Momentum: Christina Rosenvinge - La trilogía neoyorquina (2001-2006)
Como la aguja enhebrada que se abre paso pinchando a un lado y otro de la tela, Christina Rosenvinge aparecía y desaparecía de mi vida, pero iba haciendo su trabajo. A los cinco años, 'El Souvenir' hizo que insistiera hasta que me compraron El Ángel y el Diablo (1989) de Alex & Christina en cinta de casete, pero creo que me olvidé rápido de ella cuando vi en TVE1 el concierto que dio Madonna en el Estadi Olímpic de Barcelona. Más tarde, unos amigos regalaron a mi padre el disco Que Me Parta Un Rayo (1992) de Christina y los Subterráneos por su 28 cumpleaños, y cuando se separó de mi madre lo dejó en nuestra casa. Es el vinilo que ella ponía más a menudo en la época, menos cuando limpiaba, que sonaba 'Entre Dos Tierras' de Héroes del Silencio. Que el pop ligero de Alex y Christina calase especialmente entre el público infantil hizo que no se entendiese en España como un ejercicio de pop-rock afrancesado, y su rápida transformación en cantautora con chaqueta de cuero y versos lapidarios con alusiones a los bares, los puñales y las serpientes es a menudo el blanco en el que se centran los comentarios que quieren restar valor a una de las evoluciones más refinadas del pop y la canción de autor de nuestro país.
A mediados de los años 90, tras entregar el primer disco sin concesiones de su carrera (hago una firme reivindicación de Mi Pequeño Animal, 1994), la multinacional Warner no sabía a qué público venderla. Ella se alejó más todavía de sus expectativas y grabó el siguiente, Cerrado (1997), con Lee Ranaldo (Sonic Youth) reafirmando su creciente inquietud creativa, pero esa etapa marcada por la incomprensión la finiquitó enseguida, entregando un repaso a su cancionero en acústico y con arreglos de cuerda para agotar su contrato discográfico. En 1999, gracias a escuchar canciones de Cerrado en La Pistola de Mi Hermano, debut como director cinematográfico de su entonces marido Ray Loriga, retomé mi interés en ella. No lo sabía, pero mientras yo me reencontraba con su trabajo Rosenvinge estaba abandonando España para instalarse en Nueva York con Loriga y su hijo Willem, que aún no tenía un año. Lo que debía ser una visita puntual para dar un concierto un domingo de octubre invitada por el batería de Sonic Youth, Steve Shelley, se convirtió en una estancia que duró casi un lustro. Shelley y la comunidad underground que rodeaba a Sonic Youth se convirtieron en sus cómplices y su cálida bienvenida le ayudó a dar con la libertad creativa que anhelaba, sin el peso de los prejuicios que los medios y el público español tenían sobre su pasado.
"En Nueva York aprendí dos lecciones que creo fundamentales para un artista de cualquier tipo: audacia y humildad. Porque te encuentras con un montón de gente que hace lo mismo que tú, pero que lo hace mucho mejor, así que nunca puedes creerte que sabes; siempre estás un poco al principio". La grabación de Foreign Land (2002) estaba a medias cuando ocurrieron los atentados a las Torres Gemelas el 11 de septiembre de 2001. La estampa hogareña de Frozen Pool se funde en el gris de un paisaje encapotado e invernal: la seda de las blusas y las faldas está oculta bajo un abrigo grueso; en el ambiente se huele la humedad de la piedra de los muros y del granizo amontonado alrededor de los raíles del tren y, por momentos, alma y fondo de este disco parecen compartir grado de dureza con esos materiales. La instrumentación seguía siendo fundamentalmente acústica, intimista, pero el mundo descrito esta vez tenía un pie en lo onírico al tiempo que husmeaba en aspectos turbadores de nuestra psicología. "Muchas de las canciones están inspiradas en bandas sonoras. Gente como Legrand, Bernard Herrmann o Badalamenti, el de Twin Peaks… Todo eso ha tenido mucha influencia en la música que he hecho últimamente. También Phillip Glass", explicó en 2005. Audaz lo fue, sin duda: la complejidad formal aumentó el nivel de conmoción en el oyente al descubrir piezas llamativas, con arreglos de cuerda de celuloide, como 'Off Screen' (una delicia de spoken word descriptivo que alude oportunamente a Berlín, por el ambiente conseguido, con estrofas intrigantes y hermoso refrán) y 'Dream Room' (canon de voces que presagia una tormenta interior). Ponderaciones sobre la vida adulta (derrotada en '36'; sarcástica en 'King-Size') y un encuentro carnal con la sonrisa torcida ('Submission', a dúo con Smokey Hormel) se dan la mano con el vals entre charcos 'Lost In D'; la progresiva neurosis de la abandonada protagonista de 'German Heart' (un duelo de bajo corroído y voz que interrumpe un tenso arreglo de cuerda); y lo que suena como una crisis de espíritu (gran trabajo de guitarras atmosféricas) en 'As the Stranger Talks', con letra en castellano a pesar del título. Incluso en los recitados más suaves o en los momentos donde asoma el humor, el regusto que deja esta colección de canciones es el de la preocupación y el desasosiego por sentirse una extraña en un hogar que no está en su tierra. Puede considerarse su trabajo más ambicioso desde el enfoque experimental e incómodo, y salió victoriosa. Después del 11-S, el clima en Nueva York no hizo más que enrarecerse. Foreign Land fue publicado directamente en España por El Europeo en formato disco-libro. Después, Rosenvinge y Loriga -que tuvieron a su segundo hijo Kay en 2004- volvieron a fijar su residencia en Madrid.
Es ahí donde en febrero de 2005 estrenaba varias canciones con una nueva banda, músicos entre los que se coló Suso Saiz, maestro de la música ambiental y pieza clave en el diseño del sonido de Esclarecidos. Con él empezó a grabar unas semanas más tarde la última parte de esta trilogía, Continental 62 (2006), un álbum fruto del aprendizaje de sus dos predecesores; el equilibrio entre la claridad melódica y la modestia de Frozen Pool y los extremos expresivos de Foreign Land. El título del disco es el nombre del vuelo que conecta Newark (New Jersey) con Barajas, al que se subió tantas veces, y la canción homónima -que empieza con una inquietante figura de piano- alude al final de su periplo americano, despidiéndose de esos años fructíferos en versos como "Adiós, chica caleidoscópica, me voy con el vuelo de mañana / tu gracia fue mía durante un tiempo, pero ¿quién puede mantenerse a tu altura?". El quebranto en la ciudad de Nueva York después del 11-S tiene una referencia en la letra, "tan escondida que nadie se ha dado cuenta. (...) se habla de alguien que en una pelea ha perdido los dientes de delante, que ver el perfil de Nueva York sin las Torres Gemelas es como cuando te encuentras a alguien a quien le faltan las dos paletas. Tienes esa sensación de agujero y extrañeza, y, por supuesto, no puedes dejar de mirar el agujero". El público y las infraestructuras del negocio musical en España habían cambiado en su ausencia y era un momento más propicio para encontrar su parcela (la prensa ya había elogiado sus últimos trabajos) pero los motivos para partir no eran solo profesionales. La descomposición de su matrimonio con Loriga después de casi quince años se inmiscuye inevitablemente en algunos textos, observaciones de un cinismo afilado que cristalizan en el cuento tenebroso de 'White Hole' ("El diablo transformó el agua cristalina en lodo / el amor es un gran agujero blanco") y la deliciosa 'A Liar to Love', donde hace gala de un precioso nervio que le dictaría en un sueño Laetitia Sadier. Canción pop de autor y de altura, en color leche pero bajo un cielo aún no despejado, como demuestran las desviaciones melódicas en 'Helicopter Song' (un poema de un minuto, ambientado con un latido perturbador) y la sinuosa 'Jelly'. Un segmento brillante de tres canciones en castellano evidencia que volvía a sentirse fuertemente conectada con la lengua y la tierra de aquí, y su imaginación se dispara: '¿Quién Me Querrá?', costumbrismo arrullado por la flauta y afín al pop donostiarra; 'Teclas Negras', una tierna pieza al piano en la voz de su yo adolescente; y la que le abriría toda una veda a explorar, 'Tok Tok', psicótica y tirante ("Oír tu voz en el contestador me hace dudar / de ti no sale nada sin cobrar / es más que un rumor /(...) Al final tú tenías razón / se puede renacer solo tras la humillación").
Que alguien escuche estos discos y pretenda seguir negando la valía de Christina Rosenvinge apoyando el pulgar en la nariz y cantando 'Chas, y Aparezco a tu Lado' o burlándose del pareado "Voy en un coche que robé anoche" es, cuanto menos, muy curioso. Pero no sé si quienes tiran por ahí lo hacen, en realidad, desde la misma ignorancia con la que Warner se la dejó perder en 1998.
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