas esas interpretaciones. En 'Smoke Rings', adoptando el rol de la presentadora de un concurso de televisión sudamericana, plantea disyuntivas aleatorias como "¿Qué es más macho:  pineapple o knife?", dando por buenas las respuestas con un criterio arbitrario. Desconcertándonos con eso, nos hace reflexionar que nada tiene un significado definitivo; la información que cada uno maneja y vuelca en un estímulo lingüístico lo hace inmediatamente mutable. Home of the Brave, la banda sonora, da la sensación de incompleta como experiencia exclusivamente auditiva. Mi consejo es: informad ese primer estímulo sensorial viendo la película, redondead la experiencia con todos los incentivos que proponía Laurie Anderson. Luego me contáis.


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