El despiece: The Rogers Sisters



Decidir si perdonas o reprochas a un grupo que se parezca demasiado a otro que te gusta es de esas cosas que puede delatar tu incoherencia. Si la música de la banda que han elegido como modelo te emocionaba muchísimo, lo más probable es que identificar una réplica te indigne. ¿O no siempre? Por ejemplo, recuerdo el revuelo de hace unos años con Savages y todas las menciones a Siouxsie Sioux que acumulaban en las reseñas, pero no eran precisamente para humillar a la banda recién llegada. A mí mismo me ocurrió cuando vi al cuarteto en directo; conociendo bien la trayectoria de Siouxsie & the Banshees era de una obviedad aplastante: su cantante había estudiado la imagen y el lenguaje corporal de la Siouxsie de 1977, modulaba la voz con el vibrato de la de 1984 y el grupo sonaba compacto y feroz como los Banshees de 1979. Su disco no me emocionaba pero podía entender por qué se consideraba a Savages dignas sucesoras de la música de esos tiempos y no una caricatura que escupía ideas fusiladas sin más. La energía era real; quizás esa sea la clave para dividir a honrados y a charlatanes. The Rogers Sisters surgieron hace veinte años cuando en los Estados Unidos y en Europa emergieron bandas que reinterpretaban lo que hizo de los años comprendidos entre 1978 y 1983 una de las etapas más aventuradas y coloridas de la música rock, mediante el post-punk y la new wave. Los encontré en en un informe de Rockdelux que recopilaba todos esos nombres nuevos a tener en cuenta: The Rapture, Erase Errata, Yeah Yeah Yeahs, Liars, LCD Soundsystem... En cada uno reconocía cosas que había escuchado en la colección de discos de mi padre y era como si en 2004 la historia pudiera repetirse para mí. El trío no se ganó las simpatías de medios influyentes como Mojo, donde sin dejar de reconocerles virtudes se llegó a afirmar que habían ignorado toda evolución musical a partir de 1980, o de Pitchfork, donde sus primeros discos fueron puntuados para suspender o aprobar por los pelos. Poco importaba que no sonrieran los redactores de una página web que endiosaba a Thom Yorke hasta el melodrama y sin una pizca de sentido del humor: a mí me encantaban.

Con George Bush recién instalado en la Casa Blanca parecía que la mejor manera que tenían los músicos de escapar el evidente malestar político y reprobarlo era con un estallido de ruido y diversión. Se esfumaba 1999 y las hermanas Jennifer (voz, guitarra) y Laura Rogers (batería, voz), que vivían en un barrio de Brooklyn (Nueva York) llamado Williamsbourg, se juntaron con Miyuki Furtado (voz, bajo) cuando en la zona empezaba a hervir un movimiento del que se acabaría haciendo eco hasta Rolling Stone. Ellas habían coincidido en el grupo Ruby Falls (también estaba Cynthia Nelson, luego en Retsin) y tocaban un post-rock complejo y emocionalmente tornasolado; Miyuki había llegado a la ciudad procedente de Baltimore (Maryland) con un currículo forjado en bandas de todo tipo, incluso de polka. Jennifer explicaba que "solo queríamos pasarlo bien y ser como adolescentes en nuestro primer grupo del instituto -el que nunca tuvimos- y tocar música que nos hiciese reír y pasar un buen rato. Parecía como si en los 90 no se hubieran divertido muchas bandas. La música se volvió seria, dramática y ralentizada. Pensé, 'Vamos a tocar lo más rápido que podamos y a dar brincos'". Que reclutasen a Miyuki después de escucharle cantar 'Purple Rain' y 'Somewhere Over the Rainbow' una noche de karaoke ilustra su intención de alejarse del lado más sesudo del rock alternativo. "Me pidieron que tocase en una fiesta de cumpleaños, y lo iba a hacer sola pero la idea me ponía nerviosa, así que pedí a [Laura] que tocase conmigo, pero incluso un dúo parecía exponerse demasiado, y en el último momento un amigo nos conectó con Miyuki". Autoeditaron un single hoy inencontrable (Let's Fly Away, 2001) y luego ficharon con Troubleman Unlimited, sello que ya estaba documentando lo que daba de sí la proliferación de bandas en la ciudad.


Al principio y con toda la razón siempre se les asoció con The B-52's -detalle: como ellos, debutaron en una fiesta casera entre amigos- y con Devo, algo innegable al escuchar los juegos de voces de las chicas, el registro neurótico de Miyuki y la forma de responderse con los instrumentos. No eran sus únicas influencias: canciones de Irma Thomas, Buzzcocks,  The Zombies o Ike & Tina Turner figuraban en el repertorio con el que empezaron a tocar en los bares y Laura apuntaba en 2005 que no solo se fijaban en los artistas que llenaban el club CBGB's inmediatamente después del punk: "[En el Reino Unido] hay una fascinación con los grupos de Nueva York pero todos estamos tocando música inglesa (...) Estamos intentando descubrir más cosas publicadas por Rough Trade, los lanzamientos ingleses y europeos. Nos gustan muchísimo The Slits, eso no lo dice nunca nadie". "A mí me encanta Gary Numan", añadía Miyuki Furtado. Mi juicio sobre The Rogers Sisters es que no fueron una mera copia de algo. Remiten a sus referencias pero concluyo que si algo hicieron fue ampliar con buenas composiciones el cancionero de géneros que se han probado vigentes hasta nuestros días. Cuando escuché por primera vez '(I'm a) Ballerina' -un avance de su primer álbum publicado como single, como 'Calculator'- creía que no podría descansar hasta ponerla veinte veces, transportado por las reminiscencias orientales combinadas entre la escala arabesca de Jennifer a la guitarra (laberíntica como la de Robert Smith en 'Killing an Arab'), la percusión y la línea monolítica de bajo; un paseo exótico a la sombra de 1979 que escupe un sarcasmo absurdo ("Soy una bailarina / estoy emparentada contigo / hace calor en verano / hace frío en inverno / el invierno es malo") y termina con el tono entre tórrido y místico con el que Kate Pierson y Cindy Wilson se comunicaban con otros planetas. En las caras B de esos singles de avanzadilla ponían las pilas a 'Zig Zag Wanderer' de Captain Beefheart y a 'Object' de The Cure (sacando a relucir la canción de punk-pop insolente que yace enterrada en el original).

Esas piezas estaban entre la docena que grabaron en un tiempo récord con Nicolas Vernhes en su propio estudio de Brooklyn. "Él tenía un día libre. Se marchaba fuera cinco meses. Hicimos el álbum en treinta y seis horas". Este ingeniero francés adoptado por la parte más moderna de la Gran Manzana sería laureado más adelante por producciones mucho más elaboradas para Deerhunter o Animal Collective, pero en Purely Evil (2002) el encanto reside en que inmortalizó la frescura new wave de estas canciones con el sonido seco de la no wave más minimalista, dos géneros hostiles paralelos en el tiempo. Líneas de guitarra surf como la de 'Calculator' o con el efecto flanger en 'Delayed Reaction', donde mantienen un diálogo cubista con el bajo, traen a la mente gafas de 3D, estampados con triángulos escalenos y chicos bailando como si colgasen del cuello de la camisa. Aunque preferían definirse como una banda para fiestas en lugar de política (le quitaron hierro a los recortes que eligieron para la portada del disco, incluida una foto de Bush) en las letras comentaban lo que les rodeaba con una sorna que era crítica en sí misma, desde el interés superficial de los medios por grupos como el suyo ("Mira sus nombres por toda la revista / mira sus caras en el NME / es el último de la fila / de los elegidos y divinos"; 'Now They Know (XOXO)') a las penurias de la vida cuando no se tiene un duro ("No quiero tener que vivir y morir como un perro / no quiero tener que contar otra moneda", 'Calculator') o el pánico ante la idea de nuestra extinción por el calentamiento global ("Parece primavera en verano y verano en primavera / la Tierra va a pararse / efecto invernadero o día del juicio final / más te vale vigilar, podrías pagarlo"), que en 'Zero Point' se sacuden bailando hasta el disloque encima de una sartén hirviendo. "La escribí sobre una teoría conspiratoria de un geólogo new age que conocí en un campamento de yoga, que dijo que la Tierra dejaría de girar según un montón de cálculos que había hecho", explicó Jennifer. El equilibrio entre el rock desde la perspectiva arty ('(I'm a) Ballerina', 'I Dig a Hole', 'Song for Freddie') y garagera ('The Black Anniversary', 'Purely Evil', 'The Money Life') hace que la media hora escasa que dura el disco pase en un suspiro.



Dando conciertos regularmente en sus tierras, girando por el Reino Unido en marzo de 2003 con excelentes críticas -sesión para el programa de John Peel incluida, donde estrenaron canciones y aceleraron con mala uva 'Shadowplay' de Joy Division- y teloneando a bandas emblemáticas de su época favorita como Mission of Burma o The Fall, las cosas rodaron de la manera más óptima para el trío. Su siguiente disco se grabó en otoño del mismo año bajo un planteamiento en las antípodas de las prisas del primero. Tim Barnes, un "percusionista, compositor, diseñador de sonido -esto lo señalaría en negrita- y archivista de audio" amigo suyo, se encargó de aportar una perspectiva que redimensionó el poder plástico de la música jugando con el estéreo y recortando arreglos marcianos manteniéndose siempre en los márgenes de lo orgánico. "Las pistas básicas son en directo, pero lo produjimos más y añadimos cosas. Fue un experimento creativo. (...) Era la primera vez que usábamos un productor y le permitíamos hacer cambios. Fue como tener un miembro nuevo en el grupo para inspirarnos y ayudarnos a hacer cosas nuevas".

Three Fingers (2004) resulta ser una escucha fascinante que deja atrás el descaro primitivo de Purely Evil. Más allá de la presentación sonora, se nota que hubieron cálculos geométricos para que las partes chocantes estuviesen bien atadas; que las canciones maduraron un tiempo hasta casar la osadía con la destreza. 'Freight Elevator' (de ahí sacaron el título del disco: "Cuando la madre abra la correspondencia / lo que verá serán tres dedos") es un inicio explosivo que te dispara la adrenalina hasta el vértigo cuando intervienen las chicas. Como en 'You Won't Believe It', Miyuki lleva la voz cantante jugando a la paranoia pero en las urgentes '45 Prayers' y 'Check Level' el enfado se palpa tanto en su voz como en el filo cortante de la guitarra. Con el curso de los acontecimientos en los Estados Unidos después de los atentados del 11-S las consecuencias que la política tenía en sus vidas se infiltró más directamente en su trabajo. "Escribí la letra de 'Check Level' sobre estar en Liberia y escuchar los programas de radio de Voice of America", contaba él. "Estaba consternado por la propaganda disfrazada que emitían cuando el país entero agonizaba en medio de disturbios civiles". En el reverso de los latigazos están tres piezas donde los experimentos alentados por Tim Barnes son ejercicios de sofisticación especialmente inspirados: en 'Fantasies Are Nice' se puede hincar el diente al ritmo como si fuese una pelota de frontón e interviene brevemente el saxo de Rob Hall para darle un punto de demencia; en 'The Secrets of Civilization' el violín de Meg Okura y el violoncelo de Okkyung Lee añaden intriga a la composición más compleja y dinámica; y 'Five Months' es la más magnética: tensa y misteriosa, armada con samples de batería, punteos que duelen, un coro lúgubre y una letra referida al síndrome de abstinencia por algo sin determinar ("Ya son cinco meses / mañana no lloraré / cosas dulces, cómo os anhelo todavía / ahora ya han pasado cinco meses / hoy mis ojos están secos"). Jennifer revelaba en 2004 que "es una canción vieja. Una de las primeras que aprendimos y tocamos en una fiesta. (...) [Tim] tenía muchas ganas de que escribiésemos una canción nueva en el estudio. En vez de eso deconstruimos una que ya teníamos y la sacamos así. Esa semana estaba escuchando un montón a Bauhaus".

Cruzando el charco cada vez con mayor frecuencia no es extraño que pasaran a formar parte del emblemático sello Too Pure, con base en Londres, que en 2005 reeditó Three Fingers y se encargaría de publicar su próximo disco. Aunque lo avanzaron ese mismo año con el single Emotion Control, grabado en julio con Nicolas Vernhes como Purely Evil, el álbum -incluidas nuevas versiones de esas dos canciones- volvería a producirlo Tim Barnes. Ambas caras del single daban una idea de las corrientes que iban a predominar en el nuevo repertorio: 'Emotion Control' era una muestra de hastío a través de un prisma melancólico, con el acento en la atmósfera; y 'The Conversation' una pieza de rock conciso y acalorado. Las letras hablan del ritmo demencial de unas vidas asfixiadas por el capitalismo, la manipulación, las mentiras y el bloqueo de las emociones para permanecer inmutable. El disco llegó la primavera de 2006 y en relación con todo eso se llamaría The Invisible Deck ("La baraja invisible"), como desarrollaba Jennifer: "Era un truco de cartas que hacía nuestro padre cuando éramos pequeñas (...) La palabra invisible tiene un doble sentido; puede significar sin autoridad o furtivo". Para Laura "jugar con una baraja invisible puede tener un montón de interpretaciones. El juego de manos y la idea del mago versus la carta marcada son interesantes símbolos de dinámicas de poder: ¿Quieres jugar o que te engañen? ¿Estás viendo lo que crees que ves? ¿Sabes el secreto?". Las suspicacias, los desengaños y las agallas para mirar dentro y enfrentarse a lo que nos negamos cada día se esparcen por unas canciones que les alejaban un poco más del carácter festivo y fragmentado de sus principios.

Su energía está ahí pero en lugar de tener la forma de un cubo de Rubick se transforma en una ráfaga de psicodelia, muscular y al grano en 'Why Won't You' ("¿Por qué no dices cuál es el problema? / ¿Por qué no va a creer nadie tu historia?") y 'The Light' ("El terror domó al incrédulo"), más punky en 'The Clock', quedando claro que en esta ocasión el objetivo compartido de Tim Barnes y el grupo no era tanto jugar como dejar una fuerte impresión de solidez. Otras veces, la psicodelia reinante es como la fragancia que condiciona el color atmosférico de temas que, más que perseguir las sorpresas ingeniosas como antaño, buscan alcanzar algo moviéndose en círculos: en 'Never Learn to Cry' dibujan los huecos sordos que dejan las balas disparadas con silenciador (algo seco me hace pensar en el Title TK de The Breeders); en 'Money Matters' rodean monedas escantilladas vertiendo gasolina a su paso ("La cultura juvenil es demasiado cara para la juventud / los bebés se cortan las encías con un diente de oro"). Pero lo más corrosivo es el matiz que espesa los ambientes de 'You Undecided' ("Se va el tren pero no tienes dinero para el billete / mira alrededor, no puedes culpar a nadie") y 'Your Littlest World' ("¿Cómo que no tienes miedo? / no sales de tu casa (...) / eres solo una estatua"): aquí los círculos son alrededor de los ombligos de otros, intentando suscitar algo que les haga salir de su inmovilismo, y lo hacen con cierta perversión. Si The Rogers Sisters había empezado como la banda para guateques que les hubiera gustado tener a los quince años, a estas alturas se habían graduado con honores en asignaturas que ni imaginaban al principio: conciencia social, empatía, ojo crítico, activismo sin propaganda y, ciñéndonos a lo estrictamente musical, una versatilidad hipnótica.

Así debían verlo ellos también, pues se separaron oficialmente en 2007, antes de que nadie pudiera acusarles de haber acabado en el lado sesudo del rock alternativo que se prometieron rehuir. Se juntaron puntualmente para colaborar en un par de conciertos benéficos en 2014, pero nunca han retomado la actividad. Jennifer y Laura siguieron al mando del bar que tenían en su barrio, Daddy's -trabajo que ya compaginaban cuando The Rogers Sisters empezaron a despegar-, hasta que cerró definitivamente en 2017 (en la actualidad Jennifer se dedica a la elaboración de textiles para el hogar teñidos a mano). Miyuki Furtado ha estado en varias bandas desde entonces, en activo hoy en día con Divining Rod.

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