Tarde o temprano: Vivian Girls - "Memory" (2019)
Miro el reloj y la fecha en la esquina derecha de la pantalla del ordenador. Es el penúltimo día de julio. Hace un año exacto estaba coordinando la mudanza para trasladarme donde vivo ahora y no tenía ni idea de que la vida sería tan distinta poco después. Exhalo fuerte por la nariz con la vista aún fijada en el reloj, pero desenfocada. Me cuesta creer que mi primer mes en el paro después de más de seis años se haya esfumado y que haya sido de manera tan anodina; aburrido, apático, inhabilitado por el calor y resacoso de un confinamiento que me ha dejado peligrosamente enganchado a mi lado más introspectivo y asocial. Se está a gusto ahí, pero también sé que endurece mi acobardamiento ante todo lo que existe fuera. Hace cuatro días había terminado de leer Horror Stories de Liz Phair y la tarde estaba siendo tan soporífera que me puse a buscar una imagen suya que vi una vez, de cuando se entregó al pop insustancial y actuaba en directo llevando unos auriculares con micrófono. La encontré y era mucho peor de lo que había retenido. Por los misterios de internet, entre los resultados adyacentes apareció una foto de Vivian Girls y el golpe de calor quedó anulado momentáneamente por un golpe de cariño. Mi memoria funciona a menudo en números redondos y me regala flashbacks cuando los aniversarios cumplen ese requisito. Busqué un poco para descifrar la sugerencia y vi que en dos días haría diez años que vi por primera vez a Vivian Girls en directo, un concierto memorable y febril en la sala Razzmatazz 3 de Barcelona. Desbloqueando el apego que en ese momento de mi vida tenía a su música -se convirtió en el grupo contemporáneo sin el que no podía vivir- se dispararon en mi mente las paralelas intermitentes entre la persona de veintiséis años y la de treinta y seis, entre los veranos de 2010 y 2020; un ejercicio de evaluación de logros, bienestar y estabilidad un poco injusto cuando el cuentapasos acaba de ponerse a cero otra vez en varias parcelas vitales.
Los claroscuros de la memoria, ese lugar de tormento, confort y entendimiento que el tiempo mantiene en estado líquido y moldea cada vez que miramos atrás, determinaron la materialización y el contenido de Memory (2019), el primer álbum de Vivian Girls en una larga temporada. Cuando Cassie Ramone (voz, guitarra, teclado), Katy Goodman (bajo, voz) y Ali Koehler (batería, voz) decidieron echar el cierre al grupo en 2014 ya hacía tres años que había salido su último disco, cada una tenía un proyecto musical paralelo (The Babies, La Sera y Upset, respectivamente) y el ritmo que habían llevado desde su formación en 2007 les había pasado factura emocionalmente. Goodman fue la primera en vocalizar cómo echaba de menos una etapa clave de su vida en la que se había formado como persona: "Dimos tantos conciertos que estábamos extremadamente cansadas. Y unos años después de que rompiésemos, me dije, 'Ja, fue muy divertido. Me pregunto si ellas volverían a hacerlo'. Y las dos querían. (...) La vida es demasiado corta como para no hacer algo divertido cuando todas estamos de acuerdo". Ella y Koehler llevaban un tiempo instaladas en Los Ángeles (California) pero Ramone había permanecido en Brooklyn (Nueva York), donde fue viendo cómo el bullicio artístico iba cambiando de color, sus amigos se esfumaban y se sentía en crisis, desubicada pero también paralizada. La llamada de Katy sugiriéndole reactivar el grupo fue el revulsivo que necesitaba para atreverse a hacer un cambio drástico. En pocos meses ya se había mudado a California. "Creo que trasladarme a un sitio nuevo fue muy inspirador, siendo todo fresco y distinto. No había escrito mucho en los años previos, simplemente porque estaba en un momento raro de mi vida. Creo que había un montón de emoción reprimida y fue muy terapéutico. En mis últimos años en Brooklyn estaba estancada. Y creo que escribir las últimas canciones para el disco me ayudó mucho a poner las cosas en perspectiva".
Los claroscuros de la memoria, ese lugar de tormento, confort y entendimiento que el tiempo mantiene en estado líquido y moldea cada vez que miramos atrás, determinaron la materialización y el contenido de Memory (2019), el primer álbum de Vivian Girls en una larga temporada. Cuando Cassie Ramone (voz, guitarra, teclado), Katy Goodman (bajo, voz) y Ali Koehler (batería, voz) decidieron echar el cierre al grupo en 2014 ya hacía tres años que había salido su último disco, cada una tenía un proyecto musical paralelo (The Babies, La Sera y Upset, respectivamente) y el ritmo que habían llevado desde su formación en 2007 les había pasado factura emocionalmente. Goodman fue la primera en vocalizar cómo echaba de menos una etapa clave de su vida en la que se había formado como persona: "Dimos tantos conciertos que estábamos extremadamente cansadas. Y unos años después de que rompiésemos, me dije, 'Ja, fue muy divertido. Me pregunto si ellas volverían a hacerlo'. Y las dos querían. (...) La vida es demasiado corta como para no hacer algo divertido cuando todas estamos de acuerdo". Ella y Koehler llevaban un tiempo instaladas en Los Ángeles (California) pero Ramone había permanecido en Brooklyn (Nueva York), donde fue viendo cómo el bullicio artístico iba cambiando de color, sus amigos se esfumaban y se sentía en crisis, desubicada pero también paralizada. La llamada de Katy sugiriéndole reactivar el grupo fue el revulsivo que necesitaba para atreverse a hacer un cambio drástico. En pocos meses ya se había mudado a California. "Creo que trasladarme a un sitio nuevo fue muy inspirador, siendo todo fresco y distinto. No había escrito mucho en los años previos, simplemente porque estaba en un momento raro de mi vida. Creo que había un montón de emoción reprimida y fue muy terapéutico. En mis últimos años en Brooklyn estaba estancada. Y creo que escribir las últimas canciones para el disco me ayudó mucho a poner las cosas en perspectiva".

Escuchar a Cassie Ramone hacer un balance honesto de situaciones espinosas en sus canciones no era nuevo, de hecho es de las cualidades que desde el principio desmarcó al trío de formaciones contemporáneas -Dum Dum Girls, Best Coast- que navegaban entre la frivolidad, la cursilería y la pose pero con las que se relacionaba a Vivian Girls insistentemente por una cuestión de género. Hablando de sus principios, Ramone dijo que su intención era casar a Wipers con los grupos de chicas de los años 60, es decir, fundir un punk rock firme y erudito con las melodías y las armonías mejor elaboradas de la historia del pop, y eso sigue definiendo la dirección de su música pero también unas letras introspectivas donde la truculencia asoma entre visillos de candor. La madurez de estas tres mujeres que cuando se juntaron para preparar Memory ya habían entrado en la trentena no se traduce en domesticación, pero sí en un aire reflexivo que suple parte de la urgencia con la que expresaban su desasosiego. Cassie modera la altura de las notas y su voz es como un anillo de Saturno alrededor de una música más compacta; una pasarela donde la luz adquiere un matiz metálico que nos la enseña tersa y sin fisuras. Rob Barbato -que había trabajado en discos de The Babies y La Sera- diseña un sonido al que puedes dar un mordisco bruto como a un moflete en un sueño psicodélico. Al fondo veo la imagen de los limones en la portada de Split (1994) de Lush y tiene todo el sentido: mezclando armonías vocales con elementos de dream pop y un seco empuje post-punky, es el antepasado más claro de Memory que se me puede ocurrir.
La experiencia, pues, no trae exactamente la calma pero sí una claridad ejemplar para echar la vista atrás y poner orden a los acontecimientos que han escocido. Para trasladar la angustia que provoca la transformación de relaciones personales que creías sólidas, mientras tiritas en el suelo de la crisis de los 30, el trío no necesita acelerar tan a menudo como antaño. La energía electrificada de los acordes duele con tanto coraje como melancolía para hablar de una amistad que se enfría hasta que te sustituyen ('Most of All'), una traición sentimental ('Something to Do') o para reconocer patrones de actuación nada saludables en 'Sick' ("Enferma otra vez / la mayoría de las veces en manos de hombres / harta / lo suficientemente bien como para hablar un último suspiro / basta") y 'At It Again' ("A estas alturas deberías saber que no mereces amor / porque nadie te puede mantener a raya") con ese híbrido de dulzura y morbo aprendido del pop de elegante mordida. En 'Lonely Girl', cuya mecha tarda en arder, crean un ambiente que suena a solemne compasión y se puede disfrutar de sus voces en un marco tranquilo, mientras la necesidad de Cassie de llevar a cabo cambios drásticos en su vida se le revela con un sentimiento de agitación e inmediatez en 'Your Kind of Life'. Lo que suena genuinamente nuevo es el aire siniestro que intoxica las estrofas de 'I'm Far Away' con un bajo grueso ("Vivo en Nueva York / y todos mis amigos se han muerto / y todos sus pensamientos nadan en mi cabeza") y, sobre todo, la pantanosa 'Sludge', psicodelia troglodita que convierte un sentimiento extático en un impulso de autodestrucción ("Salimos a la carretera y nuestro aliento apesta a alcohol / dije 'no importa nada porque cuando dios habla, nos mata a todos' / (...) A las cinco de la mañana se estrella el avión") evocando la imagen de Kim Gordon inmortalizada por Richard Kern escopeta en mano, bajando por las soleadas calles de Los Ángeles con el pulso lunático de un miembro de la familia Manson en 1969.
Memory es un conjunto de lecciones aprendidas sobre rutinas sin rumbo, ausencias, sitios que se han vuelto irreconocibles, expectativas frustradas, decisiones tomadas que no llevaron a buen puerto y trenes perdidos por inacción; todo aquello que en la vida acaba en un vacío más o menos inesperado y casi siempre indeseado. Cassie Ramone sabe de los peligros de llenarlo con fantasmas en lugar de con sustancia fresca ("Este recuerdo es todo lo que necesito para sentirme bien / así que deja que duerma el día entero con mi recuerdo", dice en la pieza titular) pero no puede resistir despedirse con la idea de una fantasía ideal en 'Waiting in the Car', porque si los malos recuerdos son la clave para que nuestra memoria nos ayude a no repetir errores, el asomo repentino de los buenos recuerdos en momentos de debilidad me hace entender que esa es la verdadera memoria traicionera.
La experiencia, pues, no trae exactamente la calma pero sí una claridad ejemplar para echar la vista atrás y poner orden a los acontecimientos que han escocido. Para trasladar la angustia que provoca la transformación de relaciones personales que creías sólidas, mientras tiritas en el suelo de la crisis de los 30, el trío no necesita acelerar tan a menudo como antaño. La energía electrificada de los acordes duele con tanto coraje como melancolía para hablar de una amistad que se enfría hasta que te sustituyen ('Most of All'), una traición sentimental ('Something to Do') o para reconocer patrones de actuación nada saludables en 'Sick' ("Enferma otra vez / la mayoría de las veces en manos de hombres / harta / lo suficientemente bien como para hablar un último suspiro / basta") y 'At It Again' ("A estas alturas deberías saber que no mereces amor / porque nadie te puede mantener a raya") con ese híbrido de dulzura y morbo aprendido del pop de elegante mordida. En 'Lonely Girl', cuya mecha tarda en arder, crean un ambiente que suena a solemne compasión y se puede disfrutar de sus voces en un marco tranquilo, mientras la necesidad de Cassie de llevar a cabo cambios drásticos en su vida se le revela con un sentimiento de agitación e inmediatez en 'Your Kind of Life'. Lo que suena genuinamente nuevo es el aire siniestro que intoxica las estrofas de 'I'm Far Away' con un bajo grueso ("Vivo en Nueva York / y todos mis amigos se han muerto / y todos sus pensamientos nadan en mi cabeza") y, sobre todo, la pantanosa 'Sludge', psicodelia troglodita que convierte un sentimiento extático en un impulso de autodestrucción ("Salimos a la carretera y nuestro aliento apesta a alcohol / dije 'no importa nada porque cuando dios habla, nos mata a todos' / (...) A las cinco de la mañana se estrella el avión") evocando la imagen de Kim Gordon inmortalizada por Richard Kern escopeta en mano, bajando por las soleadas calles de Los Ángeles con el pulso lunático de un miembro de la familia Manson en 1969.
Memory es un conjunto de lecciones aprendidas sobre rutinas sin rumbo, ausencias, sitios que se han vuelto irreconocibles, expectativas frustradas, decisiones tomadas que no llevaron a buen puerto y trenes perdidos por inacción; todo aquello que en la vida acaba en un vacío más o menos inesperado y casi siempre indeseado. Cassie Ramone sabe de los peligros de llenarlo con fantasmas en lugar de con sustancia fresca ("Este recuerdo es todo lo que necesito para sentirme bien / así que deja que duerma el día entero con mi recuerdo", dice en la pieza titular) pero no puede resistir despedirse con la idea de una fantasía ideal en 'Waiting in the Car', porque si los malos recuerdos son la clave para que nuestra memoria nos ayude a no repetir errores, el asomo repentino de los buenos recuerdos en momentos de debilidad me hace entender que esa es la verdadera memoria traicionera.
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