Escenarios: Dead Can Dance - Sala Barts (Barcelona), 21 de mayo de 2019

Fotografía de banda completa (abajo):



Me asaltó un pensamiento durante el breve set que interpretó el percusionista David Kuckhermann como telonero, antes de sumarse a la banda que acompaña en esta gira a Dead Can Dance. Apenas había tocado dos temas con ese instrumento metálico y melódico llamado hang y otra con un par de shakers de origen brasileño cuando sacó un pandero árabe e hizo algo tal que así. La soltura con la que cada uno de sus dedos repicaba sobre el instrumento no dejaba duda sobre su virtuosismo y era embelesadora en sí misma, pero yo me preguntaba cómo podía estar afectándome tanto el simple sonido de los golpes alternados a la piel tensada y a las sonajas. Estamos tan acostumbrados a la rectitud de los compases de la música pop y rock que no nos damos cuenta de cómo limitamos nuestros sentidos, incluso de cómo los privamos de llevarnos a conectar con lo más primitivo de nuestra naturaleza. A veces, lo que más exótico parece, resulta ser lo más universal. Lisa Gerrard (voz, yangquin), entrevistada en 2012, explicaba lo siguiente: "Fui a una galería en Nueva York hace unos años. Acababa de morir mi hermano, y vi dos obras de arte, una instalación que te atraía enseguida y la otra una pintura de Joan Miró de cuerdas y ruedas. Estaba tan tierna por el sentimiento de haber perdido a mi hermano que conecté al instante con las cuerdas y las ruedas. (...) Se trata de alguien comunicándose contigo que no es tu amigo, ni vecino, ni tu madre, que destapa la membrana de superficialidad o mediocridad para que puedas conectar con lo que hace, y puedas convertirte en un miembro de la raza humana". No lo podría haber dicho mejor. 

Los veinticinco minutos que Kuckhermann estuvo sobre el escenario fueron como un haiku que anticipó la máxima de pureza que en Dead Can Dance es una filosofía. A Celebration - Life & Works 1980-2019 es el nombre de un espectáculo que es toda una ofrenda tanto para sus seguidores de largo recorrido como para los que, como yo, llevamos unos pocos años profundizando en su catálogo. Es la oportunidad de escuchar en directo una selección de piezas que no han tocado en décadas, algunas consideradas emblemáticas casi por unanimidad y otras favoritas personales de Lisa Gerrard y Brendan Perry (voz, guitarra, bouzouki, percusión), equilibrando lo insospechado con lo indispensable. Un concierto con unas dinámicas bien estudiadas (el repertorio se repite en todas las ciudades con precisión teatral) que sirve para ilustrar su capacidad para arrebatar indistintamente en los momentos minimalistas y en los que ofrecen esas panorámicas de profusa multiculturalidad; y para constatar la naturalidad con la que funcionan alternadas las personalidades de ambos en las interpretaciones, como en los discos: ella, mucho más dirigida por lo visceral y la abstracción, es el conducto para las emociones más indescriptibles; él, un baritono que maneja la firmeza vocal de Michael Gira (Swans) con la destreza para repartir las notas de Frank Sinatra, encarna la clarividencia de alguien por quien te dejarías guiar ciegamente. Quizás la compasión que emana de ambas voces es lo que lo une todo a la perfección.


El repaso a estos casi cuarenta años de discografía está estructurado en bloques con una clara intención cronológica, aunque puntualizada por flashbacks y flashforwards aquí y allí. Rodeando a Lisa -una figura imponente, vestida de blanco y prácticamente inmóvil en el centro- y a Brendan -más informal e implicado en la dirección de todo lo que sucede- están los músicos que les acompañaron en los conciertos de 2012 y 2013: Jules Maxwell (teclado), Rick Yale (bajo, percusión), Astrid Williamson (teclado, voz), Dan Gresson (batería, percusión) y David Kuckhermann (percusión, teclado), a quienes se ha sumado el hermano de Brendan, Robert Perry (guitarra, flauta, bouzouki). 'Anywhere Out of the World', la primera de tres visitas repartidas a Within the Realm of a Dying Sun (1987), inaugura la velada con la inquietante narración de un periplo emprendido para "encontrar al menos una señal / que pudiera revelar la verdadera dimensión / de la vida", con el peso rítmico del bajo haciendo de brújula entre espesas brumas de misterio. En este segmento, que repasa sus años más cercanos al post-punk, Brendan Perry elige 'Labour of Love' -que en su día solo grabaron para el programa de John Peel en la BBC- e 'In Power We Entrust the Love Advocated', combinaciones de cajas de ritmos, romanticismo noir y punteos húmedos a la guitarra que son semillas de donde germinaría el shoegazing años después. Lisa Gerrard recupera las dos canciones más perturbadoras que cantaba en Spleen and Ideal (1985), llevándonos por los claustrofóbicos laberintos alambrados -esas notas de yangquin reforzado por el bouzouki- de 'Mesmerism' y 'Avatar'. Tan desatada estuvo en la segunda que se llevó la primera ovación larga de la noche. A Lisa se la reverencia como a una Maria Callas, pero lejos de tener una actitud altiva que podría permitirse, lanza una sonrisa con la boca entreabierta cada vez que remata una pieza.

'Bylar', una rareza de 1996, fue otro salto en la línea temporal que anticipó a los Dead Can Dance de sonido imperial y lágrimas vertidas en dunas lejanas. A partir de ahí, el yangquin le sirvió a Lisa de atril y no volvió a tocarlo. Brendan dirigió a la banda para interpretar el coro de voces que introduce la sobrecogedora 'Xavier' y tomó el micrófono, convenciéndonos de que el blues también yace en el serpenteo de sus melodías y las inflexiones en caída libre que realiza para ensamblarlas (ocurrirá de nuevo más tarde en la melancólica 'The Carnival Is Over'). Robert Perry se quedó a solas con Lisa Gerrard para preludiar y despedir con un solo de flauta su versión a capella de un tema tradicional irlandés, 'The Wind that Shakes the Barley', y luego fue Jules Maxwell quien la acompañó en exclusiva emulando desde el teclado la cuerdas de 'Sanvean', una de sus piezas más exquisitas, donde su voz se torna recia pero el corazón se enternece.

El repertorio se va revelando poco a poco como el perfecto muestrario de sus estudios sobre la naturaleza, la historia, las culturas de diferentes puntos del mundo y la espiritualidad. En 'Yulunga (Spirit Dance)' y 'Dance of the Bacchantes' (única cita a Dionysius, 2018, rematando el set principal), bañadas en marcadas influencias árabes entre el festejo y la alarma, la banda tuvo la oportunidad de resplandecer. Para el primer bis, Brendan cantó 'Song to the Siren' (Tim Buckley) desdibujando los acordes en el éter como en la versión popularizada por This Mortal Coil; la ovación fue sonada, pero la superó con creces la que se les dedicó cuando acabó abruptamente 'Cantara', otro rescate de 1987 con aires orientales que fue una última invitación a la celebración. La retrospectiva acaba en un punto solemne mediante el segundo bis, donde Lisa Gerrard se despide con un escalofriante canto de corte eclesiástico acompañada de órgano ('The Promised Womb', de Aion, 1990) y Brendan canta 'Severance' (The Serpent's Egg, 1988) con una mística similar, dejando en el aire ese último verso que dice "El hijo del mañana es el único hijo". Fue la segunda de dos veladas consecutivas en Barcelona que, dicen, se desarrollaron con idéntica sublimidad.


Setlist: Anywhere Out of the World / Mesmerism / Labour of Love / Avatar / In Power We Entrust the Love Advocated / Bylar / Xavier / The Wind that Shakes the Barkley / Sanvean / Indoctrination / Yulunga / The Carnival Is Over / The Host of Seraphim / Amnesia / Autumn Sun / Dance of the Bacchantes // Song to the Siren / Cantara // The Promised Womb / Severance

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